12. Siempre Es Un Gusto

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Después de varias horas trabajando en salvar mi compañía y fracasar, por fin decido tomarme un merecido descanso, así que pido que me traigan una botella de agua y un enorme plato de palomitas caseras, lo que no pedí fue a mi mellizo comiéndose mis palomitas.

—Son mis palomitas.

Blake se sienta frente a mí, lleva una sonrisa reluciente.

—Te vas a dañar la figura.

—Deberías preocuparte más por la tuya —lo ignoro volviendo a mi computadora— ¿Qué necesitas? Estoy trabajando —en realidad me pongo a hacer un dibujo de Blake en Paint.

—La dulce abuela aprendió a enviar correos —sonríe— y nos invitó a celebrar nuestro cumpleaños en su casa este año.

—Imposible —muevo la cabeza en señal de negación—, tengo mucho trabajo.

—No es cierto, ni siquiera tienes empresa, solo tienes coches.

Debido a la demanda de Paul, todas las personas que estaban dispuestas a invertir se han retirado y Rachel puso en pausa su asociación conmigo, para empezar nadie quería asociarse con una compañía arruinada desde los noventas y empeoró cuando el apellido Hawckett se vio asociado a mí con nada más y nada menos que una demanda.

—Pues el trabajo que tengo es intentar tener una.

—Quiero ir a Italia —levanta su labio inferior y junta sus cejas.

—Pues ve, llévate el avión.

—Nunca hemos celebrado nuestros cumpleaños separados.

—Este año todo es diferente —suspiro, melancólica—, no voy a ir a Italia, Blake, lo siento.

—De acuerdo —se levanta haciendo sonar el sillón—, por cierto, Valentina llega esta noche.

Sale azotando la puerta como cuando era un niño pequeño y papá le negaba su mesada. Su mesada de cincuenta mil dólares.

—Malcriado —murmuro.

Como cada día de cada semana en esta casa la siguiente en irrumpir es Mónica y sus lentes negros.

—¿Qué necesito para tener paz en esta casa? —me quejo cuando se sienta frente a mí— Voy a mandar a poner un enorme letrero de no molestar.

—Te traigo buenas noticias.

—¿Tienes una solución para la demanda de mi hermano?

—No tan buenas —se quita los lentes y los coloca en mi escritorio—, pero puedas quitarle una T a tu apellido.

—No seas mediocre, Mónica —cuento hasta tres mentalmente— ¿Esas eran tus buenas noticias?

—No seas mediocre, Abby —me imita como si tuviera acento italiano, cosa que yo no tengo—, puede que mi mami esté interesada en invertir en Hawckett&Fitzroy.

—Actualízate —cruzo los brazos sobre mi escritorio—, ya no existe mi imperio.

—¿Te rendiste tan fácil?

—No me he rendido —suspiro—, solo me tomo un descanso.

—Hablando de descansos —arrastra el sillón para acercarse a mi—, esta mañana desayuné con mi madre y me comentó que se encontró con la doctora Thomas anoche.

Delila Thomas es una buena amiga de Gertie, la madre de Mónica y es una psiquiatra especialista en desórdenes alimenticios quien, por cierto, llevo dos meses evitando.

—¿Ah sí? —finjo qué utilizo mi computadora para ignorarla— ¿Y cómo esta ella?

—Preocupada por ti, Abigail.

Todos Los Días De Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora