8.

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Dania.

—La traje a casa porque se sentía mal.— se excusó Tomás, agarrando mi mano.
—Pero si querés, la llevo.

Negó. —Dejala, ya está. Em, esperen afuera.

Asentimos y salimos de la habitación.
—Perdón, no sabía que iba a estar ella acá.— murmuró. Levanté mis hombros sin interés y caminé hacia el gato para alzarlo y acariciarlo. —¿Estás enojada?

—No. ¿Debería?

—Capaz.— agarró mi cintura y me volteó para mirarlo. —Sabes que te amo, princesa. Y en cuanto pueda, Julieta desaparece de mi vida.

—¿Cuándo puedas? No es un objeto ella, Tomás.— suspiré.

—Te amo, Dania.— dejó un beso en mi frente.

Quisiera alejarlo de mi, decirle que no quiero estar con él pero en realidad, una parte de mi, muy adentro; Si quiere.

—¿Comemos algo?— preguntó Tomi cuando Julieta salió de la habitación, ella asintió. —Voy a comprar helado.

—Está bien...— respondí. Me quedé sentada en el sillón del living, mientras que Julieta barría esa parte.
—Él dijo que nadie sabia sobre este lugar.

Se rió levemente. —Soy su novia, sé todo sobre él. Esperaba tener un encuentro romántico hoy, pero bueno; Estás vos.

—Perdón...— dije, mirando al costado.

—No. Está bien.— levantó sus hombros.
—Ya me acostumbré a que no pase nada entre nosotros.

—¿Las cosas entre ustedes están bien?

—Supongo.— contestó con pesadez.
—Creo que... Ya no siente lo mismo que antes, que no es el mismo amor. Y aunque yo intente ser mejor todos los días, no puedo.

—Él te ama.

—Me amaba, Dania. Quizá ahora me quiere, pero no es lo mismo cinco años atrás que ahora.— sonrió a boca cerrada.

—¿Te duele?

Su sonrisa desvaneció. —Claro, claro que me duele.— se acercó a mi y se sentó a mi lado, tomó mis manos entre las suyas. —Dania... Desde que naciste vos tenés relación con Tomás, pero una relación muy fuerte.— asentí asustada.
—Y... No quiero insinuar nada, porque una parte racional mía dice que él nunca se fijaría en una nena como vos pero... ¿Ustedes...? ¿Su relación va más allá de lo que muestran?

—¿A qué te referís?— pregunté confundida.

Abrió la boca para decir algo pero la puerta de entrada se abrió y no pudo decir nada. Tomás apareció con un pote de helado y después de buscar tres cucharas, se sentó en medio de nosotras.

Me sentía incómoda. Ella quería intentar besarlo y él amagaba a la mejilla todo el tiempo.

—Tengo que llevarla a su casa— dijo Tomás una hora después.

—Bueno amor.— contestó ella. —Chau, Dania.— me sonrió y le devolví el gesto junto con un beso en la mejilla.

Salimos de ese lugar y cuando estuvimos en el auto, Tomás me miró.
—¿Todo bien?

—Si, vamos.— miré a la ventana, pero su agarre en mi cara hizo que vuelva a mirarlo.

—¿Estás bien, Dania?

Volví a asentir. Arrancó el auto luego de suspirar y manejó hasta su departamento, algo que me confundió porque dijo que me llevaria a mi casa.

—¿Qué hacemos acá?— pregunté extrañada.

—Vamos.— bajó del auto y dió la vuelta para abrir mi puerta. Fuimos hasta donde era su vivienda y cuando estuvimos dentro, no dudó ni un segundo en besarme. —No quiero que estemos así.— habló cuando nos separamos.

Me alzó y me llevó hasta su habitación donde me dejó acostada en su cama.
—Tomás...

Colocó su dedo índice en mis labios para callarme. —Princesa, yo no voy a hacer nada que no quieras.

Sabia lo que pasaría. Tanto tiempo había esperado estar con alguien especial, hacerlo con amor... Y lo haría con él. Porque, él me amaba en serio. Me amaba de verdad.

Comenzó a desvestirme suavemente y empezó a repartir besos por mi cuerpo, zonas donde nadie había conocido, ni había permitido que lo hicieran.

Yo me levanté un poco para sacarle la remera, su perfume me atraía mucho más, era embriagante. Cuándo quedó semi-desnudo, pude ver sus tatuajes que tanto me gustaban. Estaba entre mis piernas, mientras que acariciaba mis muslos.

Yo ya estaba en ropa interior, bajó mi tanga y la tiró por algún lado de su habitación. Con su mano, tocó mi zona, causando que tire mi cabeza hacia atrás y gemí.

—Gemí fuerte, gemí para mi...— dijo autoritario.

Aumentó sus movimientos de caricias ahí, tocando mi clítoris como se le daba la gana, haciéndome enloquecer.

—Papi...

—¿Si, amor?

—Más rápido...

—¿Más rápido qué?— preguntó bajando la velocidad.

—Más rápido, papi.— dije, agarrándolo del cuello para besarlo.

Llevó sus manos a el broche de mi corpiño para sacármelo, metió en su boca una de mis tetas para chuparlo y succionarlo. Se alejó de mi para bajarse los pantalones y el bóxer, mi estómago estaba revuelto porque era mi primera vez y estaba que los nervios me salían por los poros.

—Te va a doler, pero si te duele mucho, decime; Así paro. — colocó el preservativo en su pene ya erecto y puso la punta sobre mi vagina para masturbarme con el mismo, hasta que poco a poco, comenzó a introducirse. Me aferré a las sábanas por el ardor que me causaba sentirlo, apreté mis ojos y se introdució por completo. Una lágrima salió, porque no pensaba que dolería tanto. —Ya está, amor, ya pasó.

Me agarró de la cintura para moverse un poco más rápido, el dolor iba desvaneciéndose para convertirse en placer. Él soltó un gemido mientras se movía aún más rápido.

—Más...— pedí con la voz ronca.

—Sos perfecta.

Me hizo el amor. Nos hicimos uno. Me sentía amada por él, por primera vez, me sentí hermosa ante los ojos de alguien.
Quería que ese momento, durara para toda la vida.

nuestro secreto | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora