13. AMARGURA

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—Sé algo y es importante, así que escúchame con atención, niñata —dijo Marcus y yo ya estaba toda ansiosa esperando que me contase cosas secretas e importantes, pero lo único que hizo él fue sacar de la mochila una libreta y un estuche con bolígrafos.

—¿Puedes contarme qué es esa cosa importante o qué? —le susurré yo, porque me tenía en ascuas, la verdad.

—No, te lo cuento en el cambio de clase que quiero coger apuntes —dijo Marcus y yo me quedé con la boca abierta. ¿Coger apuntes en clase? ¿Qué era, idiota del todo?

—¡¿Pero tú estás tonto o qué?! ¡¡Para qué vas a querer coger apuntes justamente ahora!! ¡¡Son inútiles, completamente inútiles!! —exclamé y, bueno, toda la clase me escuchó. Incluso la profesora que me miró desde el encerado con cara de decepción.

—Joder, Fani... Se piensa, pero no se dice... Bueno... mejor te calmas. ¿Vale? No me vayas a arma ninguna bronca que no estoy para esas cosas —me dijo Amanda.

—Sí, profe... —dije avergonzada y tuve que obligarme a atenderla, aunque no sé porqué pero no pude evitarlo y me quedé completamente dormida.

Tuve un sueño raro: estaba en un sitio que era como una cueva y las paredes emitían un suave brillo rojo.

Hacía bastante calor y toda la ropa que llevaba como que me sobraba bastante, así que primero me quité la camiseta quedándome en sujetador, después las botas y las medias, también la falda y me quedé en bragas. Entonces descubrí algo raro: ¡mi piel era totalmente roja! Y mis uñas muy negras y eso que no me las había pintado. Siguiendo una intuición, me llevé las manos a la cabeza.

—¡Oh, carajo! —dije al descubrir el tacto duros de lo que solo podía ser unos cuernos —. Me preguntó si... —murmuré mientras giraba la cabeza para mirarme el culo y una risa escapó de mis labios al descubrir que, efectivamente, de allí me salía una larga cola —. ¡Esto es genial!

Entonces, escuché una voz profunda que venía del fondo de aquella cueva y me decía lo siguiente:

—Hija mía... hija mía, ven a mí... —Pero al escuchar la voz, un escalofrío me recorrió al espalda: esa voz no significaba nada bueno para la pobre de Fani —. Ven, tengo muchas cosas que contarte ahora que tu verdadera naturaleza ha despertado...

Y pese a todo el absoluto mal rollo que daba aquella voz, tenía ganas de seguirla y ver a quién pertenecía. ¿Podría ser mi padre de verdad? ¡Quería conocer a mi verdadero papá!

—Despierta, niñata... Roncas como un cerdo... —dijo una voz desagradable, haciendo que tuviera que abandonar el sueño.

De nuevo, estaba en la clase. Pero esta había terminado: los alumnos estaban de pie hablando entre ellos y no había ni rastro de Amanda. Supuse que se había ido a fumarse un cigarro. Eso quería decir que tocaba recreo ya.

—Los cerdos son criaturas maravillosas —le comenté, aún medio dormida, mientras me frotaba los ojos. Y fue en ese momento cuando me acordé  —. ¡Oye tú! ¿Pero no me ibas a contar algo súper importante sobre la cosa esa que estaba sobre la cabeza de Cass?

Marcus asintió con la cabeza y con calma me dijo:

—Por supuesto. La negrura que tú has visto es en realidad, amargura.

—¿Amargura? —respondí preguntando...

—Amargura significa gusto amargo, aflicción o disgusto —explicó Marcus, como un perfecto pedante.

—Sé perfectamente lo que significa amargura, ¿por quién me tomas?

—Por una ignorante —me dijo mirándome directamente con sus bonitos ojos de imbécil total.

—Con una boca así se pierden muchos dientes —le contesté.

Él no hizo ningún caso a mi provocación y continuó, ahora sí, con la explicación:

—Lo que tiene encima de su cabeza es amargura, provocada por algún tipo de frustración. Se hará cada vez más grande y más grande y cuando madure, bajará hasta su corazón y lo cerrará convirtiéndola en... ¿Cómo decirlo? Una persona gris.

—¡Oh, no! ¡¿Se va a volver gris?! Pero su pelo es tan bonito de rubio... —dije yo, y cuando Marcus me fulminó con la mirada ya supe yo que no se refería precisamente a su color.

—No, niñata. Una persona gris es una que ya se ha olvidado de reír. Una persona cínica que cuando mira al mundo, no ve más que fealdad, miseria y maldad. Si tu amiga se convierte en una de ellas, será incapaz de volver a amar nunca más. El único sentimiento que permanecerá en ella será... odio y desprecio.

—¡Eso no lo puedo permitir nunca jamás! Cass es una cosa bonita y pequeña y debe protegerse sea como sea. ¿Qué es lo qué tengo que hacer? ¿A quién le tengo que partir la cara para solucionar el problema, eh? —le pregunté, con unas ganas tremendas de encontrarme con esa persona horrible que estaba convirtiendo a mi amiga en un ser gris.

—No, no... Esto no se arregla con la violencia. Sino con amor —me dijo Marcus suspirando

—¿Amor? Venga ya...

—Amor, ni más ni menos. Amor es lo que nos salvará, no la violencia. Y tú, que eres una súcubo, nunca debes entregarte a la violencia, sino al amor. ¿Recuerdas lo que te dije? Eres una Diablesa del Amor. Así es como salvarás a tu amiga —dijo Marcus.

—Amor... Vale, bien. Mira tú, mucho mejor que a mi no me gusta eso de la violencia. Y... ¿Cómo va exactamente eso del amor? ¿Qué tengo que hacer?

—Es simple... Tienes que besar a tu amiga.

—¿Cómo que besar a Cass? ¿Un beso en... la mejilla? ¿En la... frente? ¿Cómo qué besar? —le pregunté. A mí todo eso ya me estaba pareciendo bastante raro. Y eso que él era un vampiro y yo una súcubo.

—No, no. En los labios. Y tiene que ser un beso consentido. Es decir, tiene que querer besarte, tiene que desearlo... No vale simplemente besarla sin más. No es la bella durmiente.

Yo me quedé unos cinco segundos en completo silencio y luego estallé en un grito:

—¡¡¿Qué tengo que besar a boca en la Cass?!!

—¡No grites, niñata! —exclamó Marcus y puso su mano en mi boca.

A mi eso no me gustó ni un pelo y tuve cero problemas en darle un buen mordisco. Él dio un grito de dolor y apartó la mano con rapidez, luego me miró con llamas en los ojos y entonces fue él quien no tuvo ningún problema en darme una bofetada. Una con ganas, la verdad, y que resonó en toda la case.

Pero después de darla, ya se le veía que se arrepentía por la forma en que su boca se abría en un gesto de sorpresa.

—Oh, yo... perdona... —balbuceó y vi mi oportunidad, aunque estuviera en contra de la violencia.

—¡¡¡No se pega a las mujeres, hostia puta!!! —le grité y antes de que tuviera tiempo de reaccionar le propiné una patada en todas las pelotas.

Inmediatamente, se torció y cayó al suelo, lanzando un gemido bastante patético.

Después de eso, me largué. La mejilla aún me ardía del golpe y casi estaba a punto de echarme a llorar.

Además, no podía olvidarme de que tenía que besar a Cass para salvarla. ¡¡En la boca y consentido!! Y así estaba yo, tan perdida en mis pensamientos que me golpeé contra una compañera de mi clase sin darme cuenta.

 ✅ La Diablesa del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora