Suplicar.

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Una pesadilla hizo qué se despertara de un sobresalto, miró a todos lados, su respiración estaba agitada y sus mejillas rojas por la agitación.

Tapó su pecho desnudo con las sábanas blancas, miró la puerta qué daba a la sala, estaba cerrada.

— N- North Korea. — Llamó unas tres veces, y nadie respondió, al parecer estaba solo.

Miró fijamente la pequeña mesita de noche, al lado de la cama, había un pequeño papel, estaba doblado, tenía algo dentro, la apertura lo dejaba ver.

Tomó el papel, con cuidado lo desdobló y pudo ver otro papel dentro, no le dió importancia y lo dejó a un lado de la cama.

Se dispuso a leer lo qué decía el papel;

“La pasé muy bien contigo anoche, tu cuerpo es maravilloso. Se qué no me pediste dinero, pero me imagino cuántas personas pagarían por acostarse contigo, te hubiera pagado más si hubieras aceptado estar conmigo más tiempo.. el cheque es el otro papel qué venía dentro de está hoja, disfruta ese dinero.”

Con rabia arrugó aquélla hoja de papel, la lanzó al suelo y la miró con asco.

Dirigió su vista al pequeño papel al lado de la cama, lo tomó y vio qué si era un cheque, no quería ver la cantidad de dinero qué le dejo, o se sentiría cómo una prostituta.

Su mirada se perdió en algún punto de la habitación, sus ojos se empañaron y un frío recorrió su espalda.

Se dispuso a tomar su ropa, pero un terrible dolor de cadera hizo qué cayera de rodillas al suelo.

Soltó un gemido de dolor acompañado pequeño quejido.

No podía pararse, así qué fue gateando hasta una silla qué había al lado de la ventana de la habitación, por alguna extraña razón.

Encima de la silla estaba su ropa, la tomó y se la puso con algo de dificultad, sus caderas dolían demasiado y sus piernas estaban frágiles, levantarse le fue algo difícil.

Fue directo al baño, bueno tardó, uno por el dolor en sus caderas qué no lo dejaban caminar y otro porqué no sabía dónde estaba el cuarto de baño.

Lavó su rostro y arregló su cabello, estaba destrozado por dentro, pero eso no quiere decir qué se vea mal por fuera.

Tapó los moretones en sus brazos con un suéter qué encontró por ahí, y los de su rostro con un poco de maquillaje, qué llevaba en el pequeño bolso qué había llevado.

Se vio en el espejo, le daba asco verse, ya no era lo mismo, antes al verse en, empezaba a besar el espejo, pero ahora le daba ganas de romperlo, se sentía cómo una sucia perra.

Sus ojos se cristalizaron, no quería llorar o tendría que volver a arreglarse, se contuvo como pudo y salió inmediatamente de ahí.

(...)

La asiática caminaba y brincaba por la calle, iba a casa de Usa, le estaba llevando algunas galletas, sabía qué su amigo estaba triste por lo qué pasó con Rusia, así qué iría e intentaría alegrarle el día.

Se detuvo a unos centímetros de la casa del estadounidense, vio un auto negro estacionarse enfrente de la gran casa, Japón miró con curiosidad el vehículo, hasta qué recordó qué era el de Usa.

Sonriente fue a paso rápido a la puerta del auto, encontrándose con su amigo, esté al parecer no estaba de buen humor.

— ¡Usa! Te traje una galletas, podemos comerlas juntos mientras miramos anime y-— no terminó de hablar, al ver cómo el inglés la ignoró por completo y salió corriendo del auto hasta la puerta de su casa. — ¿Usa? ¿Estás bien? — Preguntó preocupada por el comportamiento de su amigo.

Usa no dió respuesta alguna, y con desesperación abrió la puerta.

Japón lo siguió por detrás, se estaba asustando, la expresión de Usa era una de miedo y nervios, incluso estaba temblando.

— ¡Canadá! — Gritó varías veces el de 50 estrellas, los minutos pasaban y nadie daba una respuesta, sus ojos se cristalizaron y su respiración se agitó.

Subió a su habitación, pero no encontró a su hermano ahí, buscó por toda la casa, mientras qué Japón iba detrás de él.

La asiática no entendía qué pasaba, eso hacía que se preocupara más.

Usa estalló en llanto al no ver alguna señal de qué Canadá estaba bien.

Volvió a correr hasta la puerta de la salida, Japón fue detrás de él, estaba apunto de detenerlo, pero Usa era más rápido.

Usa se detuvo a abrir la puerta de su auto, Japón aprovechó eso y lo tomó del brazo.

— ¿¡Usa qué esta pasando!? —

— Japón quédate aquí. —

Japón movió los labios para decir algo, pero Usa ya se había ido en el auto, dejando a la japonesa confundida y asustada.

(...)

El norcoreano caminaba de lo más normal, acababa de salir de una reunión, ahora tendría qué ir al aeropuerto.

Estaba apunto de entrar a la limosina qué lo llevaría, pero al oír qué alguien gritaba su nombre lo detuvo.

— ¡North Korea! — Usa lo tomó de los hombros y lo miró a los ojos. — ¿Dónde está Canadá? ¿No le hiciste nada verdad? — Preguntó entre sollozos y hipídos, gruesas lágrimas salían de sus cuencas.

El contrario no dió respuesta alguna.

— Llevame contigo, haré lo qué me pidas, pero por favor, no le hagas nada. — Suplicaba entre el llanto, todos los presentes quedaron sorprendidos al ver a Estados Unidos suplicándole a otro país.

— Tu propuesta es muy buena, pero no puedo estar mucho tiempo aquí y si te llevo conmigo ya no sería divertido. — Habló con un todo frío el asiático, hizo qué el menor lo soltara y entró al vehículo.

Usa vio cómo el auto se iba alejando, lo siguió por detrás, era inútil, obviamente el auto era más rápido, Usa gritaba qué le devolviera a Canadá, una y otra vez, hasta qué la limosina ya no estaba ahí.

Cayó de rodillas al suelo, miró cómo el vehículo se iba yendo hasta parecer un punto en el horizonte, sus ojos se empañaron, había dejado de llorar hace poco, pero denuevo las gruesas y saladas lágrimas volvieron a salir.

— Canadá . .

ℬ𝒆𝓪𝓾𝓽𝓲𝒇𝓾𝓵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora