Ahora puedo contar que la primera vez que tomé el autobús en Seattle fue con un vestido elegante que únicamente me cubría la mitad del cuerpo y en mi mente siempre estará el recuerdo de todos los pasajeros mirándome, el de esa bruja sacándome fotos tan descarada como si fuera ciega y el dolor de pies que tengo desde que nos echaron del autobús por mi culpa.
—¿Me tengo que acostumbrar a que nos echen de todos lados? —no le respondo—. Haces llorar a todos.
—¡Eso no es verdad! —lo miro.
Llevamos quince minutos caminando en la oscuridad tomados de la mano, Shawn se rehúsa a soltarme.
—Incluso a los niños.
—Eso es diferente, no los tolero.
Incluso cuando era niña los detestaba, cuando cumplí dieciocho fue el día más feliz de mi vida y me he jurado que jamás, ni siquiera si es de vida o muerte, jamás tendré hijos.
—Abby, si alguna vez me invitan a un concurso llamado: "Haz llorar a esa chica", iré contigo.
—Ganaríamos el premio mayor —sonrío.
Shawn se detiene frente a un camión de dudosa procedencia, en donde sirven comida chatarra que seguramente no fue aprobada por salubridad.
—¿Está es tu idea de una cita romántica?
—Si —me sonríe—, y tú vas a pagar.
Aunque eso haya sonado loco y algo brusco, me enamora completamente, pero se me quita al darme cuenta de que la gran cita romántica de Shawn es cenar comida chatarra en un parque apestoso, sentados en un par de columpios oxidados.
—Esto no me gusta.
—¿Qué te gusta?
Estamos frente a frente con nuestra comida en las piernas, Shawn mirando hacia la izquierda y yo hacia la derecha.
—Me gusta un restaurante elegante con código de etiqueta.
—¿Podrías ser más molesta?
—Ya te he dicho que si —se ríe.
—Oye, Joe sirve la mejor comida en Seattle.
Shawn tiene una enorme pizza en varias servilletas, yo una hamburguesa aún más grande envuelta en más servilletas y pedimos un refresco cada uno.
—¿Imaginaste que terminaríamos aquí cuando nos conocimos? —pregunta.
—Cuando nos conocimos fantaseaba con la idea de tu muerte prematura.
—Y yo con la tuya —sonríe.
Es más que obvio que no tenemos una relación convencional. No como la que tenía con Jack.
—Nunca me has hablado de ti —doy una mordida a mi hamburguesa—, tu conoces todo de mí y yo no conozco nada de ti.
—Me llamo Shawn —sonríe.
—Eres un zoquete —le pateo la espinilla—, sabes a que me refiero.
—Tú quieres saber sobre Emma.
—Me conoces tan bien.
Me mira con una sonrisa y se queda en silencio durante unos segundos que siento tan eternos, hasta que por fin responde.
—La conocí en la universidad.
—¿Qué estudiaste?
—Literatura y lingüística.
—¿Es lo que querías estudiar?
—Si.
Sus respuestas son cortas y muy directas.
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Todos Los Días De Mi Vida
Teen FictionEstar con Abby era como tomar café y Shawn odiaba el café.