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03/10/2020 — Alpinismo

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03/10/2020 — Alpinismo

El inaguantable dolor que sentía en su pierna izquierda lo hizo despertase de su sueño. Esa molesta punzada que venía padeciendo desde las últimas cuarenta y ocho horas se empeñaba en complicarle la existencia. Tenía unas notables ojeras, producto de las pocas horas de sueño que llevaba consigo. Algo era seguro, necesitaba un analgésico.

─Maldito momento en el que accedí a los caprichos de Temari ─murmuró en un gruñido mientras hacía malabares con su cuerpo para poder levantarse de la cama. La rubia estaba en su último año de universidad en la carrera de turismo, por lo que se le había ocurrido la brillante idea de realizar alpinismo en los montes de la ciudad en la que vivían, arrastrando a su novio con ella. Y Shikamaru, como buen idiota enamorado que era, no pudo negarse. Si hay algo que describía al pelinegro era su falta de agilidad y coordinación, de manera que, luego de media hora de iniciada la actividad, cayó por la ladera del monte, fracturándose la tibia.

─¿Qué se supone que estás haciendo? ─dijo la joven entrando en la habitación, encontrándolo de pie e intentando llegar a donde las muletas de encontraban─. Tienes que hacer reposo ─le indicó, acercándose para ayudarlo a recostarse de nuevo.

─Me estoy muriendo del dolor, necesito un analgésico ─aseguró en un quejido, evadiendo la mirada recriminadora que Temari le estaba echando.

─Tendrías que haberme llamado, ahora voy a buscarlo ─lo regañó para luego salir de su vista. La rubia se había sentido culpable por el accidente, después de todo, si ella no le hubiera insistido en ir a hacer alpinismo, esto no hubiera ocurrido. Debido a su culpa estaba enfocada en desempeñar el rol de enfermera que Yoshino, la madre de Shikamaru, no podía realizar por encontrarse viviendo en otro lugar. Si bien al Nara le gustaba la idea de recibir las atenciones de su novia, ese comportamiento tan impropio de ella le ponía los vellos de punta.

Desde que se había mudado a ese departamento cerca de la universidad, hacia casi un año, las llamadas insistentes por parte de su progenitora interrumpían la paz de su día a día. Sin embargo, cuando le explicó que Temari solía pasarse las tardes con él, logró tranquilizarla. ─Es chica es perfecta para ti, Shikamaru. No dejes que se te escape ─le había dicho una vez, y él creía que estaba en lo correcto.

Era por eso que se había pasado el último mes ideando un plan para llevar a cabo aquello que tenía en mente. Sentía que ya era hora de dar un paso más en su relación, y los cuidados que la rubia tenía con él no hacían más que reforzar esa idea.

─Te traje los medicamentos ─dijo Temari mientras le extendía un frasco y un vaso con agua. Esperó a que el menor los tomase para dejarlos en la mesa de luz e intentar retirarse. Pero la voz de su novio se lo impidió.

─Quédate conmigo ─le pidió con una sonrisa tan tierna que se sintió derretir bajo su mirada.

─Estoy preparando el almuerzo, tienes que alimentarte bien para tener fuerza y recuperarte lo antes posible ─intentó excusarse, pero él siguió insistiendo.

─Después sigues con eso, ahora necesito que me hagas un favor ─al ver que había captado su atención, decidió seguir─. Hay una caja en el bolsillo de mis pantalones negros, ¿me la pasas? ─Hacía cuatro años que habían empezando su relación, por lo que la chica supo de inmediato cuál era la prenda en la que debía buscar. Encontró la pequeña caja y, algo intrigada, se la extendió.

─¿Qué es eso? ─indagó con ojos curiosos, sentándose junta a él en el colchón. Shikamaru tragó duro, no sabía qué podía esperar de esta situación. Él estaba seguro de que quería dar ese paso, ¿pero ella pensaría igual? Con Sabaku No Temari uno nunca podría saberlo.

─Es para vos ─respondió pasándole la caja. La rubia la abrió algo temerosa, sus ojos se encontraron cuando sacó una llave de la misma─. Múdate conmigo ─sonaba más a orden que súplica, pero ninguno de los dos reparó en ello.

─Shika, yo… ─el azabache pudo ver duda en sus ojos, tenía que hacer algo para lograr convencerla.

─No creas que es una decisión de último minuto, lo estuve meditando hace bastante ─explicó uniendo sus manos con las de ella─. Es más el tiempo que pasas aquí que en tu casa, me parecía absurdo que no tengas tus propias llaves. Además ya me acostumbré a que el departamento sea nuestro lugar. Ver el cajón en mi armario que llenaste de tu ropa en caso de que vengas de apuro y no tengas qué ponerte; tu cepillo de dientes extra que está en el lavado junto al mío; el estuche de tu maquillaje que reposa a un lado de mi crema para afeitar en el botiquín del baño; los libros policiales que me prestas y que leo en días solamente para tener más temas de conversación; incluso el olor al suavizante que me sugeriste comprar y que hace que todo en esta casa huela a ti ─sintió que la mano de su novia temblaba y temió lo peor.

─Shikamaru, la verdad es que… ─otra vez lo invadió la necesidad de interrumpirla. No podía permitirse quedarse callado.

─Por favor, Tems. No imagino mi hogar si no lo estamos compartiendo ─Temari soltó su agarre y posicionó sus dedos sobre la boca del menor.

─¿Podrías dejar de interrumpirme? ─exigió con la poca sutileza que la caracterizaba. Shikamaru enmudeció de inmediato─. Si me hubieras dejado halar desde el principio te hubieras ahorrado el discurso de recién, muy meloso debo decir ─cerró sus ojos con fuerza, como para aclarar las ideas, y luego le regaló esa tierna sonrisa tan suya─. Me encantaría mudarme contigo.

Shikamaru no esperó ni un segundo y la atrapó en sus brazos, envolviéndola con ellos, sintiendo su respiración hacerle cosquillas en el pecho. Se sentía en paz, ya no necesitaba nada más para ser completamente feliz. Temari había sido aquella que siempre estuvo para él, incluso antes de volverse pareja. Cuando la vida lo golpeaba con fuerza, cuando creía que había perdido el rumbo, cuando estaba por caer al vacío, era Temari la que sostenía la soga que lo amarraba, trayéndolo de regreso a la realidad, salvándolo de sus problemas.

─Gracias, me hiciste el hombre más feliz de todos ─le aseguró en un susurró, para luego unir sus labios en un beso suave y cariñoso, distinto a los que usualmente se daban, pero más que necesario para esta situación.

Writetober ─ ShikatemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora