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02/10/2020 - Cleptómano

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02/10/2020 - Cleptómano

Suspiré de resignación al darme cuenta de que la onceaba posición que optaba para dormir no daba resultado. Quien lo diría, yo, la encarnación de la vagancia, la flojera en su máxima expresión, sin poder conciliar el sueño. Hacía unas tres horas que ya debería haber caído en los brazos de Morfeo, pero no, aquí me tienen mirando el techo de mi habitación en espera de que mi cerebro se desconecte para así poder dejar de pensar en ella.

Harto de girar sobre mi lecho, me senté de un rápido movimiento solo para contemplar que el reloj de mi mesa de noche marcaban las cuatro y media de la madrugada, así se esfumaban mis escasas esperanzas de descansar antes de ir a trabajar. Un aroma a vainilla inundó mis fosas nasales y me sentí perder la cabeza, no podía ser que ahora estuviera imaginándome su olor.

Lo primero que Sabaku No Temari me robó fue mi tiempo; volverme su escolta personal en las frecuentes visitas que hacía a Konoha era un trabajo de veinticuatro horas. Incluso cuando la dejaba reposando en su habitación de hotel no podía dejar de imaginarme en algún sujeto entrando por la ventana para atacarla: velar por su seguridad se volvió uno de mis pasatiempos más cotidianos.

Lo segundo que me había quitado era mi paciencia; esa mujer tan problemática podría sacar de quicio a cualquiera, incluso a un perezoso como yo. Sus constantes comentarios que tenían la intención de irritarme lograban su cometido, verla era sinónimo de padecer dolor de cabeza.

No conforme con eso, también me robó mis pensamientos; hasta el más mínimo detalle me hacía pensar en ella. Sentarme en la oficina a revisar el papeleo de Kakashi me recordaba a nuestros momentos como examinadores en los exámenes chunin; los girasoles que mi mejor amiga, Ino, vendía en su florería me hacían pensar en sus cabellos rubios; los días de calor, por obvias razones, me hacían rememorar las veces que me tocó ir a buscarla a Sunagakure; incluso los días invernales traían a mi mente las palabras que me había dicho cierta vez: "Deberías apreciar más la nieve, para mí es una rareza hermosa".

Lo cuarto que me robó, y quizás lo más vergonzoso, fue mi primer beso; sí, ni siquiera fui capaz de ser yo el que la besara. De alguna manera parecía que Temari siempre estaba un paso por delante de mí, y yo no soy la persona más romántica del mundo. Siguiendo mi naturaleza racional había ideado un plan a prueba de fallas: la iba a llevar al lugar donde disfrutaba de observar las nubes, tomaríamos té de su sabor predilecto (el de vainilla, obviamente) y esperaría a que se relaje para acercarme y besarla. ¡Pero no! Fue ella la que me acarició las mejillas con la yema de sus dedos y posó sus labios en los míos. Ahí concluí que, cuando se trataba de ella, no existía ningún plan a prueba de fallas.

Podía tolerar todo eso, pero lo quinto que me arrebató fue la gota que rebalsó el vaso. ¿Cómo se atrevía a robarme mis horas de sueño? Me sentía un completo idiota, sin poder descasar por pasarme día y noche soñando despierto con ella, armando estrategias para la próxima vez que la vea, extrañándola con locura.

─Temari, eres una maldita cleptómana ─murmuré para mí mismo mientras utilizaba mi antebrazo para cubrirme los ojos ─, ¿cómo te atreves a robarme el corazón?

Writetober ─ ShikatemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora