V.

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Ya ha pasado una semana desde que estoy en Los Ángeles  y faltan sólo 10 más para Navidad, por lo que he decidido comprar los regalos antes de que toda la gente a la que se le olvidó, comience a hacerlo. Como cada día desde que llegué a la ciudad, paso primero por Starbucks para pedir el café de siempre.

Empuje la puerta de cristal frente a mí y al entrar la solté para que se cerrara sola. Estaba igual que siempre, en una de las mesas cerca de la ventana, una mujer llegando a la tercera edad con un suéter y pantalones beige anchos; por otro lado, un hombre ancho, parecido a un peleador de zumo y por supuesto, el grupo de estudiantes susurrando chismes o moda, nada importante.

Por lo general Los Ángeles es una ciudad muy movida pero para Starbucks como este, ubicado en una zona no tan lejos del centro, se suele ver más a los clientes puntuales a su cita cada mañana con Starbucks y yo, me estaba convirtiendo en una.

Un chico, llamado Joe se acercó a mí desde el otro lado de la barra.

–Hola, Selena ¿no?

–Hola, Joe. –dije señalando la etiqueta en su camiseta con su nombre.

– ¿Lo de siempre? –pregunto escribiendo en su teléfono celular. Asentí y este comenzó a preparar ese café que tanto amo en las mañanas. Al terminar, me lo entregó y como todos los días, me senté en la mesa de atrás, cerca de la ventana.

Termine mi café y decidí quedarme unos minutos más, a pesar de que la mañana estuviera extraña, me sentía vigilada, pero a cualquier lado que miraba, todo se concentraban en, revistas, sus periódicos, otros clientes y hasta en sus amigas contando algo ‘‘interesante’’. Pero nadie me miraba a mí.

Al final de esos minutos extra llegan unos chicos, que al igual que yo suelen venir cada día por café caliente en la mañana pero para cuando ellos llegan, yo ya me estoy yendo.

Todos estaban en la barra saludando a Joe cuando uno se acercó y se sentó justo en frente de mí.

–Hola.

–Hola. –Salude sin importancia al extraño desconocido, luego se une otro y otro hasta que todos se encuentran a mi alrededor, Intento no notarme nerviosa y me levanto con una sonrisa de la mesa y sin que aquellos chicos se den cuenta, salgo por la parte trasera del lugar hacia un callejón, para que no me sigan, pero es muy tarde.

Siento una mano fuerte que toma mi brazo y cuando me giro para soltarme me consigo con uno de los chicos que se sentó conmigo,  Dylan, me empuja contra la pared y me obliga a levantar mis manos sobre la cabeza e intenta besarme pero logro esquivarlo, lo que hace que este enfurecido apriete su agarre más fuerte y termine dándome un agresivo beso forzado, justo antes de que las lágrimas cayeran y pudieran rozar sus labios, una fuerza externa lo saca de si y comienza a golpearlo una y otra vez hasta que el chico se libera y corre.

Harry.

Con sus rizos sudados cayendo hacia todos lados y sus nudillos rojos, se acerca y sin pensarlo dos veces, lo abrazo más que agradecida y de un momento a otro, el abrazo se vuelve fuerte, como dos imanes juntos, con tanta tensión, dolor y sentimientos mezclados, sería difícil separarnos. Mis lágrimas caen como en una cascada y no sé si bien es porque estaba a punto de ser abusada o porque podía sentirme segura estando en los brazos de Harry de nuevo, era algo confuso de saber y algo que por el momento no importaba, solo me importaba que ahora él estaba ahí, conmigo y no lo dejaría ir.

Nos separamos pocos centímetros y Harry me dejo ver sus ojos, rojos e hinchados por las lágrimas que caían de ellos. Se acercó, aún con mis brazos rodeando su cintura y sus manos a cada lado de mi rostro y dejo un suave beso en mi frente. Se alejó y sonrió.

–Pensé que no te volvería a ver. –Dijo con esa gran sonrisa.

–No fuiste el único que lo creyó.

– ¿Podemos hablar? ¿En la cafetería? Ya los idiotas se fueron.

Asentí y entramos por la puerta trasera. Nos sentamos en la misma mesa y Harry comenzó a hablar. Parecía feliz, como si nada entre nosotros hubiese pasado

–Yo…Selena, lo siento. Espero que hayas entendido mis motivos en la carta y yo…

– ¿Una carta?– interrumpo sorpresiva.

–Si... tu madre– Harry se queda pensativo. – ¿ella no te la dio?

Negué.

Entonces eso era, aquel sobre blanco el día de mi arresto, era una carta pero no del trabajo de mamá, sino de Harry. ¿Por qué la oculto? ¿La habrá leído? Ella no puedo o ¿sí?  No... No lo sé, ya no sé qué esperar de ella.

–Necesito leerla, debemos irnos. –Digo levantándome de la mesa y dejando una propina que Harry quitó, para luego colocar un billete de 10$ de su cartera a cambio y me entrego el dinero, sonriente. Abrió la puerta del lugar al igual que la de su auto, para que subiera a este.

Harry asintió y me llevo a casa, aparcando frente a esta. Me bajé del auto junto a Harry y abrí de golpe la puerta, mamá salió corriendo de la cocina y al ver que era yo su pálida cara se aclaró hasta que vio a Harry, entonces sentí como volvía a ser pálida al igual que sus nudillos.

–Selena, hija. ¿Qué haces a…? Harry. –murmuro.

– ¿Dónde está?– pregunte furiosa y sin rodeos. Me gire para mirar a Harry y este me miraba curioso y atento, como si estuviese esperando que algo pasara para tomarme de la cintura y llevarme lejos. Y en este momento, no pienso en algo más dulce que eso.

Selena. Concéntrate. –pensé.

– ¿Qué cosa?– pregunto ella. ¿Cómo podía? Ella sabía perfectamente de lo que estaba hablando, no es como si se lo dijera en otro idioma, ella pudo haber evitado tantas lágrimas y dolor. Sin tan sólo me la hubiera entregado.

–La carta.

N/A: Hol chic@s, espero les esté gustando la trama. Ahora...

¿Qué pasará? ¿Selena leera la carta? ¿Su madre aún la tiene? ¿Cuál creen que sería su reacción si la lee?

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Posesivo |H. S.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora