22.

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Dania.

Simón tomaba algún licor raro mientras yo reía por las expresiones que hacia. Melisa grababa con su celular y yo solo esperaba que ese vídeo no termine en ninguna red social porque sería una vergüenza. Miré mi celular de nuevo, el cual Lisa se había encargado de regalarme hace unos días. Los mensajes no paraban de llegar y era lógico, a Tomás no le había dicho en ningún momento a donde me iba y a que hora volvía.

Pero si él podía hacerlo ¿Porqué yo no?

-Hey.- Gastón llamó mi atención.
-Vení.- hizo un gesto con su mano para que lo siga y dudando un poco, lo hice.

Caminamos por un pasillo que conducía a quien sabe donde. -¿Dónde me querés llevar?- pregunté con la voz temblorosa.

-Tranqui, no te voy a hacer nada.- se rió y abrió la puerta de una de las habitaciones. -Es mi cuarto.

-¿Y... Para que me querés traer acá?

-Me dijiste que te gustaban las bandas de rock.- recordó y asentí. -Tengo, mira...- abrió su placard y allí, habían miles de remeras de diferentes bandas.

-¿Son tuyas?- indagué estupefacta, había varias bandas que me encantaban.

-Si.- contestó con una sonrisa, yo por mi parte pasaba mis manos por sobre las telas de las camisetas, apreciando los logos de estas. -Te puedo regalar una, si querés.

-¿Vos estás seguro?

-Si, Dania. Tranqui. Elegí una.

Sonreí y terminé optando por una de "Callejeros." -Gracias, Gastón.

-De nada, linda.- esperaba que no esté insinuando otras cosas. Aunque mis dudas bastante acertadas se fueron demostradas cuando se acercó un poco a mi rostro. -Sos muy... Muy... Linda. Y me encantan tus ojos, tu pelo.- acarició mi mejilla.

-Gas...- hablé en susurro.

Su rostro se estaba aproximando al mio, demasiado. Me daba mucho pudor tener que negarme, seria raro ¿No? Muy raro. Digo, nunca les dije que tengo novio y ellos piensan que mi verdadero novio, en realidad, es mi hermano. Bajé la mirada y la burbuja se rompió.

-¿Qué pasa, Dania?- preguntó confuso.

-Nada... Es que... Creo que... Tengo que irme.- titubeé, frunció el ceño.

Gastón no era un chico feo. En realidad, podría tener a la mujer que quisiera en el momento que quisiera. Rondaba los diecisiete años y digo rondaba, porque dentro de una semana, cumpliría dieciocho. Tenía una piel suave sin acné, algo que parecía sorprendente para un chico de su edad, si lo comparábamos con Simón que este si, tenia algún que otro grano. Gas también tenia una mandíbula marcada, siempre usaba remeras de manga corta haciendo lucir sus brazos marcados y las venas en ellos. Junto con su pelo perfectamente cortado color rubio y unos ojos verdes muy claritos.

-Pero habíamos acordado que te quedabas a dormir.- dijo, seguro lo estaba poniéndome incómodo y yo, también lo estaba.

-Si... Perdón. Los chicos deben estar preocupados por nosotros, tenemos que irnos a ver qué hacen.

-Dania.- habló firme. -Si no querés besarme, no lo hagas; No te estoy obligando nada.- sonrió cálido.
-Vamos.

Eso en parte me alivio pero tampoco me atreví a decirle algo más. Fuimos hasta el comedor donde Simón y Melisa ya estaban (aparentenemente) dormidos. Me acosté al lado de mi amiga y pretendí dormirme, pero no podía. Pensaba en él. A pesar de todo el daño, Tomás siempre estaba en mis pensamientos.

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Abrí mis ojos encontrándome entre Melisa y Simón. Hace una semana nos conocíamos y había tenido la confianza con la que ningún amigo tenía, algo que en parte, me hacia sentir más segura. Gastón estaba acostado en un colchón en el piso, abrazado a una almohada y con un semblante tierno.

Prendí la pantalla de mi celular encontrándome con miles de llamadas perdidas de el peliverde. Para no tener que lidiar con un drama, lo llamé. No tardó mucho en responderme y exageradamente enojado habló:
-¡Dania! ¿¡Dónde mierda estás!?

Eso causó que alejé el teléfono de mi oído. -Estoy en lo de mis amigos. Me quedé a dormir porque estuvimos viendo películas. Dentro de un rato voy a
casa.- respondí tranquila.

-Más te vale...- terminó por responder.

Suspiré. Todo tenía que ser por que él lo quería, cuando él lo quería. Pero ahora estaba intentando de que eso no suceda más, de que se de cuenta que era lo bastante madura para tomar mis propias decisiones.

nuestro secreto | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora