50. Todos Los Días De Mi Vida

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Mi vestido reluce demasiado en el espejo, jamás había visto algo tan brillante en mi sin despertar sentimientos, jamás había visto mi cabello lucir tan perfecto sin sentirme espléndida. No quiero mirarme, me asquea mirarme, pero no puedo evitar hacerlo, luzco tan brillante como las estrellas y es imposible no verme.

La iglesia fue elegida por Grant Willbourn, al igual que todo lo demás, al igual que el cuarto en el que me estoy preparando, que tiene una enorme ventana por la que veo a todos los invitados llegando, moviéndose demasiado rápido, demasiado elegantes, demasiado entusiasmados, esperando a que la novia salga para comprometerse a amar al hombre que la espera para toda la vida.

—Abby...

Blake me salva de mi propia mente, incluso me pone feliz verlo con ese precioso traje azul marino que sé que ha hecho él mismo. Por primera vez en mucho tiempo me hace feliz verlo.

—Hola.

Se acerca a mí y me abraza fuerte, con esa clase de cariño que me asegura que todo estará bien, pero sé que no lo estará, sé que a pesar de todo el amor que Blake pueda ofrecerme nada estará bien.

—No tienes que hacer esto —me rompe.

—Blake.

—Queremos que seas feliz.

—¡Blake! —sonrío—. Voy a ser muy feliz —me giro para volver a ver mi reflejo en el espejo—, Jack me va a hacer muy feliz.

Tal vez si lo repito muchas veces llegue a creérmelo, tal vez mi cerebro se acostumbre y termine haciéndome creer que soy feliz, por el resto de mi vida.

—Luces preciosa —recarga la barbilla en mi hombro—, igual a mamá.

—Lo sé.

Se que está molesto por cómo lo traté ayer, pero él sabe que en este momento no necesito más estrés, así que me trata como si todos estos meses no hubieran pasado.

—Abby, ¿realmente serás feliz?

—Basta —me sobresalto—, tienes que irte.

Blake me mira un momento, después continúa hablando.

—Se que probablemente me vas a odiar después de esto... —muy rápido

—¿Qué? —giro.

—No puedo dejar que hagas esto.

Blake sale de la habitación y deja entrar a alguien más, tan sigiloso como un espía.

—Blake...

Al verlo se me congela la piel, todo mi sistema se detiene y mi estómago se revuelve de una manera espantosa. Se llama odio.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Estas hermosa.

Lleva un elegante traje negro, una sencilla corbata roja y el cabello enmarañado.

—No te quiero aquí —susurro en un hilo de voz.

Me quedo paralizada, me es imposible moverme, aunque quiera golpearlo, patearlo, gritarle que lo odio. Me es imposible moverme.

—No te cases —suelta sin divagar, sin escudo, sin filtros.

Sus palabras terminan de hacerme enojar, me hacen recordar cuánto lloré por él, me causan tanta rabia que me pongo roja y por fin reúno la fuerza necesaria para gritarle, para sacar todo lo que guardé.

—¡Lárgate! —le grito apretando los puños—. Déjame en paz de una puta vez.

Él se acerca a mí, pero yo retrocedo porque sé que podría golpearlo. No hay una sola parte en mí que no lo odie.

Todos Los Días De Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora