Capítulo 21

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           Cuerda floja

_Estaba nerviosa y con temblores en mis piernas, pero, cuando entré a la nave, sentí que debía hacerlo. Si no era yo, nadie más salvaría a Brone.

A paso lento entré, la nave era grande y el color plateado sucio predominaba el lugar, en la puerta principal no había nadie. Erin me escoltaría hacia adentro así que, sin saber lo que me pasaría posteriormente, miré por última vez el mundo en el exterior antes de que las puertas se cerraran detrás de mí.

-No me toques. Que me guíes a la miseria no te hace mi amigo. No esperes que tomemos café en el infierno- ordené en voz baja cuando Erin quiso tocar mi mano. Lo miré con asco para luego continuar nuestro camino.

El pasillo era largo y habían muchas habitaciones cerradas con puertas de un metal que a primera vista parecía resistente, en cada puerta había un hombre vestido de amarillo, cuidando lo que sea que estuviera allá dentro. La mayoría de ellos tenían unas máscaras para ocultar sus caras, daban miedo. Ahí fue cuando empecé a dudar de que eran hombres normales.

La duda tiene una parte importante aquí.

Sin reparar mi vista en ellos por más de diez segundos, miré al frente hasta doblar en otra pasillo similar, solo que en vez de uno, habían dos guardias en cada puerta. Me dió escalofríos pensar lo que yacía dentro de las habitaciones.

Llegamos a una puerta similar y Erin tocó dos veces, pero no esperó a que lo dejaran pasar y entró halándome con el. Cuando entramos lo primero que noté fue a Izaro.

Estaba parada frente una camilla mezclando algunas cosas y con una jeringa en la mano. Notó nuestra presencia sonrió. Esa sonrisa era igual a la de Geo: malvada y sin escrúpulos.

-No creí que vendrías tan pronto, bienvenida- se acercó a nosotros y también caminé hacia ella.

Cuando estuve lo suficientemente cerca, estrellé mi mano en el lado derecho de su cara, pero no a gusto, volví a estrellarla en el mismo sitio y con más fuerza.

Ella solo sonreía y eso logró enojarme más. La empujé y cayó al suelo, me senté en su regazo y halé su cabello con fuerza. Pero ella no se defendía y eso me enojaba, hasta que Erin me quitó de encima de ella.

-No tenías que cortar sus frenos, él no te debía nada- dije gritando refiriéndome a Gate.

-Yo le dije a Geo que solo le cortáramos un brazo, pero él siempre está en un nivel extremo- dijo descaradamente al mismo tiempo que se levantaba del frío piso.

-Eres una hija de puta- me acerqué a ella para volver a impactar mi mano en su rostro, pero Erin me detuvo nuevamente.

-Y tienes razón, mi mamá era una puta. Metía hombres a la casa cuando yo aún era una niña- lo que decía no parecía afectarle en absoluto así que decidí calmarme y quedarme callada.

-No me interesa saber tu vida, solo quiero negociar contigo- dije tomando asiento frente a ella en una silla vieja y oxidada.

-Tengo a tu hermano, no estás en posición de negociar- se sentó en la camilla.

-Entonces déjalo ir. Ya me tienes a mí, ya sé qué eres una hija de puta capaz de tomarnos a los dos. Pero tu problema es conmigo- coloqué mis codos en mis rodillas en el mismo lapso que la miraba con desprecio.

Ella se quedó callada un momento, pero luego asintió seria. Cuando sonreía se veía más lunática de lo que ya era.

-Está bien, no le tocaré un pelo, pero tú serás mi ratón de laboratorio- sacó un cigarrillo de su bolsillo y Erin se acercó a ella con un encendedor y rápidamente el pequeño objeto se encendió.

SZIRATROVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora