16. Fantasía y Realidad

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Después de eso, Cass se levantó y salimos del instituto. Fuimos a dar una vuelta, esperamos a Mel, pero no apareció. Debía seguir inmersa en esa gran noticia de portada para el periódico estudiantil.

Como Marcus había dicho, Cass parecía no recordar nada de nuestro apasionado beso y la tarde transcurrió normal.

Pero cuando volví al castillo en la urbanización Paradise, para cenar, nadie me estaba esperando. Eso me fastidió un poco, ya que estaba muy acostumbrada a cenar con papá y mamá como una familia normal y real. Pero claro, comparado con aquella familia de locos hasta Los Adams parecerían completamente normales.

Pues ahí estaba yo, en la cocina y a pesar de que pronto iba a tener mi encuentro con Kevin, como él me había prometido por la mañana, me sentía un poco CHOF. Tenía un plato de pasta riquísimo delante mío y lo único que hacía era darle vueltas a los penne sin muchas ganas de meterme uno en la boca.

—¿Te ocurre algo, querida? —me preguntó con dulzura Doris Night: creo que ya dije que era la cocinera.

Era negra, bien guapa y con el pelo afro. Tenía una sonrisa encantadora, pero en esos momentos yo no me sentía con ganas ni de sonreír...

—Nada, es que... me pregunto dónde estarán mis padres. O sea, ¿por qué me dejaron sola? Y bueno que si solo me dejaran sola, pues bueno, pero... ¿Por qué tuvo que adoptarme el vam...? —Al darme cuenta de que casi estaba a punto de revelar que Marcus era un vampiro, corregí, pero quedo raro: —El vamarcus.

—¿El vampiro? —preguntó ella y me guiñó un ojo, con su encantadora sonrisa en el rostro —. Debes confiar en tus padres, ¿alguna vez han hecho algo que te causase daño?

—¡Contínuamente! No me dejaban llegar tarde a casa, no me dejaban ir de fiesta y... —Hablar de ellos me ponía un poco triste, así que decidí comerme la pasta a toda velocidad e irme a mi cuarto.

Nada más tumbarme en la cama, todo cambió. Mi corazón comenzó a latir a toda velocidad, desbocado como un caballo sin riendas. Aquella noche, aquella misma noche, iba a perder mi virginidad con el tío más cachas de todo el instituto. Me levanté de la cama y le eché el pestillo a la puerta, no fuera ser que viniera algún visitante indeseado. Aunque aquella casa parecía que estaba vacía: no había visto en horas ni al idiota de Marcus, ni a la tetona de su madre.

Mejor, él me provocaba mal humor y ella me mareaba con toda su madura sexualidad desbordante.

Seguí pensando en Kevin. Deleitándome... Y de pronto, me di cuenta de una cosa: ¿cómo iba a entrar Kevin en mi cuarto? ¡Estaba en un segundo piso! Tan ensimismada estaba con el pensamiento de sus músculos y el tamaño de su señor pene, que no me había parado a pensar en cuestiones de logística.

Apreté los dientes y ya sentía las lágrimas en mis ojos: ¡Cuanta frustración en mi amplio pecho deseoso de besos, caricias y pellizcos!

Cuando ya estaba decidida a echar mano de la conocida masturbación para calmar mis deseos salvajes, escuché un toqueteo en la ventana. No le hice caso, mi mano se deslizó al jardín mágico que vive entre mis piernas, cerré los ojos e imaginé delante mío al semental de Kevin, sumergiéndome en una fantasía.

Yo era la dependiente de una gasolinera perdida en mitad de una carretera en un desierto. Hacía calor, sudaba y la ligera camiseta que llevaba se pegaba a mi cuerpo. Bueno, yo no soy lo importante... De pronto, Kevin, que era un viajante que iba de una ciudad a otra vendiendo biblias a familias sin muchos recursos, entraba y por el calor, ya no llevaba la parte de arriba mostrando unos buena cantidad de músculos bien marcados. Nada de grasa...

—Buenos días, señorita —me decía él, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Hola... —contestaba yo.

 ✅ La Diablesa del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora