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09/10/2020  — Jacaranda

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09/10/2020  Jacaranda.

El nerviosismo brotaba de sus poros a modo de cascada, apenas podía evitar que sus extremidades le temblaran, ni hablar de su ritmo cardíaco, el cual se encontraba por las nubes. Intentaba darse palabras de aliento a sí mismo: “Relájate Shikamaru, pudiste salir bien librado de todas las batallas que se pusieron en tu camino, mataste a un Akatsuki tú solo, ¿por qué deberías arruinar esto?”

La última quincena se la había pasado ideando planes, armando jugadas, definiendo movimientos para encontrar la alternativa que fuera a dar resultados más eficientes. Y no solo eso, se había asegurado de hacer un arduo trabajo de investigación, pactando entrevistas con personas que él sabía podrían darle un buen consejo.

La primera a la que contactó, principalmente porque no quería tener que soportar sus berrinches si llegaba a enterarse que no acudió a ella de inmediato, fue a Ino. La rubia había sido su mejor amiga desde que tenía uso de razón, por lo que era consciente de que ella era lo más cercano a un “experto en el amor” que podría encontrar en Konoha. Su primera reacción fue chillar de emoción, le confesó que había esperado que este día llegara desde que tenían unos dieciséis años, por lo que estaba bien preparada. Su propuesta fue, en palabras simples, llevarle una serenata a la luz de la luna. Shikamaru, solo por cortesía, dijo que iba a tenerlo en cuenta, pero deshechó esa idea de su mente tan pronto como se despidió de ella.

Su segunda opción fue Hinata, la cual se mostró igual de feliz por él, pero el sonrojo en sus mejillas y su semblante avergonzado era el perfecto contraste con la reacción de la Yamanaka. Su consejo fue más bien sencillo, preparar una atmosfera romántica y darle un discurso en el cual expresara los motivos por los cuales la amaba, para terminar con la clásica frase del “¿Te casarías conmigo?” mientras estuviera de rodillas. Llegó a la conclusión de que podría tenerlo en cuenta.

Durante uno de sus almuerzos con Naruto y Chouji trajo el tema a colación, mas para comentarlo que en busca de su ayuda, pero sus amigos no perdieron la oportunidad de intervenir. Ambos estuvieron de acuerdo en que debía de proponérsele con una cena: Chouji le dijo que lo mejor era preparar un gran banquete repleto de distintos platillos y postres, incluso llegó a darle el número de un chef de su confianza; Naruto, por el contrario, explicó que sería más conveniente invitarla a comer ramen porque, según él, el ramen nunca fallaba. Al darse cuenta que sus acompañantes comenzaron a discutir acerca de cuál idea era la más acertada, el Nara decidió salir del lugar.

Cansado pero aún con la esperanza de recibir un consejo que le fuera más provechoso, decidió preguntarle a la persona que había estado evitando todo este tiempo: su madre. Ni bien mencionó su voluntad de contraer nupcias con la que había sido su novia por algún tiempo (y el amor de su vida por varios años) Yoshino estuvo a punto de desmayarse. Llegó a preguntarle si esta idea del matrimonio no había surgido tras dejarla embarazada, pero una vez que se lo negó, pudo respirar más tranquila. Cuando la vio levantarse e ir a hervir el agua para el té, supo que esa sería una extensa charla. Y no se equivocó, su conversación incluyó todo lo que se le pudiera ocurrir a alguien, e incluso más. Al final, había algo que podía rescatar: le dijo que la única persona que conocía tan bien a Temari como para saber cómo debía de pedirle matrimonio, era él.

Ahora, con la cabeza reposando en los muslos de la mayor, sentados debajo de un árbol de jacaranda que adornaba la orilla del arroyo que atravesaba el bosque Nara, no podía dejar de pensar en ello. Porque sí, él tenía más de doscientos movimientos preparados en su cabeza, pero lo que le había dicho su madre era cierto. Temari se hubiera burlado si se le ocurría llevarle una serenata; se hubiera aburrido si le daba un discurso demasiado intenso; no era de comer mucho, por lo que la cena no hubiera sido un acierto. Desechó ciento noventa y nueve de los movimientos que había ideado para quedarse con uno: ser directo e ir al grano.

Se levantó de golpe, captando su atención de forma inmediata. Las flores violencias que se desprendían del árbol le adornaban el cabello de manera salvaje, haciéndola ver angelical ante sus ojos. Tragó duro y tosió un poco antes de comenzar para que su voz sonara segura y grave.

─Lo estuve pensando durante algún tiempo, ya no puedo tolerar que vivamos a tres días de distancia ─sus orbes verdes brillaban expectantes, era más que obvio que había entendido a dónde quería llegar─. Estuviste para mí en mis mejores y peores momentos, soltando tus comentarios mordaces y recordándome lo problemática que eres, pero apoyándome. Llegué a la conclusión de que el universo me odia, porque entre todas las mujeres que habitan el mundo me vine a enamorar de ti, la reina de las complicaciones.

La rubia hizo un intento por fruncir el ceño, pero solo fue capaz de esbozar una leve sonrisa. Eso le dio pie a seguir hablando─. Podría haber planeado un encuentro más romántico, pero ambos sabemos que eso no va con nosotros. No voy a prometerte nada, porque eres consciente de lo que puedo y no ofrecerte, y si es que nuestra relación perduró tanto es porque nos conocemos a la perfección y sabemos qué esperar del otro. Te amo a pesar de que seas un dolor de cabeza, y tú me estimas aún siendo un vago sin remedio ─Vio que comenzaba a perderse en divagaciones, por lo que decidió que era momento de ir directo al punto.

─Lo que quiero decir, Temari… ─se arrodilló frente a ella, pudo verla contener el aliento por unos instantes, esperando a que continuara ─…por favor, cásate conmigo ─Sacó de su bolsillo una caja y la abrió, dejando ver un sencillo, pero delicado, anillo.

Los segundos que la mayor tardó en reaccionar se le hicieron eternos, no tenía idea de con qué le podría salir ella. Sabía que se amaban pero, ¿y si ella no estaba interesada en contraer matrimonio?─. Vaya que te tardaste en proponérmelo ─le respondió abrazándolo por el cuello y besándolo a modo de respuesta. Interrumpió el beso para ayudarla a colocarse el anillo en el dedo anular, pero después volvieron a juntar sus labios. Y así, bajo el árbol de jacaranda que adornaba el bosque del clan Nara, compartieron su primer beso como comprometidos

Writetober ─ ShikatemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora