Funeral.

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El clima era nublado, la lluvia era fuerte, el cielo era de color celeste pálido y las nubes era grises.

Todos iban vestidos de negro y los paraguas eran del mismo color.

Todos se habían reunido para ver por última vez al chino, todos eran invadidos por un aura de tristeza, nadie dijo una sola palabra, solo se quedaron ahí, viendo cómo estaban apunto se enterrar al chino.

Nadie podía consolarla, nadie podía calmar su llanto, nadie podía hacer qué la japonesa se despegara del ataúd del chino.

Gritaba su nombre entre un desgarrador llanto, era inútil, no se iba a levantar.

Vietnam por otro lado, también había perdido la cabeza, China era su esposo, ahora era viuda, no podía creerlo.

Llegó el momento en el qué ya tenían qué enterrar el ataúd.

Japón era tomada de los brazos por varios países, ella tan solo lloraba e intentaba qué la soltaran para poder abrazar el ataúd de madera.

Todo el mundo asistió al funeral del asiático.

Y a unos metros de toda la multitud, estaba Usa, no quería ir con la demás gente, todo el mundo lo miraba con odio, cómo si el fuera el culpable de la muerte de China.

Miraba al suelo con angustia, mientras qué movía lentamente una de sus pies.

Esperaba a qué Rusia volviera para poder irse a casa con él, no lo veía por ninguna parte, hasta qué lo encontró lejos de la multitud, hablando con Filipinas.

Al parecer tenían una discusión, lo supo por la forma en qué se miraban y hablaban.

No podía escuchar muy bien lo qué decían, no se escuchaba por el ruido de la lluvia, de todas formas, no es cómo si quisiera saber la conversación de ambos.

Sus ojos se abrieron cómo platos al ver cómo el ruso abrazaba a la menor de forma romántica.

Frunció el ceño y apretó sus puños, hubiera ido a golpearlo si no estuviera en un funeral.

Soltó un suspiro pesado y volvió a dirigir su vista al suelo.

Sacudió su cabeza y frunció el ceño, decidió irse de ahí, sin avisarle a Rusia.

Pero cuándo estaba apunto de entrar a su auto, Rusia apareció detrás de él, algo qué hizo qué se sobresaltara.

— ¿Ya nos vamos? — Preguntó el ruso, mientras se empapaba bajo la lluvia, ya qué el estadounidense llevaba en manos el paraguas.

— Si, nos vamos. — Respondió en un tono frió y sin voltear a verlo.

— ¿Usa pasa algo? — El nombrado no respondió, ya se había subido al auto.

Rusia confundido miró al estadounidense por detrás de la ventana, levantó sus cejas y corrió hasta la puerta del copiloto, para abrirla e ir con Usa.

— ¿Estás bien? — Rusia miró con preocupación al norteamericano, éste asintió con la cabeza lentamente, nisiquiera volteo a mirarlo. Puso las llaves y ni bien se encendió el auto, el inglés empezó a conducir.

Un largo e incómodo silencio invadió el interior de aquél auto, Rusia miraba de reojo al menor, mientras qué éste sólo tenía la vista enfrente y con una expresión de furia.

— Es raro verte conducir. — Soltó el ruso, para intentar hacer conversación con el de ojos azules, pero éste no le hizo caso alguno y tan solo asintió con la cabeza en modo de respuesta.

Al llegar a la casa del inglés, Rusia bajó rápidamente, mientras qué el estadounidense iba detrás de él, con la llave en manos para poder abrir la puerta.

ℬ𝒆𝓪𝓾𝓽𝓲𝒇𝓾𝓵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora