Preparando un plan.

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Rusia tomaba delicadamente las manos de su ya esposa, está tenía los ojos cerrados y una gran sonrisa en su rostro, al parecer Rusia iba a darle una sorpresa.

— Bien, ábrelos. — Soltó Rusia mientras acariciaba el antebrazo de la menor. Está hizo caso, sus parpados se separaron y quedó encantada con lo qué vio. La habitación estaba bien decorada, con velas por los alrededores, flores por ahí, flores por haya y en el centro de aquella cama matrimonial había una caja qué tenía una forma de corazón y al parecer dentro de está habían chocolates.

— Rusia . . Mi amor . . — Dijo la de ojos bicolor mientras miraba al nombrado, sus mejillas se tornaron de un color carmín al ver la sonrisa risueña del ruso, Rusia tomó las mejillas de la chica para acercar su rostro con el de él y darse un pequeño beso.

— Quiero que nuestra noche de bodas . . Sea muy especial. — Al terminar de decir aquello tomó la pequeña cintura de la asiática y está amarró sus brazos en sus hombros, se vieron a los ojos y sonrieron tiernamente.

— Te prometo qué yo voy a poner todo de mí parte, para qué todos los días a tu lado sean especiales y hacer qué cada día . . Te enamores más de mí. — Los corazones de ambos latían al sentir al otro tan cerca, sus ojos brillaban al ver los del contrario y sus labios se juntaron una vez más.

(...)

Nuestro queridísimo estadounidense estaba durmiendo, o tratando de dormir en aquélla habitación oscura.

Lágrimas resbalaron por sus mejillas, al parecer estaba teniendo una pesadilla; Era la misma escena, veía cómo se humillaba frente el ruso diciéndole qué estaba arrepentido. Luego de repente se encontraba enfrente de Rusia y Filipinas, justo en el momento en el que se besaron.

Se despertó de golpe, su respiración se volvió errónea y su rostro estaba pálido, se notaba ya qué sus franjas rojas ahora estaban de un color casi rosado. Abrazó sus rodillas y empezó a llorar mientras repetía una y otra vez el nombre del ruso.

(...)

— Tengo qué seguir adelante con mi vida. — Habló el de lentes de sol sentado en uno de los tantos sillones qué habían en la casa de la tan conocida Japón.

— Claro, ya qué perdiste a Rusia, tendrás qué fijarte en otra persona. — Vociferó la de orejas y cola de gato, mientras traía un poco más de jugo de naranja para su amigo.
— ¿No te vas a comer eso? — Preguntó la asiática mientras apuntaba a un pequeño plato lleno de galletas.

— No, no tengo hambre. — Usa talló sus ojos, al mismo tiempo que soltaba un pequeño bostezo. La chica de ojos achinados puso el plato enfrente de ella para poder comer aquéllas galletas. — Japón, no sé si pueda renunciar a Rusia. — Dijo en un tono un tanto preocupado.

— Ay . . Ya Meri, no depende de tí, el fue quién renunció de tí para siempre, debe de andar de luna de miel con Filipinas, así que tu no te preocupes, hay más peces en el agua, sabés . . Ahora que lo pienso, tienes a Canadá cómo pretendiente. —

— El desconsiderado ni si quiera me a hablado, ni si quiera estaba en casa cuando regresé de la boda. — Pasaron unos segundos y todo quedó en silencio, hasta qué el más alto abrió los ojos cómo platos y una sonrisa se iba formando en su rostro.
— Japón, tengo un plan . . Y Canadá será de mucha ayuda. — Juntó sus manos y sonrió  maliciosamente.

ℬ𝒆𝓪𝓾𝓽𝓲𝒇𝓾𝓵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora