4.

3.3K 141 66
                                    

Dania.

—¡Metete, rubia!— exclamó Ama.

Negué, rodó los ojos y siguió jodiendo con Bruno ahi, junto a los demás. Era la tarde. Habíamos terminado de almorzar a pesar de que a los hombres les había costado bastante agarrar la mano de como prender el fuego.

—¿Porqué te dice así?— preguntó Tomás. El único que me acompañaba.

—Porque, que se yo, me tiene cariño.

—Mucho, al parecer.

Lo miré incrédula. —¿Son celos?

Rió. —¿Yo? No.

—Sí, sí...— resoplé.

Todo se notaba tan alegre. La familia unida, feliz. Pero me sentía tan fuera de contexto. No era yo. Simplemente, quería estar con mis amigos tomando algo, fumando. No sé. Había acogido esos hábitos luego de encontrar cigarrillos en la habitación de mi papá a los trece años. Era una rebeldía estúpida en realidad, pero me hacia sentir bien conmigo misma. Me hacia querer encajar en el ambiente, por más tonto que suene.

—Quiero estar solo con vos.— confesó.
—¿Decís que sospechen si nos vamos a dar vueltas por ahí?

Negué. —No creo.

Nos levantamos de nuestro lugar y comenzamos a caminar por entre los árboles. Había algunos caídos, pájaros revoloteando y algunas mariposas. Aunque, a decir verdad, ahí podrían matarte tranquilamente y nadie sospecharía nada. Era un lugar muy cerrado, donde tendrían que buscarte bien si querían encontrarte.

—¿Estás bien?— me preguntó.

Lo miré, se notaba preocupado. El semblante serio lo hacia notar atractivo, los músculos de sus brazos relajados, junto con su vestir desaliñado.

—Sí. Obvio.

Asintió y suspiró. Quedamos sentados con nuestras espaldas apoyadas sobre el tronco de un árbol, mientras el redondeaba una hoja seca que había caído de alguno de los tantos que nos rodeaban.

—Dania.— llamó mi atención, lo miré.
—¿Te gusto?

Tragué saliva. Había sido tan directo. ¿Qué respondería? Claro que lo hacia. Claro que me gustaba. Me encantaba, mejor dicho. —Sí.— susurré dudosa.

Acarició mi mejilla. —Vos también a mí. Siempre lo hiciste. Por eso, quiero que me prometas, amor.— clavó su mirada con la mía. —Prometeme que el único hombre en tu vida voy a ser yo. Que no hay otros, que no va a haber.

—Lo...— titubeé. —Lo prometo...

—Te amo.— soltó antes de juntar nuestros labios con desesperación.

Eso quería yo. Besarlo. Sentir las miles de cosas electrizantes recorrerme el cuerpo junto con su tacto cálido en la nuca, y una mano que colocaba en mi cuello sin hacer presión. Esta vez, por estar encima de él, podía notar un bulto que iba creciendo en su pantalón.

Y es que, el beso que nos estábamos dando, ya no era tanto de amor, si no de: Necesidad.

Sí, eso.

Nuestra respiración era dificultosa cuando nuestros labios se separaron, pero habló: —¿Todavía te acordas?

Me daban ganas de preguntarle ¿De qué? Pero era una obviedad a que se refería. Me corrió un poco, dejándome ver su entrepierna.

—Sí...— susurré.

Sonrió. Tocó ahí sin vergüenza alguna, ante mi mirada, que aunque quisiera, no podía despegarse de esa zona. Continuó su tacto, desabrochándose el pantalón. Ahora lo que lo cubría, era simplemente la tela de su bóxer.

Guió mi mano hasta su pene. Lo toqué por encima, un poco, sintiendo el calor de él. Estaba erecto. Después del beso que nos dimos, el calor y la tensión era evidente.

No moduló nada, solo soltó un pequeño gruñido. Bajó levemente su ropa interior, hasta quedar desnudo frente a mis ojos con sus pantalones por las rodillas.

Estaba de espaldas al camino, así que si cualquier persona se atevia a venir, él lo vería primero y podríamos reaccionar.

Comenzó a tocarse. Movimientos suaves, con sus ojos cerrados.
—Siempre hacía esto.— dijo con la voz ronca. —Viendo las fotitos que
subías.— seguro ya estaba hecha un tomate. No podía negar que sentía cosas raras en mí. Como esa sensación en mi zona de palpitación, pero a la vez, ganas de tocarlo. —Tocame vos.— pidió.

¿Qué? ¿Estaba preparada para tener mi primera experiencia sexual en el medio de la nada? No.

Pero mis pensamientos se volaron cuando la mano de Tomás estuvo sobre la mía y la colocó sobre su miembro, guiándome con movimientos de arriba hacia abajo. Cuando comencé a moverlo por si sola, sacó su mano y se encargó de tirar su cabeza hacia atrás y gemir suave. Yo por mi parte, disfrutaba de mis actos.

—Usá tu boca, amor.— habló.

Tragué saliva. Si, había visto que las parejas en los vídeos explícitos hacían eso. Pero, nunca lo había hecho yo. Nunca había estado con un chico así. De esa manera.

—Eh...— emití, dudosa.

—Tranquila. Vas a hacerlo bien.— me guío con un agarre leve en mi nuca, haciendo que mi cara quede frente a su miembro.

Despacio, me acerqué. Mis labios rozaban con su pene, sentí como se removió por el placer que le causó esa pequeña acción. Metí un poco en mi cavidad bucal, él hizo un pequeño empujoncito que metió un poco más. Pero no todo entraba. Comencé a experimentar esas nuevas sensaciones que se apoderaban de mi cuerpo. Él acaleró sus movimientos, tomándome del pelo levemente y corriéndolo de mi cara, observándome y yo observándolo a él.

—Me encanta.— murmuró.

Seguimos así, unos varios minutos, hasta que me corrió levemente y siguió él con su mano hasta que un líquido espeso y blanco salió de su miembro.

Se colocó su pantalón luego de haberse limpiado con una servilleta. Comenzamos a besarnos nuevamente, haciéndome saber que lo había disfrutado pese a que no sabía nada.

Pero no todo era lindo y excitante en todo esto.

Alguien nos estuvo observando, desde quien sabe cuanto tiempo. Y lo vi. Y nos vio.

¿Ahora qué?

nuestro secreto | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora