Diez

509 65 24
                                    

Cuando desperté de nuevo, sentía la garganta seca. Un pobre gemido de dolor salió de mi boca cuando trate de levantarme. Mi brazo estaba sujetado con más fuerza ahora.

Mire el techo por varios minutos, la lámpara hacía que mi vista doliera y se hiciera borrosa con cada minuto que pasaba, aún así nunca aparte la mirada.

Alguien entro, y se sentó a mi lado pero no hablo, no dijo nada. Después de varios minutos, los sollozos poco a poco se detuvieron, así que hable

–Largate– Fue lo primero que dije, mi voz era gruesa, casi no la reconocía– Vete

–No puedo hacerlo– Dijo en voz baja

–No quiero verte

–No lo hagas

Quería dirigir mi enojo hacia alguien, y el era el único a mi lado. Ni si quiera importaba que supiera lo del bebé, sabía que la culpa no era suya, pero mis sentimientos estaban hechos un desastre y prefería sentir enojo a sentir el dolor de la perdida, el dolor de que ella se fue

–El doctor dijo que mañana puedes salir ya que tus heridas no son graves– Hablo con suavidad– El funeral fue ayer...

Lo mire en ese momento, el tenía la mirada hacia sus manos, que jugaba con nerviosismo

–Eren se encargo de todo– Dijo está vez, limpiando sus ojos cuando una lágrima salió– Eren... Esta destrozado, todos lo estamos...

No hable con el, no pude. El nudo en mi garganta era duro, dolía. Al ver qué no respondí, solo suspiro, y no dijo nada más. Me acompaño durante todo el día, pendiente de si necesitaba algo o llamando a las enfermeras.

Cuando me dieron de alta, el firmo, Mikasa y yo lo teníamos como referencia si algo nos sucedía a ambos. Salí del hospital en silla de ruedas, un auto esperaba pero no tenía tiempo de ver quien era el conductor. Solo estaba existiendo, no tenía ganas de hablar, no quería respirar, no quería vivir.

El auto se detuvo, reconocí el lugar y baje de inmediato. Marco camino delante de mi, hasta llegar.

Ahí estaba, su nombre tallado en la piedra, caí de rodillas con un golpe sordo, las flores frescas decoraban el frío gris. Mi mano se poso sobre su nombre, recorriendo cada letra.

Lágrimas pesadas salieron de mi rostro, de nuevo desgarre mi garganta con cada sollozo.

No se cuánto tiempo estuve así, solo que mi cuerpo se sentía pesado y ya no sentía las piernas, mi ropa estaba húmeda, y Marco seguía detrás de mi, no se alejo en ningún momento

Me levanté con cuidado, no quería irme, quería seguir ahí, sintiendo que estaba con ella, con el bebé

–Eren...– Giré mi rostro al escuchar su nombre– No lo hagas, acaba de salir

·¡TODO ES TU CULPA!– Grito mientras un apurado Armin venía detrás de él– ¡TU LA MATASTE!

–Ya basta Eren, no es momento para esto– Se escuchaba la voz de Armin calmandolo, Marco sujeto mi brazo y tiro de mi

–Vamonos, vendremos después– Dijo pero me solté, observando a Eren– Jean, por favor– Pidió con la voz rota

–¡Ya se que la mate!· Hable con fuerza· ¡Todo es mi culpa!, ¡Pero yo la amaba!

–Cállate, no tienes ningún derecho de decir eso, ¡Maldito asesino!– Se soltó de Armin y camino directo a mi, su puño hizo que sintiera el sabor de la sangre en mi boca.

Mi cuerpo estaba débil, caí al suelo por el golpe, el dolor recorrió todo mi brazo y pecho. Derribe algunas flores de otra de las lápidas, mientras Marco volvía a meterse entre nosotros.

Amargo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora