Boda ⑵.

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Rusia tomó una bocanada de aire, para luego dejarlo salir. Se acercó a Filipinas, tocó su hombro y movió los labios para articular palabras.

- No me tardo. - Dijo Rusia intentando no sonar nervioso o preocupado, pero se le notaba a kilómetros.

- ¿Qué pasa? - Preguntó Filipinas mientras acariciaba el rostro de su futuro esposo.

- No es nada grave . . Ya vuelvo. - Rusia le dió un pequeño beso en la mejilla, para luego empezar a caminar hasta la entrada, dónde estaba el inglés.

Filipinas vio cómo su amado se alejaba, estaba algo preocupada, Rusia nunca había actuado así. Algo andaba mal.

Al lado de Filipinas estaba el mexicano, el había escuchado la conversación de la pareja, tenía un mal presentimiento.




(...)




- Si deberas quieres a tu hermano no dejes qué se case, tu sabés qué él me ama a mi. - Dijo el norteamericano con furia y frustración.

- No te engañes Usa, eso fue antes. Filipinas es mejor qué tu, ella siempre apoyó a mi hermano en los peores momentos, pero tu solo lo usabas, lo manipulabas . .- comentó la menor con una mirada altanera, en esos momentos se sentía toda una diosa, no cualquiera se enfrenta así al inglés.

- ¡FILIPINAS SERÁ TODO LO MARAVILLOSA QUE DIGAS, PERO RUSIA NO LA AMA! - Gritó desgarradoramente el de ojos negros, estaba apunto de golpear a la menor, pero alguien más había llegado.

- ¿¡Quién te dijo que no la amo!? - Exclamó el de ushanka mientras se acercaba a los otros dos, su cara estaba roja de la furia y su tono de voz era uno qué nunca hubieran escuchado.

- Ves, no la amas por qué viniste aquí a verme. - Habló el de cabellos dorados.

— Rusia vamos adentro, sólo le diré a los sirvientes qué no lo dejen pasar. — Dijo la de cabello castaño mientras tomaba la mano de su hermano.

— Rusia tenemos qué hablar y tu lo sabes. — Soltó el de lentes de sol tomando la otra mano libre del ruso.

— Dejame hablar con Usa, Bielo. —

— Rusia solo-—

— ¡Por favor déjanos solos! —

Bielorrusia al ser la menor, no tuvo otra opción, más que hacerle caso a su hermano, asi qué salió de aquél lugar cabizbaja.

— ¿Qué? ¿Viniste a ser testigo de mi boda? — Preguntó el más alto con un tono sarcástico, era obvio qué no vino para eso.

— Rusia . . — Usa cambió su expresión a una de tristeza, negó con la cabeza y volvió a hablar. — . . No te cases. — Habló en un tono inocente, se acercó al ruso y lo abrazó.
— Te lo suplico. — Volvió a hablar con la voz entrecortada, dando a entender que estaba apunto de llorar. — Yo te amo. — dijo entre sollozos. — Tu me amas a mi. — acercó su rostro al del euroasiático, sus labios estaban apunto de tocarse entre si.

(...)

Canadá se encontraba en la casa del americano, le había avisado a Filipinas qué no iba a ir a la fiesta, le mintió diciéndole qué estaba enfermo, pero si le entregó el vestido.

Estaba recostado en el sillón, sus ojos estaban llorosos y en sus manos tenía su teléfono. Le había enviado un montón de mensajes a Usa, pero no respondió ninguno.

Suspiró y decidió levantarse para ver qué hacer mientras su hermano no estaba, pero mientras se ponía de pie, un fuerte dolor en su columna hizo que se volviera a sentar.

ℬ𝒆𝓪𝓾𝓽𝓲𝒇𝓾𝓵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora