37. Verónica y el Sheriff McAllister

42 12 22
                                    

Era evidente que Verónica no nos estaba esperando pero nos escuchó y no le sorprendió nada de lo que le dijimos sobre el plan de Mel y la situación en la casa de Ladd.

—Una barrera no será absolutamente nada para mí... con un beso, la derribaré —dijo ella, pero entonces hizo un mohín de niña pequeña —. Pero... estoy un poco baja de fuerzas, y queda un largo camino hasta la mansión de Ladd...

—Queda justo en frente de nuestra casa, madre —dijo Marcus, rechinando los dientes.

—Sí, sí... pero si le juntamos el hecho de que tengo que derribar la barrera... Marcus, hijo mío... ¿Acaso te divierte verme sufrir de esta manera? —le preguntó, haciendo pucheritos.

Marcus estuvo a punto de contestarle cualquier cosa borde, pero yo no tenía tiempo para este tipo de cosas. Así que le pegué una patada en la espinilla.

—¡Au! ¿Por qué has hecho eso? —me preguntó Marcus, pero no le contesté. Era más importante convencer a Verónica de que nos ayudara.

—¿Quieres algo a cambio o qué? —le pregunté, me parecía a mí que ella estaba más que dispuesta a ayudarnos, pero también comprendía que tenía un carácter bastante caprichoso y le gustaba jugar con nosotros.

Eso me aliviaba un poco, creía que si la situación fuera grave de verdad ella no estaría tan juguetona. Pero también podía ser que fuera una inconsciente y le importase todo más bien poco o nada. Pero fuera como fuera, lo cierto es que necesitábamos su ayuda.

—Oh, querida... haces que esto suene a chantaje, pero no lo es... Simplemente es que... veo entre vosotras dos el nacimiento de algo hermoso. Una diablesa y una ángel, me gusta ver como sois capaces de derribar tantas barreras y ser capaces de sentir amor la una por la otra —dijo Verónica, con una sonrisa de zorra.

—¿¡Amor?! —exclamó Emma, saliendo de la empanada mental en la que se había sumergido desde que habíamos salido de la mansión.

—Perdona, puede que la palabra amor sea un poco fuerte... quizás sea mejor decir... atracción sexual. Lo veo bien claro en vosotras dos, y eso me gusta mucho.

—¡Oh, Dios mío! —dijo Emma, con la cara enrojecida.

—Deja de meterte con la ángel... —dijo Marcus, cabreado, pero la verdad es que eso no es ninguna novedad en él.

—No me estoy metiendo con ella, estoy siendo sincera... Y digo la verdad, nada me gustaría más que ver como os dais un pequeño besito —dijo Verónica.

Comprendí que le gustaba eso de poner en aprietos al personal, así que accedí. Mi vida estaba en juego y bien valía un beso o dos de la preciosa rubia.

—¿A ti no te importa? —le pregunté, aunque unos diez minutos antes me había comido la boca sin avisar ni nada. Pero nunca está de más ser educada.

Emma negó con la cabeza y yo me acerqué y de nuevo me fui a encontrar con aquellos labios a los que ya había conocido varias veces. Y no me importaba volver a hacerlo una vez más, ni dos, ni tres, ni cien, ni mil...

Emma me gustaba muchísimo. Besarla era un placer. Le cogí las mejillas con las manos y dejé que mis labios atraparan los suyos. Esta vez fue un beso lento, tranquilo, la saboreé como si fuera la comida más rica del mundo, tenía una boca muy dulce y los labios muy suaves. Al separarnos, a ella le brillaban los ojos... supuse que a mí también.

—¡Qué bonito, precioso, bello! Muchas gracias por contentarme, niñas. Ahora solucionaremos vuestro problema —dijo Verónica y yo me sentí aliviada: ahora podríamos pararle los pies a Mel.

 ✅ La Diablesa del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora