30. De sorpresa en sorpresa

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Era Viviana, pero una Vivi diferente, porque estaba en plan demonio: con sus cuernos, su rabo por encima del trasero y más roja que un tomate.

—¿Vivi? —pregunté con un hilo de voz —. ¿Tú también eres una diablesa? —le pregunté, de todas las personas que conocía ella no me encajaba para ser una de las rojas.

—Vaya, vaya... ¿has dicho también? ¿Tú también lo eres? —me preguntó y yo asentí con la cabeza.

—Lo supe hace poco —le conté y ella asintió con la cabeza, con una sonrisa en la cara —. Pero no me esperaba que tú lo fueras...

—¿Lo dices por qué soy una rata de biblioteca? —me preguntó y yo, involuntariamente, asentí con la cabeza.

Ella no se ofendió, lanzó una fuerte carcajada y me miró con media sonrisa.

—Puede que lo sea, pero... ¡Qué importa eso! No es lo único que soy —me dijo guiñándome un ojo —. Veo que estás bien acompañada... —comentó pegándole un repaso a Emma, a la que se le notaba el efecto de las birras, pues tenía las mejillas coloreadas.

—Hola, soy Emma y soy una ángel —dijo ella, con una sonrisa boba puesta en la cara.

—Encantada, yo soy Vivi, una compañera de clase de Fani. ¿Desde cuándo sois novias? —preguntó con toda la cara del mundo y yo me quedé de piedra: ¡Aquella no era la Vivi que yo creía conocer!

—¿Qué es eso de "novias"? —preguntó Emma.

—Amigas muy especiales —contestó Vivi, con una mirada divertida. ¿Sería eso una venganza por lo de la taquilla? La verdad es que me lo tenía merecido.

—¿Entonces tú y Fani desde cuando sois novias? —preguntó Emma con toda su infinita inocencia y yo casi me atraganté con un sorbo de cerveza.

—En cuanto ella quiera —contestó Vivi, guiñándome un ojo.

Yo ya no aguantaba más aquello, así que cogí a Emma de la mano y la llevé hasta la pista de baile. Por el camino posé nuestras cervezas en una mesa cualquiera y nos unimos al grupo que estaba en el centro, encima del suelo iluminado.

—He dicho algo malo? —Emma estaba un poco desconcertada.

—Claro que no, pero ya que estamos aquí, ¿no te apetece bailar conmigo? —le dije con una sonrisa honesta.

No contestó, hizo un gesto afirmativo y puso sus brazos en mi cuello, yo dejé caer mis manos en su cintura, y disfruté. Tocarla y tenerla abrazada a mí fue una sensación maravillosa que calmaba a las dos Fanis: la diablesa y la adolescente. Sonaba Vivir mi vida de Marc Anthony así que empezamos a movernos al ritmo de la sensual música.

El corazón se me aceleró paulatinamente al sentir su calor, que traspasaba nuestras ropas, su piel blanca iluminada con las luces del local, parecía de plata y de repente, sus pequeñas alas se desplegaron y frente a mis ojos crecieron casi un palmo cada una. Una sensación extraña, de felicidad me inundó y me separé lo justo para observarla. Se movía con gracia al ritmo de los sones caribeños, tenía los ojos cerrados y un rictus de paz y éxtasis absoluto. Las mejillas coloradas y los labios rojos, que sonreían laxos, me invitaban a besarlos, a saborearlos, a deshacerme en ellos...

Me abracé más a ella, no quería romper nuestro contacto, no ahora que sentía tanta calma, que ni siquiera mi destino fatal me importaba. Emma era mi armonía, mi paz. Y era extraño porqué apenas nos conocíamos, pero había algo en ella que me atraía irremediablemente y me aportaba serenidad.

Y en ese momento en que el goce era supremo, casi celestial, una mano en mi hombro me detuvo y me hizo aterrizar contra el suelo:

—¿De verdad crees que es hora de ponerse a bailar? —me preguntó el paliducho y yo le crucé la mirada con odio por haberme roto ese momento—. He conseguido una cita, aunque para ser sinceros no he hecho demasiado esfuerzo... me ha dado la sensación de que ellos querían verte —dijo, ignorando mis miradas de repulsa.

 ✅ La Diablesa del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora