Tomás.
Observaba a Dania jugar con el agua de el lago mientras reía. Pensaba en lo grande que estaba, la conocí cuando era chiquita y desde ese momento, se robó mi corazón. Yo solo fumaba un cigarrillo mentolado con mis anteojos de sol puestos.
—¿No te vas a meter?— preguntó.
Negué. —Tengo frío.
—Cierto, sos un viejo— soltó antes de volver a sumergirse.
Me reí. Nos quedaba solo un día para irnos, quería disfrutarlo al máximo pero en si, muchos pensamientos malos llegaban a mi cabeza: Alguna vez tendría que volver a Argentina ¿No?
Pasaron las horas y el frío comenzó a aparecer, así que con Dania volvimos a la cabaña para comer algo liviano y acostarno de nuevo.
—Tomi.— dijo ella.
—¿Que pasa?
—Te quería decir que cuando volvamos, por favor, no trates mal a Gastón ¿Si? Es solo mi amigo...
—Pero gusta de vos.— contesté serio.
—Pero yo no de él.— contraatacó.
—Eso es lo importante. Tenés que confiar en mi, en nadie más.—Voy a hacer lo que pueda.— dije, dándole una sonrisa para que se tranquilice.
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Dania.
—Hola, chicos.— los saludé a mi grupo de amigos que me miraban expectantes, nos habíamos juntado como casi todos los viernes en la casa de Gastón.
—¿Porqué me miran así?—Porque desapareciste un montón de días, querida.— dijo Melisa, alzando las cejas.
—Me fui con Tomás a unas cabañas de por ahí...— contesté desinteresada.
—Ah ¿Y no pensabas decirnos nada? Porque te digo, somos tus amigos y nos preocupamos.— atacó Simón.
—Bueno, estoy viva che. ¿De qué me perdí?
Simón sonrió. —Te perdiste que, Mel y yo estamos de novios.
—¡Al fin!— exclamé emocionada.
—Si, no sabes, me hice la re difícil.— dijo Melisa rodando los ojos. —Pero bueno, vos contanos ¿Conseguiste algún noviecito por ahí?
Noviecito ya tengo. Me dolía mentirles. Me dolía rechazar a Gastón. Ya tendría que dejar de mentir en algún momento.
—No.— respondí rápidamente. —Chicos, ustedes son mis amigos ¿Vieron? Y... Quiero contarles algo...
—¿Qué?— preguntaron al unísono.
Suspiré y me acomodé en mi lugar.
—Solo espero que ustedes no digan nada.— dije seria, si Tomás se enteraba de que yo les contaba esto a mis amigos pese a que tenga mucha confianza, iba a odiarme. —Tomás, en realidad... No es mi hermano.Mel escupió el agua que tenía en su boca. —¿Qué? ¿Y que es tuyo? ¿Tu secuestrador? ¡Ay, con razón no te deja juntarte con nosotros! ¡Que tontos somos!
Negué rápidamente. —No. No es mi secuestrador, ni me hace daño. Él es... Mi novio.
Los tres parecían haber visto un fantasma. —Pero vos... Tenés quince... Todavía.... Vas a cumplir dieciséis, pero... ¡Él tiene veintiséis!— tartamudeó mi amiga.
—Si les conté no es para que me juzguen.— dije. —Si. Es mi novio ¿Y qué? Es mayor que yo ¿Y qué? Eso no impide que estemos juntos.
—Ahora entiendo.— soltó Gastón.
—Por eso no me querías besar, por eso Tomás es tan celoso con vos. ¿Porqué nos mentiste desde el principio?—Ese día que los presente en realidad estábamos pasando por una crisis de pareja y para hacerlo enojar aún más, se lo presenté como si fuera mi hermano. Pero en realidad, es mi novio, chicos.— suspiré. —Perdón por haberles mentido.
—No, está bien.— se apuró a decir Melisa.
¿Había hecho lo correcto confesándoles eso?