Pón-pón.

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— Vamos Meri, perdóname, te estoy preparando estos cereales con amor. — Habló Rusia, mientras servía los cereales en un tazón, para luego echarle leche.

— Cállate y dame mis cereales. — Dijo Usa, con notoria furia.

México por otro lado, estaba sentado en uno de los sillones del hogar, viendo su novela qué pasaban a esa hora.

Usa mientras comía sus cereales con leche, miró su teléfono, fijándose de la hora, no era tan tarde, pero tampoco era tan temprano.

— ¡Oh! Miren qué tarde es. Lo mejor de las visitas es cuándo se van. — Usa miró al otro norteamericano, éste estaba más concentrado en la novela. Carraspeó su garganta, haciendo qué México despegara la vista del televisor.

— Yo no pienso salir a la calle con está lluvia. — Vociferó el latino, sin voltear a ver a los otros dos.

— ¿Y si te quedas a dormir? —

— ¡Oh no! ¡De ninguna manera! — Exclamó el estadounidense.

— Vamos gordis, déjame quedarme, sólo está vez. — Suplicó el tricolor mexicano.

Usa miró al ruso, esperando a qué éste diga algo.

— Vamos, deja qué se quede. — Dijo el eslavo, mientras ponía ojitos de cachorrito.

— Uh, okay . . — Dijo angustiado y algo molesto. — Pero ni bien amanezca, te vas.

— Si si claro.

(...)

Sur Korea escuchó qué tocaban la puerta, bajó a paso rápido, y con entusiasmo abrió la puerta, encontrándose con la japonesa.

— ¡Japón! ¿Qué haces tan tarde aquí? — Preguntó con preocupación.

— ¡Sur, dejame quedarme! Por favor. — Dijo entre sollozos y lágrimas la menor.

— S- Si claro, ven pasa, te vas a resfriar. —

La de cabello negro entró rápidamente, y dejó en el suelo a su mascota. Acto seguido cerró la puerta con seguro y cerró todas las ventanas, para luego cubrir estas con las cortinas.

— ¿Qué sucede Japón? — Dijo el chico de anteojos redondos, mientras se acercaba a su amiga. Ésta se sobresaltó, al sentir la mano del contrario en su hombro.

El coreano miró detalladamente el rostro de la menor, fijándose en la mejilla dónde su pareja la había golpeado.

El mayor frunció el ceño, asustando a la de ojos grises.

— ¿¡Quién te hizo ésto!? ¿Fue Alemania verdad? Se las va a ver conmigo. — El chico híbrido se dispuso a ir dónde el mencionado alemán, pero fue detenido por la otra asiática.

— ¡N- No! No vayas, no me dejes sola. — Japón se apegó al pecho del amante del K-Pop, éste la rodeó con sus brazos, intentando calmar su llanto.

— Está bien Pón-pón, no me voy a ir. — Dijo algo nervioso el de cabello blanco y rizado. — ¿Qué fue lo qué pasó?

— E- Es qué, casi me be- beso con Usa, Y-y alguien le envío una foto a Alemania . . — Japón no pudo decir algo más, su voz se quebraba y los sollozos no cesaban.

— ¿Quién se la envío? —

— No lo sé, pe- pero Alemania está muy molesto, y tengo mucho miedo de ir a casa. — Sus lágrimas mojaban la camiseta del contrario, y sus sollozos resonaban por toda la casa.

— Tranquila, no vas a ir a casa, te quedarás aquí ¿Ok? — Japón solo asintió con su cabeza, dirigiendo su mirada a los ojos bicolores del contrario.

— Te quiero mucho, Sur. — Soltó sonrojada, aún con lágrimas en sus ojos la de cabello corto y lacio.

— También yo, Pón-pón. — El Surcoreano plantó un beso, en el cabello de la nipona, haciendo qué está calmara su llanto y produjera un dulce ronroneo.

ℬ𝒆𝓪𝓾𝓽𝓲𝒇𝓾𝓵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora