XXVI

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Estaba cayendo, quisiera o no, estaba cayendo por Steve, y lo estaba haciendo rápidamente, era un nuevo sentimiento, uno que le gustaba pero que también le aterraba.

La luz atravesaba el ventanal con gran intensidad, Tony tuvo que parpadear varias veces para acostumbrarse a los rayos de sol que se estaban colando, había olvidado cerrar las cortinas la noche anterior. Aunque después de aquel beso, nadie lo culparía por olvidar hacerlo.

Con pereza se volteó boca arriba, talló sus ojos, bostezó y luego suspiró mirando el techo, no sabía qué era lo que le sorprendía más; el ataque de ayer o el beso, muy probablemente el beso, a los ataques, por desgracia, ya se estaba acostumbrando.

Giró su cabeza hacia la puerta cuando escuchó el picaporte de su puerta moverse, en un rápido movimiento se levantó de su cama y corrió al baño, se deshizo de la ropa de la noche anterior y se metió a la ducha rápidamente, su cabello terminó empapado inmediatamente.

–¿Tony? ¿Estás despierto tan temprano? ¡Vaya, qué milagro!–exclamó Rhodey al otro lado de la puerta divertido–. Ya vine a ponerte tu linda ropa diseñada por mí, apúrate ¿quieres?–dijo contra la puerta.

-¡Ya salgo!–el castaño contestó mientras se ponía shampoo en la cabeza.

Mientras se tallaba, comenzó a pensar en Hill, ¿estaría bien? ¿había sido tan rápida como siempre y había logrado huir? ¿en verdad Fury se había llevado la información sobre Hydra a la tumba?

El castaño jaló su cabellera con frustración.

Jamás imaginó que terminaría bajo tanto ataque y mucho menos imaginó que le gustaría, genuinamente, Steve.

Con ese último pensamiento en la cabeza tomó una toalla y se la colocó alrededor de su cintura para después abrir la puerta.

–Sin duda tú eres lento y me dices a mí anciano–dijo Steve mientras giraba sobre sus talones para ya no darle la espalda–. Oh, y-yo...–un ligero sonrojo apareció en las mejillas del rubio al ver al castaño todo mojado y con sólo una prenda cubriendo su cuerpo–, creí que te estabas cambiando dentro del baño–comentó riendo nervioso.

Tony sonrío ladinamente, le parecía un tanto divertido que Steve se comportara como un chiquillo en ese tipo de situaciones cuando ayer lo había besado de la forma en la que lo había hecho.

–¿Y Rhodey?–preguntó el castaño mirando alrededor cuando notó la ausencia del chico, sólo veía sus ropas perfectamente acomodadas sobre su cama. ¿De verdad Steve no las había notado?–. ¿Steve?–giró su rostro para fijar su vista nuevamente en el mayor.

Soltó una leve carcajada al ver la embobada cara de Steve, lo hacía sentir bien consigo mismo, lo había sentir deseado.

–¿Le gusta lo que ve, majestad?–preguntó enarcando una ceja.

El susodicho sacudió la cabeza levemente, despabilándose.

–No sé de qué habla joven Stark–murmuró el rubio antes de voltearse en dirección al ventanal, para darle privacidad.

El castaño rio por lo bajo y caminó hacia su cama para tomar su ropa interior y pantalón.

–¿Y...–comenzó Tony a preguntar mientras se ponía sus calzoncillos–, a qué se debe el placer?—terminó la pregunta una vez tuvo su vestimenta inferior puesta.

Steve suspiró con pesadez.

–Me temo que no es por algo bueno que vengo–Steve miró de reojo a Tony, quien se estaba colocando su camisa–. Le indiqué a Thor que fuera a verificar la casa en dónde se encontraban María y Fury–murmuró–. Además de ser un gran príncipe también es un gran soldado–sonrió ladinamente al recordar a su primo–. Volvió hace una hora–terminó por decir girando sobre sus talones.

El Rey                                                               [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora