Dania.
Eran rondando las ocho de la mañana y mi celular sonaba sin parar. Mis amigos se quejaban de que lo apague. Lo agarré entre mis manos, era un número privado. Suspiré antes de atender.
—Hola— hablé.
Se hizo un silencio y cuando estaba por cortar, hablaron. —Hola.
Su voz la conocía muy bien, obviamente. Sentí como si miles de cuchillos clavándose en mi pecho, me costaba respirar y no supe que hacer.
—¿Papá...?— pregunté.
Sentí como se derrumbó del otro lado.
—Hija.Dicho eso, de el miedo, corté. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me caí de rodillas al suelo, hace meses no escuchaba su voz y hacerlo por primera vez durante hace un gran lapso de tiempo. Los extrañaba, mucho. Pero también me aterraba volver a verlos.
Salí de la casa de mi amigo y me dirigí a la mía, apenas llegué, encontré a mi novio sentado en la cocina desayunando, algo raro porque es demasiado temprano.
—¿Dania? ¿Amor? ¿Que pasa?— preguntó al verme así.
—Tomi...— sollocé y corrió hasta a mi para abrazarme.
—¿Qué te pasa?
—Papá... Consiguió... Mi número.
—¿Lucas?— asentí. —¡Dame tu celular!— saqué de mi bolsillo el teléfono y se lo entregué, él abrió la tapa de este y le sacó el chip para después romperlo.
—¿Hace cuanto te llamó?—Hace... Unos veinte minutos maso menos.
—¡La re puta madre!— exclamó tapándose la cara. —¿¡Y si ya te rastrearon!?
—¡No sé!— comencé a llorar. —No fue mi intención atenderle...
—Está bien, amor. No es tu culpa.
Suspiré. —¿Ahora qué vamos a hacer?
—No sé, Dania. Con suerte nos quedamos acá, solos. Sin salir a ningún lado y que nadie tenga contacto con nosotros por un tiempo al menos.
—Dios...— me senté en el sillón.
—Al menos, la parte buena, es que vamos a estar solos, reina. Sin interrupciones, de nadie...— quiso juntar nuestros labios pero lo alejé.
—No puede ser que pienses en eso cuando estamos corriendo el riesgo de que nos descubran.
—Y si nos descubren, nos fugamos como lo estamos ahora.
—Yo estoy bien, si vos me decís que lo esté.
Sonrió. —Quedate tranquila, nada ni nadie nos va a separar.
Esta vez, si juntó nuestros labios y quedó acostado sobre mi.
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Era la noche, con Tomás habíamos compartido una pizza charlando de cosas triviales. Me había dicho que, le contó a sus amigos que dejaría de trabajar este mes para "descansar" pero en realidad, era para no ser descubierto por nadie.
—Tengo sueño.— susurró. —¿Vamos a la pieza?— hizo un puchero.
—Estoy viendo la tele, anda vos.
—Ay, dale. Sabes que con tus mimitos duermo como un bebé... Esperá, soy un bebé.
Rodé los ojos. —Está bien, vamos.
Tiró la caja de la pizza la basura y nos fuimos a nuestra habitación, donde nos acostamos. Tomás abrazado a mi cintura y con su cabeza apoyada en mi abdomen, mientras que yo acariciaba su pelo.
Poco a poco, me iba consumiendo el sueño. Pero en la puerta se escuchaban estruendosos golpes y gritos:
—¡Policía nacional!°°°
se terminaaaa :(