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26/10/2020 — Botella

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26/10/2020 — Botella

Había perdido la cuenta de la cantidad de chupitos que había bebido en la noche. Por lo general, su resistencia al alcohol era impecable, incluso cuando era una quinceañera inexperta que salía de fiesta por primera vez con sus amigas, jamás se había embriagado.

Entonces, ¿qué había ocurrido la noche anterior para que eso cambiara?

Esa era la pregunta que daba vueltas por su mente mientras observaba la madera que cubría el cielo raso de la habitación en la que se encontraba. Cada vez hacía un mayor esfuerzo mental para poder unir todas las piezas del rompecabezas y saber qué había ocurrido; y eso era contraproducente, pues aumentaba el fuerte dolor que sentía en su sien.

Maldita resaca.

Recién en ese momento se percató de que estaba viviendo su primer resaca, a los veintiún años. Por eso, el dolor le era casi inaguantable. Su organismo la había traicionado por primera vez, y eso era algo que no podía dejar pasar. Necesitaba con urgencia una aspirina.

Primero, necesitaba largarse de allí.

Un brazo masculino la rodeaba por la cintura, bloqueando su camino. Si bien tenía una musculatura considerable, lo cierto es que podría apartarlo sin hacer mucho esfuerzo. Mas no iba a hacerlo, pues eso involucraría despertar a su acompañante, y no podía permitir que eso ocurriera.

Solo esperaba que esos malditos genes perezosos de Shikamaru jugaran a su favor. Esos malditos genes, que tanto la enfurecían cuando le tocaba ser escoltada por él durante sus visitas a Konoha. Esos malditos genes que la enloquecían en formas que ni siquiera ahora podía comprender bien.

Entonces, una idea mucho más aterradora se fundió en sus pensamientos. ¿Por qué entre todos los shinobis que había en ese bar, entre todos los anbus y jounins de su edad, se había acostado con Shikamaru? O, aún peor, ¿acaso estaba intentando autoconvencerse de que su problema era que él era menor que ella?

¿Acaso estaba intentando autoconvencerse de que no estaba enamorada hasta la médula de ese chunin de Konoha que siempre tenía ese inaguantable aroma a cigarro y que encontraba todo "muy fastidioso"?

No, claro que no. Ella era Sabaku No Temari, princesa de Sunagakure, heroína de guerra, la mejor usuaria de Futon de todo el mundo shinobi. Definitivamente temas tan triviales como el romance no estaban en su lista de prioridades. Y, si lo estuviera, el Nara no cuadraba en los estándares del hombre que ella necesitaba en su vida.

Eso es una mentira, y ambos lo sabían bien.

Debía irse, ahora mismo. Antes de que el alcohol que había hecho estragos en ella desapareciera y la dejara de nuevo a cargo de todas sus facultades. Antes de que se abalanzara sobre los rosados labios ajenos que reposaban con tranquilidad en la almohada y no tuviera a la borrachera como excusa.

Debía huir, a como dé lugar. Se levantó cómo un resorte, dejando cuidadosamente el brazo del menor a un costado, para poder bajar de la cama. Buscó sus ropas con la mirada, encontrándolas regadas por toda la extensión del suelo de la habitación. Presurosamente comenzó a colocárselas, dejando de prestarle atención al ninja de la hoja.

Cuando creía que ya estaba lista para marcharse, veloz como el viento, sin dejar rastro alguno; una voz ronca se hizo escuchar. Su respiración se entrecortó, quedando paralizada en ese preciso instante. Y entonces, las escuchó, esas palabras tan temidas.

─Sabes bien que esto no fue algo de una noche. Sabes bien que lo nuestro no es solo un exceso de botellas.


Writetober ─ ShikatemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora