Después de tres horas en carretera, descubrí que era un camino de una hora y 42 minutos y después de unas cuantas peleas sobre a qué lado se giraba o cuál camino tomar, por fin llegamos a Ellensburg, molestos, acalorados y sin comida.
—No puedo creer que me hayas arrastrado hasta aquí.
Cuando aún conducía, disfrutaba mucho conducir en la carretera, disfrutaba el aire y quitar el techo de mi Porsche, disfrutaba mucho que fuera un modelo clásico, pero en este viaje anhelé tanto tener asientos traseros.
—Todas tus quejas son innecesarias.
—¡Son las seis de la tarde! Tendría que estar trabajando.
—¡Yo soy tu trabajo! —cruzo los brazos, molesta— y te compré una hamburguesa.
—Tamaño infantil.
—Y una Bellota —le sonrío mostrándole la muñequita.
—¿Ya me vas a decir por qué estamos aquí? —ignora por completo a la muñeca.
—Rachel hizo una cita en el hospital general de Ellensburg.
—¿No es doctora? —asiento—. Tal vez trabaja aquí.
—Aquí nació, trabajó en el hospital general hace cinco años, después la despidieron y se fue a Seattle a hacerse rica.
—¿Cómo sabes eso?
—Puede que haya hablado con la secretaria de su antiguo jefe.
—Y con hablar te refieres a pagarle por información —afirma.
—Si —sonrío—, ya estas aprendiendo.
Nos tardamos tanto en encontrar el hospital que ya está por oscurecer, pero finalmente entramos al edificio con excelente aire acondicionado. En la recepción hay una señora con uniforme de enfermera que sonríe en cuanto nos ve.
—Buenas tardes, soy Abigail Hawckett, tenía una cita.
—Oh claro —observa su agendita rosa pastel—. A las cinco y media.
—Si —le sonrío—, lo que pasa es que mi asistente —señalo a Shawn— no supo llegar al pueblo y nos perdimos.
—No se preocupe, señorita, el doctor Quaine continúa esperándola —se levanta—, la llevo a su oficina.
Seguimos a la señora por los pasillos del hospital hasta llegar a la oficina del doctor Quaine, que está en la primera planta, gracias a todos los dioses porque no aguantaría un elevador en este hospital. La oficina del doctor no es tan lujosa como me la imaginé, para haber sido jefe de Rachel parece un almacén de medicamentos con un escritorio en medio, la puerta ni siquiera tiene su nombre.
—Buenas tardes —nos saluda sin levantarse—, tomen asiento por favor.
Shawn y yo nos sentamos frente al doctor, está escribiendo en lo que parece ser un bloc de notas sin siquiera levantar la mirada.
—¿Doctor? —intento llamar su atención.
El doctor Quaine tampoco es quien yo creía, se ve joven, casi de la edad de Rachel y a pesar de la barba y las ojeras, incluso se ve guapo. Diablos, creo que me gustan las barbas.
—Lo siento —cierra el bloc y me mira con una sonrisa— ¿Eres la hija de Eliott Hawckett?
—No —le sonrío—. Él es el padre de Abigail Hawckett.
El doctor sonríe.
—Millie me dijo a lo que vienes —me mira directo a los ojos—, y me encantaría responder todas tus preguntas, pero no soy a quien buscas.
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Todos Los Días De Mi Vida
Dla nastolatkówEstar con Abby era como tomar café y Shawn odiaba el café.