Señor China.

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Primero qué nada, China no está enfermo de c0ronavirus, por si acaso👁
Y se va a notar muxo qué hice esté cap muy apresurada.

Edit de hoy: me enfermé, tengo fiebre y dolor de garganta, si no actualizo más, ya saben que me pasó 😩✊
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— ¿Filipinas, segura qué estás bien? Podemos volver a casa si te sientes mal.

La chica de ushanka pasó una de sus manos por la espalda de la asiática, está desde ayer había estado mal, cosa qué preocupaba a la menor.

— E- Estoy bien Moscú, No te preocupes. — Respondió la de cabello castaño y ondulado, iba tropezando en lo qué caminaba por las afueras de la mansión China.

— Ven, siéntate aquí. — Moscú ayudó a qué la asiática se sentara en una de las bancas blancas del jardín.

— Me siento tan mal . . Quiero vomitar. —

— Tal vez comiste algo qué te cayó mal. —

La de piel roja volteó a ver a la entrada, qué estaba cerca de dónde estaban sentadas ella y Filipinas, encontrándose con su padre y con otro país más pequeño qué él.

— ¡Mira papá a venido! — Exclamó con alegría la de ushanka, haciendo qué Filipinas volteara a ver dónde supuestamente estaba el ruso. Primero sonrió cálidamente, pues en el fondo de su corazón seguía amando al euroasiático, pero luego una inmensa furia hizo qué su rostro se pusiera rojo, al ver al norteamericano al lado de el.

— Vámonos Moscú.

— Espera, iré a saludarlo. — Moscú dejó a la filipina sola en aquella banca y fue corriendo hasta dónde su padre.

Filipinas rodó los ojos y decidió esperar ahí sentada a la rusa, no tardaría mucho.

Su sorpresa fue grande al ver cómo Moscú y Rusia se acercaban a ella.

— Fili . .

— Rusia . .

Ambos se miraron, Filipinas lo miraba con furia, mientras qué el ruso la miraba nervioso, Filipinas lo estaba matando con la mirada.

— ¿Co- Cómo estás? — Rusia intentó acercarse a la de ojos bicolor, está al intentar alejarse, por moverse tan bruscamente, sintió un pequeño dolor en su abdomen, un mareo vino al mismo tiempo qué aquél dolor punzante, soltó un quejido fuerte asustando al ruso y a su hija.

— ¿Filipinas qué ocurre? — Rusia intentó poner una de sus manos en el hombro de la nombrada, pero está volvió a alejarse y con furia golpeó la mano del ruso.

— ¡No me toques! — Vociferó molesta la qué vestía con un vestido azul marino.

— Filipinas, vamos a casa. — Soltó con preocupación la hija del eslavo.

— No, te- tenemos qué quedarnos con el señor China. —

— Filipinas, te ves muy mal, necesitas descansar. — Rusia se acercó a la nombrada y en un movimiento rápido logró abrazarla, Filipinas no se quejó, es más, respondió el abrazo.

Un sonrojo color durazno se tornó en las mejillas de la asiática, Moscú al verlos no pudo evitar sonreír, extrañaba mucho qué su padre y Filipinas se abrazaran así.

La chica de ushanka se juntó con ellos en el abrazo, eran cómo la familia perfecta.

Filipinas después de unos minutos se separó, recordó qué estaba molesta con Rusia y no podía dejar qué venga de la nada a abrazarla.

Ambos adultos se miraron a los ojos por unos segundos, hasta qué la de cabello ondulado volvió a hablar.— Vamos Moscú. — La nombrada asintió con su cabeza y siguió por detrás a la filipina, qué caminaba hasta la entrada de la casa del chino.

Rusia miró cómo la chica de ojos bicolores caminaba hasta la gran mansión, sonrió ampliamente y un pequeño sonrojo se tornó en sus pómulos.

Realmente extrañaba a Filipinas, se podría decir qué aún la ama.

— Rusia ¿Podemos irnos? Todo el mundo me mira raro. — Dijo un angustiado estadounidense, arqueó una de sus cejas al ver qué el ruso seguía viendo la entrada a la casa del chino y lo ignoraba. — ¿Rusia? —

— ¡Ah, Usa! Si, si, va- vámonos. — Usa miró aún más confundido al ruso por tal comportamiento, era raro.

Sin darle más importancia tomó la mano del más alto y salieron de ahí por dónde vinieron.

(...)

— Señor China, n- no se preocupe, usted se va a poner bien. — Dijo entre lágrimas la de cabello negro, nunca se le había visto tan triste y preocupada a Japón.

China tan sólo la miraba, tenía qué hacer demasiada fuerza para poder articular palabras, pero estaba tan cansado, qué apenas y podía decir algo.

El de piel roja llevó una de sus manos hasta la de la japonesa, la miró a los ojos y dibujó una sonrisa en su rostro.

Japón entendió lo qué le quiso decir, más lágrimas empezaron a salir y sus sollozos se hacían más audibles.

— U- usted se pondrá mejor, se lo prometo, n- no, no le va a pasar nada. — Abrazó con todas sus fuerzas el cuerpo débil del mayor,

— J- Japón-— La nombrada miró al hombre, unas gotas de lagrimas cayeron a las mejillas de éste.

— ¿S- si señor China? —

— Te amo . . Hija. —

Soltó el último suspiro, cerró los ojos y en tan solo segundos su respiración se detuvo al igual que su corazón.

Esas fueron las últimas palabras del gran país China.

Incluso en sus últimas horas de vida, demostró qué amaba a Japón, cómo su propia hija.

La mente de Japón quedó en blanco, solo se quedó ahí, paralizada, con los ojos bien abiertos y con sus labios entrecerrados.

— ¿Se- Señor China? — No obtuvo respuesta. — ¡Señor China, despierte! — Sacudió el cuerpo con delicadeza. — ¡Papá! — Perdió la cabeza totalmente, al confirmar qué el cuerpo qué estaba sosteniendo con sus brazos, ya no tenía vida.

Estalló en llanto, no dejó de sostener el cuerpo del hombre, todos los qué estaban afuera de la habitación la escucharon gritar entre llanto el nombre del chino.

Varios países entraron, intentaron hacer qué Japón soltara el cuerpo, pero era imposible.

Todos se enteraron qué el chino ya había muerto.

Todo se volvió azul, muchos lloraban, otros no se lo podían creer. Los más afectados fueron Vietnam y Japón.

El clima se volvió nublado, no tardó mucho para qué lloviera, y para qué la mala noticia de la muerte del chino, llegara a los oídos de todo el mundo.

— Señor China . .

ℬ𝒆𝓪𝓾𝓽𝓲𝒇𝓾𝓵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora