23. Cielo o Infierno

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¿Ahora resultaba que yo era también medio ángel? ¿Y ninguno de mis padres era humano? ¿Por qué no podía ser simplemente una chica normal y corriente? Toda aquella información que me habían metido en la cabeza hacia que me empezase a doler. Emma me miró con una expresión de seriedad que no le pegaba demasiado y me dijo:

—¡Es cierto de verdad! Tu madre no es humana, ella es un ángel.

—¿Pero qué me estáis contando...? —murmuré y negué con la cabeza —. Pero si ella no tiene alas... ¡Y mi padre no es un cornudo! Quiero decir, que no tiene cuernos... Bueno ¡y tampoco es un cornudo!

—Tú tampoco tienes cuernos ni nada, niñata... —me dijo Marcus, con su mal humor habitual.

—Fuiste tú quién dijiste que era una súcubo y me lo enseñaste en el espejo ese de no sé quién... —le dije molesta, estaba claro que me había mentido...

Nadie podría negar que él era bastante desagradable en su humor y un idiota de campeonato, pero por lo menos yo pensaba que era sincero. Y si no lo era, no creo que le quedase nada bueno.

—¡Y no te mentí! —se defendió el paliducho— Sigues siendo una diablesa... En el fondo, ángeles y demonios son lo mismo. Todos los diablos son ángeles caídos y por eso tienen el aspecto que tienen, tú también eres un ángel caído, por ser tu padre un demonio y... —Pero a mí tanta información ya me estaba empezando a tocar los ovarios y levanté una mano para que se callara.

¡Nada de eso era importante, por lo menos no en ese momento! Mi vida corría peligro y si no hacía nada al respecto, pues moriría. Y pensar en mi muerte hacía que la habitación diese vueltas y más vueltas y me costase respirar. ¡Tenía tantas cosas por hacer!

—Oh, cierra el pico, vampiro... —le dije. A mí ya me valía con saber que era una diablesa y punto. Todo lo demás podía esperar.

—Mira que eres borde... —me contestó él.

—Ya... tú sabes mucho sobre eso, siendo como eres el rey de los bordes —le dije y ya abría la boca para soltarme alguna de sus tonterías, pero yo no tenía tiempo para perder —. Lo mejor será ir a encontrar la Amargura del hospital, ¿sabes que si no consigo solucionar el problema antes de que amanezca mañana, me voy a morir? —le dije mirándolo con fiereza.

Marcus me miró con atención, pero de su boca no salió ninguna palabra. ¡Bendita novedad!

Cogí a Emma de la mano y sentí unas cosquillas muy agradables que me subieron por el brazo y se me instalaron en mi tripa. Me la iba a llevar para empezar a investigar, pero ella no se movió. Paré y la miré interrogativamente.

—¿Y qué hacemos con él? Es un enviado del Infierno —me preguntó Emma mirando al vampiro. La ángel tenía los ojos entrecerrados y supuraba desconfianza.

Me giré hacia Marcus.

—¿De verdad trabajas para el Infierno? —le pregunté y él lanzó un fuerte suspiro.

—Mi familia tiene lazos con el Infierno desde hace generaciones —dijo él con tono sombrío; me daba la sensación de que no le hacía demasiada gracia y supongo que era normal, el Infierno no es que tenga la mejor de las reputaciones.

Es decir, básicamente es un sitio en dónde se tortura a las personas un día sí y otro también, ¿no? Vale que son malas personas, pero no deja de ser tortura...

—Ya, conociendo a tu madre lo que me parecería raro es que estuviera del lado del Cielo... Pero venga, dejémonos de hablar y vamos a buscar la Amargura de una vez —dije y Marcus asintió con la cabeza.

—Entonces te vienes conmigo y que la ángel no se meta en nuestros asuntos —dijo el vampiro.

—No, no, no... ¡Ella está conmigo! —gimoteó Emma y se aferró más a mi brazo.

 ✅ La Diablesa del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora