Frustrante. Esa era la palabra que definía el estado de Hoseok en ese instante. Con los ojos cansados, la espalda adolorida y el sentimiento de que era un inútil. Su vida pisoteada hasta el extremo por sus propios conflictos, por sus propias filias y fobias. Por él mismo. Hoseok estaba agotado, olvidaba cada mañana la razón de sus sonrisas sin embargo estas permanecían en su cara día tras día como el recuerdo de lo que jamás llegaría a tener. Porque sonreír no ayudaba pero al menos le permitía mostrar una faceta de si mismo mucho más aceptable ante la sociedad. Caminar por las calles cabizbajo ni siquiera implicaba que las personas se pararan a preguntarle que era lo que le sucedía así que simplemente prefería sonreír antes que gritar, que llorar, que huir...
El olor a café se colaba por los orificios de su nariz mientras la lluvia se desplazaba con prisa sobre las ventanas de cristal de su estudio, hasta esta parecía desesperada por abandonar el mundo, incolora, insabora.... en una carrera suicida hacía el abismo marcado por el fin de la galería de cristal. En el ordenador se podía ver un documento abierto en el que se narraba un intento de novela policíaca. Algunas hojas se dispersaban alrededor del despacho de madera oscura, la tinta de un bolígrafo destintado haciendo su presencia entre el desastre marcaba el final de la jornada establecida por él mismo para si mismo.
Hoseok se levanto en un intento por estirar su adormecida espalda y abrió la ventana. El viento frío choco contra su piel al igual que las gotas de agua que se colaban sin permiso en su apartamento. El sudor se volvió helado en su cuello logrando que se estremeciera ante el cambio de temperatura. Al menos su cuerpo seguía respondiendo a los estímulos de la vida.
Decidió limitarse a respirar, sin pensamientos.
"Definitivamente es más fácil decirlo que hacerlo" - recordó las palabras de uno de sus pacientes, quizás el loco fuese él después de todo.
Enfoco la mirada aun con el cuello dolorido. En silencio fingido pues escuchaba su corazón golpetearle contra el pecho. Solo observando la lluvia romper contra la carretera mientras los coches se movían al ritmo de un atasco. Alzo la palma de la mano y observo con pereza como las gotas comenzaban a formar una pequeñísima charca en esta. El vapor se escapaba de su boca creando una nube blanca etérea.
Intentar alejar los pensamientos de su cabeza y lograrlo eran dos cosas totalmente diferentes y él lo sabía. ¿Psicólogo? Ya ni siquiera comprendía porque mantenía ese titulo pues no llego a lograr nada nunca., al menos nada importante ¿Acaso su sueño de ayudar a las personas se había cumplido? No, la respuesta siempre sería negativa. Libros fáciles de escribir en los que daba consejos fingiendo saber bien de lo que hablaba. Eso era lo único que le quedaba. Ni una pizca de la esperanza que trataba de inspirar a otros, ni un poco de egocentrismo, ni siquiera confianza. Ese era el verdadero Hoseok. El chico atormentado por la necesidad de triunfar en la vida. Secuestrado por el afán de sentirse orgulloso de si mismo. Enfermo por sus propios pensamientos cargados de imágenes dolorosas y de recuerdos intoxicados. Las paredes simulaban ser las únicas que lo escuchaban hablar en voz baja, tan necesitado que sus manos en infinidad de ocasiones se convertían en un falso consuelo fijado únicamente en el placer temprano, sustituyendo el cariño de una persona real.
Estaba cansado de fingir estar bien para que los demás no se preocupasen. Agotado de sonreír mientras en su interior todo se rompía poco a poco. Astillado. Acabado.
—¿Hoseok estas bien? — las lagrimas habían empezado a resbalar por su mejilla. — ¿Hobi?
—Estoy bien — contesto girándose hacía su ayudante.
—No lo estas. ¿Acaso llorar es algo bueno para ti? — Yuqi poso la mano sobre su mejilla y se permitió cerrar los ojos mientras disfrutaba del toque. La luz provocaba que el reflejo de las gotas de lluvia serpenteara rápidamente por la cara del escritor y ahora también por la mano de su ayudante.
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ᴅᴏ ʏᴏᴜ! ✽ᴊɪᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ✽ [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏɴ ]
FanfictionJimin portaba un corazón repleto de tristeza y miedo, tan lascimero que la vida le resultaba un castigo. Seguía respirando. Moviéndose. Permitiéndose soñar despierto pero con el alma siempre en un puño de alambre afilado. Su corazón estaba repleto d...