36. Un calamar gigante, un beso y una barrera mágica

39 9 26
                                    

Caí al suelo y di varias vueltas antes de quedarme quieta. Me dolió a rabiar, pero no estaba nada malherida. Igual que cuando caí por la ventana de la mansión, justo antes de que me dispararan. Supuse que al ser una diablesa era más resistente al daño o algo por el estilo.

—¡Oh, no! ¿Estás bien? —gimió Emma arrodillándose a mi lado, mientras me miraba preocupada y me acariciaba.

—Sí, sí, tranqu... ¡Oh, Dios! —grité al ver como el tentáculo venía directo a aplastarnos desde las alturas.

Ni yo, ni ella hicimos nada para evitarlo. ¡Era demasiado rápido y me había impresionado demasiado! Pero una forma rápida, un cuerpo grande y veloz, nos sacó del aprieto: ¡Era Kevin!

—Gracias, Kevin... —le dije y el corazón me palpitaba a cien en el pecho: había estado a punto de morir, pero si no paraba a Mel íbamos a morir de verdad.

De la grieta, salía el rostro de algo horrendo que medio me recordaba a un calamar y más y más tentáculos surgían del interior. ¿Pero qué demonios había hecho Melanie? ¿Cómo era posible que ella se hubiera metido en esos asuntos? Y lo más importante, ¿cómo podíamos pararlo?

—¿Qué vamos a hacer...? —murmuré completamente derrotada y busqué con la mirada a Mel, pero no la vi por ninguna parte: me gustaría hablar de nuevo con ella para poder razonar un poco.

Aunque no tenía nada claro si se podía hacer algo con ella, parecía que había perdido completamente la chaveta. Aunque dispararle... esa no era una opción. ¡Ella era una de mis mejoras amigas!

—Yo puedo cerrar esa grieta... Para ganar tiempo —dijo Emma, pero no parecía contenta por eso: estaba pálida y temblaba como un flan —. Pero tendría que acercarme muy rápido... ¡Y tengo demasiado miedo!

No entendía demasiado bien cómo podía tener miedo. Era un ángel, de poder morir posiblemente fuera al cielo. De todas formas, no era momento para ponerse con charlas religiosas.

—Yo puedo acercarte si quieres —dijo Kevin, con su boba sonrisa en la cara. Pero antes de que pudiéramos alegrarnos de eso, un tentáculo le dio un buen golpe y salió volando.

No tenía tiempo para preocuparme por él y busqué con la mirada a Marcus, no obstante él se encontraba en una situación también un poco peliaguda. Uno de los tentáculos le había agarrado bien agarrado y lo mantenía en el aire.

—Estamos perdidas... —dije yo.

—No... ¡No! Tú puedes hacerlo, tú puedes acercarme ... ¡Si te conviertes en una diablesa otra vez, podemos hacerlo! ¡Puedes llevarme hasta allí rápido! —exclamó ella.

—Sí, como si fuera fácil hacerlo... No es como si tuviera un botón para activarme y... —pero antes de que pudiera tener tiempo de seguir quejándome, me besó.

Me besó con urgencia y desesperación, como nos habíamos besado antes de entrar y eso me encendió por completo e hizo que mi corazón latiera a toda velocidad. Me aparté resollando, viendo como Emma se teñía de una luz violácea y sintiendo el calor que me llenaba el corazón y entonces comencé a cambiar. De nuevo me volvía una diablesa y la sensación era genial, pero también me daba un poco de miedo porque sentía que sería bastante fácil perder el control.

Al ver a Emma, no podía pensar en salvarnos del calamar monstruoso, sino simplemente en volver a besarla, arrancarle la ropa y perderme entre sus pechos, recorrer todas sus curvas y sus recovecos... Entonces ella, adivinando mis pensamientos, me cruzó la cara de una bofetada y me gritó, roja de vergüenza:

—¡No es momento de pensar en eso! ¡Tenemos que...! —Pero antes de que tuviera tiempo de continuar hablando, la cogí en mis brazos y corrí en dirección a la cabeza monstruosa del calamar, que aun estaba saliendo de la grieta, convertida ya en un portal interdimensional.

 ✅ La Diablesa del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora