32. Túnicas y máscaras

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Nos metimos todos en el interior de la limusina y está comenzó a caminar. ¿A dónde? No lo sabía y eso me ponía nerviosa. Pero estaba genial la limusina e intenté disfrutar del viaje: ¡que oportunidades como aquella no se tenían todas noches! Íbamos a la fatídica reunión, pero aquello estaba tomando un cariz de fiesta por todo lo alto, casi era como si fuera nuestro baile de graduación.

—¡Hala, champán! —exclamó Kevin, sacando de una cubitera enorme una botella.

—¡Oh! —exclamó Emma llevándose las manos a sus mofletes —. ¿Qué es el champán?

—Una bebida alcohólica... —le contesté yo, hundida en el asiento, debatiéndome: ¿matar o no matar? ¡No tenía ni idea de lo que debía hacer o dejar de hacer! Todo aquello me superaba enormemente. Meneé la cabeza, debía de quitarme aquellas preocupaciones de encima.

—¡¿Otra?! ¡¿Pero cuántas tenéis?! ¿Y está rica? —preguntó Emma a lo suyo, con cierto deseo marcado en sus ojos: desde luego, nos había salido la ángel un poco borracha.

No veía nada malo en ello, pero el momento no era el idóneo para ponerse a darle a la botella. Quizás cuando toda aquella broma terminase... Aunque teniendo en cuenta que aquella podía ser mi última noche, ¿qué mal podría hacer divertirse un poco?

—¡Sí que lo está! Tiene burbujas que te hacen cosquillas —dijo Kevin.

—¿Cómo? ¿Cosquillas de verdad? ¡Ábrela! —ordenó Emma, aunque tal orden no era necesaria porque el hombre lobo estaba ya haciendo esfuerzos para abrirla.

—¿Vosotros de verdad creéis que es hora de ponerse a beber? —preguntó Marcus, con un tono seco y amargo.

—¡Claro que es el momento de beber! ¿Cuántas botellas hay? ¡Hay bastantes! —dije yo cogiendo una y al momento el tapón de la de Kevin salió disparado soltando espuma.

—¿De verdad, niñata? —preguntó Marcus, con una expresión de seriedad extrema.

Yo no le respondí, sino que intentaba abrir mi botella de champán para tener algo con lo que refrescarme el gaznate. ¡Aquel podía ser mi último día en la tierra!

—¡Hay que aprovechar cada momento como si fuera el último! —grité yo y el tapón de la botella salió disparado, haciendo que Emma batiese las palmas de las manos con una alegría infantil adorable.

Kevin le había pasado la botella que había abierto a Emma y estaba abriéndose otra para él. Mientras tanto, Marcus se había rendido a la locura generalizada y había cogido otra botella para él. Después de darle unos largos sorbos a mi delicioso champán, me volví en dirección a Marcus y le lancé una sonrisa traviesa.

—¡Marcus! ¿No dijiste que no era momento de no beber? —pregunté yo con fingido escándalo.

—Y no es momento. Pero por lo menos, si morimos todos, tendré el placer de saber que yo tenía razón —dijo él con tono extraño y no sabía yo si estaba de coña o hablaba en serio, pero... ¡A quién le importaba!

Cogí el intérfono de la limusina que conectaba con el conductor, y grité por él:

—¡Gusano, pon música que estamos de fiesta!

—¡Por supuesto, ama! —dijo Ventura.

Inmediatamente empezó a sonar Kings&Queens de Ava Max y todos empezamos a bailotear en nuestros asientos.

Emma le dio unos sorbos a su botella y se llevó una mano a la boca.

—¡Es verdad que hace burbujitas! ¡Qué rico está! —dijo y siguió bebiendo.

 ✅ La Diablesa del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora