44. La perdí

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Shawn Sheridan

Lo poco que recuerdo de mi padre es bueno e inspirador, él fue una persona maravillosa que siguió adelante después de perder a mi madre, a su hermana, a su padre, incluso después de volver de la guerra. Él siguió adelante hasta que un sujeto en una tienda decidió que era más importante llevar a cabo su robo que la vida de mi papá. Muchos dirían que es irónico que después de volver de la guerra, de un lugar en el que muere tanta gente, termines muriendo en donde se supone ya estás seguro, pero fue un hombre fuera de lo común, desde el día de su nacimiento hasta el día de su muerte. Todo lo que recuerdo de mi padre es muy distinto a lo que recuerdo de mi madre. Ella siempre ha sido una terrible mujer, una manipuladora que me abandonó en el momento que encontró a un hombre más rico que mi padre, una mujer interesada que no dudaría en hacer lo que fuera con tal de salirse con la suya. Ella tuvo una nueva familia en Australia y abandonó la que ya tenía en Seattle.

Cuando mi padre murió, mi madre no quiso llevarme a Australia y yo culpé a su nuevo esposo, culpé a sus nuevos hijos, los culpé por sus errores, después de todo, yo solo era un niño que quería una familia, solo un niño abandonado por su madre cuyo padre había muerto, solo un niño solitario con una abuela muy enferma. Mi abuela fue mi verdadera madre, fue quien me mantuvo con vida después de todo lo que me había hecho mi madre. A ella la recuerdo tierna y cariñosa, recuerdo sus galletas y anécdotas sobre mi padre, recuerdo que a pesar de tener tanto dinero y ocupaciones ella siempre me dio el cariño que necesitaba. Durante los días con mi abuela pasé por varios colegios, ella se aseguró de que tuviera la mejor educación en las mejores escuelas, las mismas escuelas en donde estudió mi padre y gracias a eso conocí a Abigail Hawckett.

La conocí sentada en un columpio, estaba sola a pesar de tener todas las posibilidades de juntarse con esos idiotas, ella estaba ahí y se robó mi corazón cuando me defendió de sus propios amigos, cuando defendía mi disfraz del hombre araña, cuando se molestaba por sacar nueve, todo en ella me enamoró. Recuerdo cada detalle, recuerdo la forma en que sus ojos brillaban cuando jugábamos en los columpios, recuerdo el sonido de su risa, todos los sueños que tenía, recuerdo la dolorosa despedida y recuerdo su voz, asegurándome que todo estaría bien. Sentí todo lo que un niño podía sentir por Abigail Hawckett y estaba dispuesto a casarme con ella. Hasta que mi abuela murió y tuve que mudarme a Australia con mi madre y su nueva familia perfecta. Pero ya no la quería, solo quería a mi abuela y a Seattle, quería que me dejara con la vida que conocía, que me olvidara de nuevo.

En Australia no encontré el amor de una madre ni la aceptación de mi hermano, lo que obtuve fue la certeza de que mi padrastro no era nada malo en comparación de mi propia madre, quien creyó que tendría a su nueva familia sin los recuerdos de mi papá, pero llegué y arruiné sus planes. Arruiné su familia perfecta de cuatro cuando su marido me adoptó, él me dio el mismo trato que a sus propios hijos, me convirtió en un Rowling y aunque jamás quise serlo mi madre cambió mis apellidos a Sheridan-Rowling. Crecí en Australia estudiando en colegios con mis hermanos menores, horribles uniformes y profesores católicos.

Cuando entré a la universidad, comencé a escribir para pequeñas revistas en línea, empecé un blog y sin darme cuenta ya era conocido como Patrick Rowling, el famoso chismógrafo que jamás dejaba tener secretos a una celebridad, sin darme cuenta era conocido por lo que más odiaba, por eso usé el nombre que más odiaba. La universidad fue una etapa extraña, todos sabían que era hijo de Samuel Rowling, el dueño de los hoteles LeVie, el excéntrico artista millonario que adoptó al hijo de su esposa. Yo era Shawn Rowling y todos ahí lo sabían, por eso Emma Jennings salía conmigo y por eso nuestras madres planeaban nuestro matrimonio.

Mi madre me ofreció trabajo cuando terminé la universidad, pero después de un tiempo trabajando con ella me di cuenta de que jamás me tomarían enserio, así que decidí dejarlo todo y volver a Estados Unidos, terminé con Emma el día de nuestra fiesta de compromiso y hui a Seattle hecho mierda después de años soportando a mi madre, una madre demasiado parecida a la nueva Abigail Hawckett que aparecía en todas las revistas.

En Estados Unidos vivía de la herencia millonaria de mi abuela, así que no me preocupé demasiado en conseguir trabajo, hasta que recibí un correo de Kelsey Winnifred ofreciéndome algo más que un simple espacio semanal en su revista, ella me ofrecía la oportunidad de convertirme en un escritor conocido por más que escribir chismes y a cambio sólo debía escribir un libro sobre la dramática vida de los Hawckett, más específicamente de Abigail Hawckett. Al principio la rechacé porque no tenía mucho interés en volver a verla, pero Abigail se convirtió en todo lo que odiaba de mí madre y sin darme cuenta comencé a odiarla tanto como a mi mamá, nunca supe si fue la influencia de Kelsey, la de mi mamá, la distancia, lo que leía sobre ella o la tremenda necesidad de sentir algo.

Lo que sé es que yo quería ser escritor, en serio quería escribir temas de importancia, así que acepté trabajar para Kelsey, no me importó causar daño, acepté, y lo hice porque con el respaldo de Kelsey y de Hank podría dejar de tener el título de chismógrafo que yo mismo me había puesto años atrás, podría escribir sobre el clima, política, economía, podría escribir cualquier cosa.

Aunque antes de aceptar me jure a mí mismo que jamás volvería a ser cegado ante la falsedad de Abigail, que jamás volvería a pasar demasiado tiempo con una persona como mi madre, pero ya estaba cegado ante la idea de Abigail, ella nunca fue el objeto de mi odio, fue la persona que me despertó. En cuanto la volví a ver, volví a enamorarme de ella, lo supe en el momento en que la llevé al antiguo apartamento de mi padre, aunque no quise creerlo, no quise creer que nuevamente estaba cayendo por ella. Lo estaba, estaba perdida e irremediablemente enamorado de Abigail, enamorado de sus ojos, de su sonrisa, de su cabello, de su carácter, de su presencia y lo imponente que era. Me enamoré de la Abby que le grita al cielo, de la Abby que construye escuelas, de la que lucha por sus sueños, la que baila en bodas, la que come como si la comida dejara de existir si la suelta, de la Abby que canta a todo pulmón, me enamoré de Abigail Cassidy Hawckett, de mi princesa, de todo lo que ella representa en mi vida, intenté engañarme por mucho tiempo pero siempre lo supe, siempre supe que mi corazón le pertenecía a Abigail, aunque de alguna manera yo mismo me hice creer que el amor no era más que hormonas, de alguna manera dejé que la decepción y malas experiencias me cegaran y me dejé envolver en el corazón roto, le tomé pánico al amor y hui de él, estaba muerto y no lo sabía, entonces Abigail me despertó a gritos y me obligó a vivir. Ella siempre fue así, caótica e impredecible, nunca sabía si iba a amarme o a odiarme, si iba a pedirme que no me fuera o si se iría, y aunque parezca loco es por ese detalle que la amo, porque ofrece todo de ella, sea bueno o malo.

Entonces me pasó eso de lo que todos hablaban, de repente me crucé con alguien y resultó que ella era la pieza que me faltaba todo este tiempo, la razón de porque jamás fui completamente feliz. Comencé a ver lo bello que nos ofrece la vida, comencé a ver belleza en todo lo ruin y malévolo, de repente el horrible mundo oscuro, incierto y cruel ya no me aterraba porque esta vez la tuve a ella, a esa persona con quien enfrentaría los peores infiernos, a esa con quien quiero pasar todos los días de mi vida.

Y ahora la perdí, ya no me queda nada y me aterra lo que vendrá mañana porque ella era quien iluminaba mis días, era ella quien me mantenía aquí.

Y ahora la perdí.

Todos Los Días De Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora