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01/10/2020 - Eclipse

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01/10/2020 - Eclipse

Cuando se enfrentó a ella en la ronda final de los exámenes chunin no esperaba terminar envuelto en esa estúpida contienda de egos. En un principio pensó que, una vez frenado el ataque de la Aldea de la Arena sobre Konoha, nunca más iba a saber de ella. Sin embargo, cuando estuvo a punto de perder la vida a manos de la única integrante femenina de los Cuatro del Sonido, fue esa rubia despampanante quien le salvó el pellejo.

“¿Qué clase de hombre eres?” esas agrias palabras sonaban en su cabeza cada vez que se encontraba en una situación límite, sentía unas inmensas ganas de demostrarle lo equivocada que estaba. A sus catorce años de edad, Shikamaru no podía dejar de escupir oraciones cargadas de misoginia, esa falsa idea de superioridad (propia de los humanos de sexo masculino) estaba arraigada en cada célula de su cuerpo. Y, si bien era demasiado inteligente como para caer en las provocaciones de Temari, decidió aceptar su juego: iba a demostrarle que podía superarla.
 
Ganó la primer batalla: fue el primero en ascender de rango, se volvió chunin antes que ella. A pesar de que la kunoichi lo felicitó, su envidia no le pasó desapercibida. Sabía que esa contienda que habían tenido había sido un golpe bajo para su ego de guerrera. Intentó mostrarse desinteresado frente a ello, pero no podía, necesitaba aplastarla, necesitaba demostrarle la clase de hombre que era.

Volvieron a encontrarse unos cuantos años después, eran los designados de sus aldeas para encargarse de la preparación de los próximos exámenes. Cuando la vio atravesar la entrada, la reconoció de inmediato: esa forma peculiar de amarrar sus cabellos, su caminar agraciado, su mirada altiva, seguía siendo la misma Temari que había enfrentado hacia algunos años, la misma Temari que le había salvado la vida.

¿Seguía siendo el mismo Shikamaru que en aquel entonces? A primera vista podría decirse que sí, se veía igual, se vestía de forma similar, seguía con su característica muletilla del “qué fastidio”. Una vez que estuvieron más cerca se percató de que ahora era ella la que debía levantar la vista para verlo al rostro, ahora él era el de mayor altura.

─Felicidades ─le dijo cuando la tuvo de frente, ella lo miró con ojos extrañados, así que agregó ─, por tu ascenso a jounin.

La princesa de la arena, así como solía ser llamada, había ganado la segunda batalla: ella y su hermano Kankuro habían sido ascendidos a jounin una vez que Gaara se consolidó como el quinto Kazekage. Quizás muchos podrían pensar que había sido gracias al nuevo puesto de poder ocupado por su hermano menor, pero el Nara sabía que no era así; era consciente de que la joven se había propuesto entrenar hasta el cansancio para ocupar el lugar que le correspondía, para poder cuidar a los que quería.

Esperaba que ella le restregara sus logros en el rostro, que hiciera alarde de sus nuevo status, que lo molestara así como siempre había hecho. Grande fue su sorpresa cuando entendió que nada de ello iba a ocurrir, y muy por el contrario, Temari se limitó a sonreírle y agradecerle la felicitación. Fue en ese momento en el que Shikamaru comenzó a pensar que quizás ella no era la misma de siempre.

La armonía reinó durante todos los días en los que ella permaneció en Konohagakure, él había sido designado como su escolta por lo que no existía momento del día en el que no estuvieran juntos.

La mañana en la que la Sabaku No decidió emprender su viaje de regreso a Suna, el pelinegro se encontró a sí mismo levantándose tres horas antes de lo previsto, haciendo lo que para él era un esfuerzo sobrehumano, con tal de poder cumplir con la misión de escoltarla hasta el último segundo. La rubia no lo podía creer, sabía lo impropio que era de él madrugar, mas dejó que la acompañara hasta la entrada.

─Sabes, creo que ya es hora de que te vuelvas jounin ─le dijo de repente, tomándolo desprevenido─. Estoy segura de que podrías hacerlo si te tomaras las misiones más en serio y dejaras de decir que todo es un fastidio.

Shikamaru no pudo responderle, sentía que su elocuencia característica se evaporaba de su ser. Se detuvo a repasar las facciones de su acompañante, sus cabellos dorados, so sonrisa sincera, todo en ella era tan cálido. No sabía si se debía a que había vivido toda su vida en el desierto, pero estar con ella era como estar en verano. Para él, Temari era como el sol y estaba dispuesta a quemarlo todo a su paso.

Esa sensación lo abrumó, se sintió eclipsado por ella: podía tolerar sus insultos y discusiones verbales, pero verla motivándolo a mejorar lo descolocaba. Era irónico, porque demostraba que esa competencia de egos que habían empezado hacia dos años atrás, que ahora ella le proponía caminar juntos para superarse, dejar de competir entre ellos para pasar a hacerlo consigo mismos. Era irónico, porque sitió que el sol de Temari se había posado enfrente de su luna, eclipsándolo por completo. Era irónico, porque pensó que no le importaría seguir avanzando mientras ella estuviera delante de él, marcándole el paso.

Writetober ─ ShikatemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora