двадцать [20]

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Aquel era uno de aquellos días en los que Horacio tenía que comer en la cantina sin compañía de nadie; Empezaba a acostumbrarse a tener que hacerlo aunque no le gustase, pues los horarios en los que tenía que participar en tareas del Cherno le obligaba a tener una rutina algo extraña. Además, Volkov siempre rehuía los lugares concurridos, así que no era como si fuera a acompañarle a comer allí; si había sido arrastrado a la cantina por Ivanov en su momento, pero Horacio no se sentía con esas confianzas como para sacar a Volkov de su zona de confort solo por querer hablar con alguien mientras comía.

La tranquilidad le permitía comprobar estupideces en su móvil y ciertamente, tenía que admitir que hubiera preferido aquel aburrimiento a lo que estaba por venir: Gustabo se acercó con Emilio, ambos portando bandejas de comida y con la clara intención de sentarse con él. Si bien en la última conversación que había tenido su mejor amigo había intentado creer en que tenía que dejar escapar su pasado en común con Gringo y no darle más vueltas: En todos aquellos días en los que no había hablado lo más mínimo con Gustabo había continuado pensando en ello y había vuelto al punto de inicio, tenía que culpar a alguien de lo sucedido.

Por eso en el momento en el que ambos hombres se acercaron, Horacio hizo un ademán para levantarse e irse, pero Gustabo lo sujetó del brazo para impedir que huyera.

Horacio, joder, deja de actuar como un niño. ¡No me puedes ignorar eternamente!

¡Tengo derecho a estar enfadado! —Si bien en su enfrentamiento anterior Horacio no había actuado con su propia personalidad, ahora no sentía que se estuviera dejando arrastrar por su parte más "rusa".

Gustabo le soltó del brazo, pero lo hizo de malas maneras. —Joder, deja el pasado en su sitio ya. Le estás dando demasiada importancia a un primer amor, ya sabes lo que dicen: Esas mierdas nunca funcionan.

¡Que tu no sientas atracción romántica por nadie no te da derecho a joderme mis relaciones! Estoy seguro que si no le hubieras dicho nada... Nada se hubiera ido a la mierda o no de esa forma. — Horacio se separó un poco, cruzándose de brazos.

Eh, no saques mierda personal ahora. Él era un drogadicto, yo solo quería lo mejor para ti, ¿vale?

¡Yo también lo era! Y desde antes de conocer a John así que no me sirve que intentes desviar el tema por ahí. Aunque no lo expresaría en alto, también era cierto que su relación con Gringo potenció que tomase ese tipo de estupefacientes.

Joder, desapareciste por meses, yo que mierdas sabía la cronología de los hechos: Yo solo hice uno más uno pues dos. ¿Pero en serio me vas a odiar por preocuparme por ti en el pasado? Recuerda quien ha estado siempre a tu lado, Horacio. No dejes que te coman el coco.

Ese era el mensaje adecuado para que Horacio calmase su furia interna y volviera a confiar en Gustabo. Si bien Claudio una vez le dijo que las buenas personas atraían a buenas personas, Horacio se había sentido abandonado en muchos puntos de su vida y la única persona que parecía haber demostrado estar allí en cualquier circunstancia era Gustabo: No podía obviar su realidad.



El día a día en el cuartel era bastante tranquilo en el aspecto que las tareas eran muy rutinarias, si bien era cierto que al ser una pequeña ciudad donde siempre se cruzaban las mismas personas habían muchos rumores circulando; unos ciertos y otros no tanto. Normalmente Horacio ignoraba ese tipo de información porque muchas veces incluso era sobre gente que no sabía ni quien era, pero al parecer, ese día estaba habiendo revuelo en la sala central y los militares estaban decidiendo ir a echarle una ojeada, por lo que Horacio decidió hacer lo mismo.

Черный ✬ Альфа || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora