XXIII

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Habían pasado unas horas a fuera, ocultos los tres para evitar más enfrentamientos.

Pero Steve debía volver, sus soldados lo estarían buscando por cielo, mar y tierra, y los quería concentrados en la captura de los enemigos.

Cuando informó de su decisión a Hill, no hubo mucho que la chica pudiera hacer para evitar que el monarca entrara al palacio, Tony miró a la chica una última vez antes de seguirlo.

El rubio iba adelante, Tony ni siquiera trató de hablarle, sabía que sería en vano, pues no le contestaría.

Cuando salieron del pasadizo, inmediatamente fueron rodeados por un grupo de soldados, quienes estaban aliviados por ver a su rey sano y salvo, este, le ordenó a dos de ellos que escoltaran al joven Stark al escondite en el que estaban los demás.

Tony iba a rechistar pero la mirada que Steve le lanzó le hizo pensar que no sería una buena idea contradecirlo.

Steve estaba más que molesto, y Tony tenía miedo de que nunca nada volviera a ser como antes.

Steve estaba más que molesto, y Tony tenía miedo de que nunca nada volviera a ser como antes

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Había pasado una semana exactamente desde tan inquietante suceso.

Steve seguía sin hablarle, durante los desayunos, comidas y cenas, ni siquiera lo miraba.

Los otros chicos comenzaban a sentir el ambiente pesado, todos sabían que para Steve, Tony era alguien especial, sin embargo, durante esos últimos días no podían evitar sentirse un poco felices, pues veían una oportunidad, en especial las recién llegadas.

–Esta es la segunda–murmuró Bruce.

Tony levantó la mirada del libro.

–¿Segunda qué?–preguntó confundido.

–Su segunda cita de la semana–dijo el castaño con lentes mirando a los dos rubios a lo lejos.

El otro castaño suspiró pesadamente cuando vio a la rubia colgada del brazo del monarca, ambos estaban riendo.

Con esa imagen en la cabeza, se recostó sobre el césped y colocó el libro abierto sobre su cara, se sentía horrible.

–Entonces...–comenzó Bruce–, ¿qué ocurrió entre ustedes? Se les nota...distantes–terminó por decir.

Tony soltó un grito de frustración en lugar de contestar.

–¿Están bien por allá?–preguntaron a lo lejos por medio de un grito.

Un castaño rodó los ojos y el otro apretó los labios y levantó su mano en forma de saludo.

–¡Todo bien!–contestó Bruce a Sharon.

Tony, aún con el libro en la cara, sólo levantó su pulgar en el aire.

–¡Los veré en un rato!–exclamó riendo la rubia.

El Rey                                                               [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora