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14/10/2020 — Laberinto

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14/10/2020 — Laberinto.

El humo del cigarrillo que estaba fumando le llenaba los pulmones, permitiéndolo relajar los músculos de su cuerpo. Su espalda estaba recostada contra el frio del concreto que conformaba el suelo, seguramente mañana tendría una molestia en ese lugar. Los cúmulos nubosos que estaban en el cielo comenzaban a cambiar de color, de blanco a gris, indicando que una tormenta era evidente.

Cada vez que tomaba un nuevo cigarrillo pensaba en su difunto maestro, Asuma Sarutobi. Todavía no podía concebir que ya no estaban más en el mismo plano. Ya había logrado vengar su muerte, había sido capaz de dar caza al Akatsuki que lo había asesinado.

Pero si ya había saldado cuentas, ¿por qué seguía sintiéndose tan miserable? ¿Acaso su vida debería ser así de ahora en más? Asuma había sido su segunda figura paterna, y sabía que estaba atravesando su duelo de la manera más adulta que había encontrado. Sin embargo, no quería tener que llevar ese sentimiento de culpa durante el resto de su vida.

─Al fin te encuentro, bebito llorón ─su voz sonó con una seguridad menor a la usual, pero sabía bien que se trataba de ella. ¿Quién más podría ser la dueña de esa voz que tanto escuchaba en sueños?

─Temari, ¿qué haces aquí? ─preguntó extrañado, sentándose en un esfuerza en vano por ponerse de pie. Pero, para su sorpresa, la rubia tomó asiento a su lado. Le llamó la atención que hiciera aquello, la hermana del Kazekage no debería estar sentada sobre el asfalto sucio de Konoha.

─No me digas que olvidaste que debías de esperarme en la entrada de la aldea… ─Era cierto, los orbes rasgados del menor se abrieron por el asombro. Había olvidado por completo que la embajadora de la arena haría su aparición ese mismo día.

─Lo siento, Temari. Fue un error que no va a volver a repetirse ─no podía creer que había sido tan incompetente como para olvidarse de cumplir sus deberes como ninja. Debía estar agradecido de la buena relación que tenía con ella, caso contrario, ese error no hubiera sido pasado por alto.

─Está bien, no te preocupes por ello ─Que estuviera tan compresiva le crispaba los nervios. ¿Qué se traía entre manos? Estaba demasiado distraído como para hacer un análisis veloz de su lenguaje corporal. Lo único que le faltaba en aquel momento era aguantar alguna de sus provocaciones.

─¿Tu viaje estuvo bien? ─aguardó unos segundos por su respuesta, pero no la halló. La vio observando a algún punto en la lejanía. No entendía que era lo que sucedía con ella, por lo que decidió llamar su atención colocando una de sus manos en el hombro ajeno.

─Lo siento… Sí, estuvo bien, nada que reportar ─esa respuesta vaga era algo impropio de ella. Definitivamente estaba comenzando a alterarse. Sintió que unas finas gotas le mojaban el rostro, estaba comenzando a garuar.

─Será mejor que nos vayamos, sino terminaremos empapados ─A pesar de que la lluvia había comenzado, la Sabaku No seguía sin responderle. ¿Acaso estaba molesta con él? Tenía sus motivos, pero entonces ¿por qué no le gritaba y daban el asunto por muerto?

─Te lo agradezco ─su voz sonó suave, muy distinta a como solía ser. El Nara no podía dar crédito de lo que oía, pensó que estaba comenzando a volverse loco─. Es decir, te deshiciste de un Akatsuki, es un acto de gran valor para toda la alianza shinobi ─Acaso, ¿le estaba felicitando? Por inercia se pellizcó en el dorso de la mano. Era rotundo, no estaba soñando. 

─No debes darme las gracias, era mi deber como ninja ─supuso que eso no era todo, porque la actitud de la chica se volvía más vacilante conforme avanzaban los segundos. La lluvia estaba tomando fuerza─. Temari, deberíamos seguir nuestra plática en algún lugar con techo que nos permita resguardarnos.

─Yo, quería darte esto ─la vio buscar algo en el bolsillo de su kimono negro. Cuando recibió una de esas tarjetas de cartón que servían como amuletos quedó boquiabierto─. No es mucho en realidad, pero sé que crees en ese tipo de cosas… La verdad es que veo que estás mejorando como guerrero, me siento muy feliz por ello.

─Gra- ─no fue siquiera capaz de pronunciar toda la palabra antes de que ella se pusiera de pie, dispuesta a irse. No podía permitírselo, no después de aquello que había hecho por él. Se apresuró para tomarla de la muñeca, cortándole el paso─. Acompáñame a ir por un té, por favor ─al verla mover su cabeza en forma de asentimiento, dejó escapar una sonrisa ladina, esas que ya eran costumbre en él.

No sabía cómo había hecho Temari para adivinar lo preocupado que estaba, pero poco importaba ya. Estaba empezando a descubrir que los senderos de la vida se asemejaban demasiado a un laberinto, que no era tan sencillo discernir hacia dónde ir o qué camino tomar. Pero acababa de comprobar que siempre iba a tener a esa rubia problemática para ayudarlo a llegar a la salida.

Writetober ─ ShikatemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora