16.

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Dania.

-Estoy cansado, reina.- dijo Tomás apartándome un poco, yo me crucé de brazos como toda una caprichosa.
-Tampoco te pongas así.- quiso abrazarme pero lo alejé.

-No, ahora no quiero, Campos.- me crucé de brazos.

-No me digas así, Dania.- respondió queriendo dejar un beso en mi boca pero yo le corría la cara, hasta que me agarró con fuerza y dejó un beso sobre mis labios. -Yo siempre gano.

-Puto.

-¿Querés que te muestre que no soy puto?- rodé los ojos. -Conmigo no, rubia.

-No me digas rubia.

-¿Porqué?

-Me haces acordar a Amadeo.- suspiré. -A veces extraño estar ahí.

-Pasaron solo tres semanas, no me quiero imaginar cuando pase un año. Espero que no te arrepientas.

-Nos deben odiar.- comenté levantando los platos de la mesita frente a nosotros. -Mi papá debe estar muy enojado y debe haber movido cielo y tierra para poder encontrarme.

-Espero que no haya entrado en algún colapso nervioso porque me sentiría culpable.

-Ya lo hizo. Y mi mamá, no me quiero imaginar.

-Bueno, si decís estas cosas me dan ganas de envolverte y dejarte frente a su puerta en una canasta como una bebé huérfana.- me reí. -Hoy vienen unos chicos, no tenían lugar para hacer joda y ofrecí nuestra casa, ya que el patio es grande.

-Está bien.- levanté mis hombros desinteresada.

-Te vas a tener que encerrar en la habitación.

Me reí como si fuese una broma, pero por su rostro, noté que no lo fue.
-¿Y porqué?- comencé a lavar los platos mientras él agarraba una manzana para empezar a comer.

-Porque si, Dania. No preguntes.

-¿No me pensas decir porque tengo que encerrarme en la habitación, cuando en mi propia casa es la joda?

Suspiró. -Es porque no quiero que vos entres en estos ambientes, es un viaje de ida, si vuelta. Y no quiero meterte a vos en esto.

-Seguro no me querés entre medio de tus mujeres.- terminé de lavar los platos y sequé la mesada con la rejilla.
-Porque el otro día te corte el mambo con la tal Romina esa ¿No?

-¿Qué son estos celos? Vos no sos así. Te dije que dejes de pensar cualquiera.

Rodé los ojos. -Si, tenés razón. Ojalá la pases bien en tu jodita.

-Gracias- contestó enojado y se fue de la casa dando un portazo.

Eran los primeros días, ninguno de los dos estaba acostumbrado a convivir dia a día, con el tiempo aprenderiamos a respetarnos y estar bien sin discusiones de por medio. Seguramente.

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La música retumbaba fuertisimo y ni con los auriculares se podía pasar. Debían ser las tres de la mañana y para ellos, todo recién empezaba. No me sorprendía.

Tomás y los chicos del ambiente con que convivi casi todos mis días hacían siempre fiestas así. Incluso cuando éramos chicos, teníamos entre siete y diez años y nos dejaban encerrados en alguna habitación con tecnología y golosinas.

En nuestras cabecitas esos días eran los mejores, pero viéndolo desde afuera, era una irresponsabilidad total.

Aunque una parte de mi decía que quería salir a ver que onda, otra tenia miedo de encontrar a mi novio en cualquier situación. Que me ame no saca el hecho de que le siguen encantando las mujeres con bastante cuerpo, que le siga encantando la droga y el alcohol.

¿Qué confianza me podía dar a mi que no seria una Julieta más?

Exhausta me senté en la cama, pero la puerta sonó y tuve que pararme a abrir. Allí, había un chico que aparentaba tener la edad de Tomás, este sonrió al verme.

Tenía el pelo color gris ceniza, junto con un par de tatuajes repatidos en su cara y brazos. Seguro era del ambiente.

-Hola, mami.- me saludó. -Soy Lorenzo, pero me podes decir, el amor de tu vida.

Me reí nerviosa. -Eh, creo que deberías irte a seguir por allá. Yo estoy cansada y... Quiero dormir.

-¿No hay un espacio en tu cama para mi?- miró dentro de la habitación y me puse entre medio para que no pase.

-No. Deberías irte, en serio.

-No te hagas la difícil, hermosa.

-Basta.- dije, empujándolo un poco.
-¿No sabes quien soy yo?

-No ¿Quien sos?- preguntó burlón.

-Dania. La novia de Cerreo.

Su sonrisa se desvaneció. -Vos sos la tal Dania, entonces.- asentí. -Qué seas novia de ese pelotudito me dan más ganas de comerte la boca todavía...

Quiso abalanzarse a mi, pero un agarre a su ropa se lo impidió. Segundos después, Tomás estaba sobre él golpeándolo salvajemente.

Eso me hizo saber, que Tomás cuando estaba repleto de rabia, era una bestia imparable; Que causaba pánico.

nuestro secreto | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora