20. La trampilla

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Y con toda la calma del mundo va y me dice que estoy muerta.

Pero yo no me lo podía creer porque no me sentía muerta, es decir, me sentía viva. Además, me di un pellizco en el brazo y me dolió de verdad. Eso quería decir que no estaba muerta de verdad, sino viva.

—¡Pero cómo voy a estar muerta! —le dije.

—Pues sí que estás muertas —me contestó, sin borrar aquella sonrisa corta de la cara. ¡Y lo cierto es que no estábamos para sonreír!

—Me he pellizcado en el brazo y ha dolido... ¡Eso quiere decir que estoy viva!

La sonrisa de Emma vaciló un poco pero sin llegar a perderse. Me pareció adorable verla dubitativa y entonces su angelical cabeza negó con calma.

—No, no... Estás muerta.

—Pero dolió... —gemí yo.

—Sí, pero estás muerta —dijo de nuevo Emma y tanta seguridad tenía al decirlo que me dio por pensar que ella no me estaba mintiendo —. Además, eso de pellizcarse es para ver si estás durmiendo, ¿no es así?

—¡Oh! Es cierto... —dije yo, y entonces me creí que estuviera muerta —. Qué mal... había muchas cosas que quería hacer antes de morir...

Lo cierto es que me quedaban muchas cosas pendientes. Y ya había empezado a hacer mi lista de prioridades cuando la voz celestial de Emma me sacó de mis cavilaciones.

—Oh, estás muerta, pero no hace falta que te preocupes porque aún puedes volver a vivir —me dijo, guiñándome un ojo con picardía y un aleteo se instaló en mi estómago.

Pero no sabía si era por sus palabras o por otra razón distinta.

—¿En serio? —le pregunté, esperanzada. No quería llevarme ningún chasco. Yo quería volver a mi pequeña y tranquila ciudad, a mi vida normal y corriente de siempre, volver al instituto con mis amigas, Mel y Cass, reencontrarme con mis padres... ¡Tenías unas ganas tremendas de volver a vivir!

—Puedes ganarte una Segunda Oportunidad—me dijo con resolución, asintiendo con su cabeza rubia.

—¿Qué es lo que tengo que hacer? —le pregunté, dispuesta a hacer todo lo que fuera necesario. Quería esa segunda oportunidad como fuera.

—En esa ciudad en la que vives —hizo una pausa y consultó los papeles—, New Eden... ¿Viste la Amargura? ¿Sabes a qué me refiero?

Al oír eso, asentí con la cabeza y un montón de recuerdos empezaron a acudir a mi mente en tropel.

¿Cómo podía olvidarlo? La verdad es mis últimos días de vida habían sido bastante raros: vi la nube esa negra de la Amargura, descubrí que era una diablesa y que el chico que me gustaba era un hombre lobo. También fui adoptada por un tío de mi edad. ¡Qué además era un vampiro! Pero él no quería acostarse conmigo, y además me daba la sensación de que era homosexual.

—Sí, sí —dije ansiosa—, sé lo de la Amargura, ¿eso me hará volver? —pregunté contenta y algo confusa a la vez.

Emma también parecía contenta por la noticia.

—¡Eso es genial! Eres la candidata perfecta entonces —dijo con una sonrisa iluminadora.

—¿La candidata perfecta para qué? —pregunté con duda. Es decir, haría lo que fuera para salvar mi culo, pero no quería meterme en nada que fuera complicado, ni doloroso, ni que fuera un coñazo demasiado grande.

La sonrisa se le borró del rostro por primera vez y me dijo en tono serio:

—Que haya Amargura quiere decir que alguien está utilizando magia negra... y esas son muy malas noticias. Pero si atrapamos al culpable, pues eso serán buenas noticias, sobretodo para nosotras dos —y ahí recuperó su preciosa sonrisita—. Tú conseguirás tener la Segunda Oportunidad y a mí me crecerán las alas. ¿Qué me dices? ¿Vamos a averiguar quién es ese sucio malhechor?

—Pero... si Dios es omnipotente... ¿No sabe él quién es el culpable? —pregunté y cuando se lo dije, ella bajo la cabeza. No es que no quisiera ir, pero claro... Si ÉL ya lo sabía, nos íbamos a ahorrar mucho trabajo.

—Pues... verás... Dios se ha marchado... —dijo.

—¿Qué...? —pregunté.

—Lo que escuchas, Dios se largó y nadie sabe a dónde. Sucedió hace, más o menos, unos veinte años... un día estaba y al siguiente había desaparecido. ¡Y nadie sabe a dónde se fue! Y lo raro es que se dice que Satanás desapareció por las mismas fechas... —me miró con sus ojazos azules y me dijo —: Oye, ¿tú crees que tiene algo que ver?

—No sé, quizás... se hayan fugado los dos juntos, así en plan amantes. Puede que estén en una playa del Caribe viviendo la vida loca, ¿no?

—¡¿Dios y Satanás juntos?! —exclamó Emma escandalizada —. Oh... eso sería un poco sexy... —comentó y ahí pensé que quizás tan escandalizada no estaba.

—¿Y quién manda ahora, Jesucristo? —pregunté.

—¿Cris...? No, qué va.

—No me digas que también ha desaparecido... —dije, y entonces pensé que el cielo no era para nada como yo me lo esperaba.

—No, pero vive en la tierra. Se le ofreció, pero él dijo que eso de estar al mando no le iba, que en Ibiza se estaba demasiado bien. Luego se pensó en el Espíritu Santo, pero claro... es una paloma.

—Ya veo... —comenté, por decir algo.

Emma continuó con su explicación.

—Verás, tenemos un presidente y creo que no es tan diferente como lo que tenéis en vuestro país. Se vota cada diez años entre unos candidatos y el que tenga más votos, pues gana. Es que estaban entre eso o que los 7 arcángeles se pusieran al mando, pero al final no se quiso correr el riesgo de que hubiera otro caso como el de Dios. ¡Pero eso no viene a cuento ahora, Fani! —me dijo ella de pronto, como si me estuviera regañando. ¡Y sin ninguna razón!

—Entonces... ¿Qué pretendes hacer? —le pregunté, para recapitular.

—Verás, ya me han dado autorización para tu caso. Volverás a la vida para encontrar la causa de la Amargura y cuando atrapemos al culpable entonces podrás tener tu Segunda Oportunidad. La pega es que... no tendrás demasiado tiempo: solo contarás con un día y una noche... —me dijo ella con un tono serio.

—¿Y qué pasa si no logro hacerlo en ese tiempo? —le pregunté.

—Que te mueres. Pero te mueres por siempre jamás de los jamases. Oye, no me mires así, Fani, que yo también me la juego aquí... que para conseguir que me dieran esta autorización tuve que prometer que lograría solucionar el problema o adiós trabajo —me dijo haciendo un puchero.

—Entonces... ¿Qué tengo que hacer? —dije con resignación.

—Mira, la Amargura esa no aparece de la nada. Como te comentaba antes, alguien está utilizando magia negra, hechizos oscuros, etc. Pues es simple: encuentras al tío que esté utilizando la magia negra que causa la Amargura y ya está. ¿No es fácil?

—No... ¡No tengo ni idea de por dónde comenzar! —exclamé yo.

—¡Seguramente lo harás bien! —dijo ella, levantando un pulgar en mi dirección.

—¡Espera! ¡Tengo muchas preguntas...! —dije, pero antes de que pudiera hacerle la primera, una trampilla se abrió debajo de mí y me vi lanzada al vacío. 

 ✅ La Diablesa del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora