30|Involucrados

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El último cigarrillo de la cajetilla estaba en su mano apunto de acabarse, hacía mucho que no lo hacia, sin embargo tenía vicios peores así que «¿qué era esto comparado con el resto?». Reclinándose en la enorme silla se giró hacia la ventana, la luna le brindaba la perfecta luz a la oscura habitación en la que se encontraba, llevaba mucho sin entrar a esa habitación, probablemente por cobardía, una víctima mas de sus errores pasados.

Siempre se había sentido orgulloso de sus logros y del hombre que había llegado a ser, ¿arrepentimientos?, unos pocos, esos que lo mantenían en vela por las noches, más ahora que el pasado estaba por echársele encima una vez más.

Fueron varias las veces que pensaba en darse por vencido, luego recordaba que su opinión sobre el asunto era irrelevante, descubrió de una muy mala forma que él no podía controlarlo todo desde su posición causando una profunda ira que su enemigo tanto disfrutaba.

Observó las paredes que lo encerraban, el frío aumentaba considerablemente, tomó el fino vaso de cristal con el que había estado jugando las últimas horas y del que se había apoyado desde hace años con su regreso, todo debió terminar hace años, pero no fue así y probablemente no lo haría en un futuro, estaba condenado a su tormento por ser participe de las bromas de un infante, juegos de niños que terminaron en desgracia, ninguno de ellos valía su final. Su puño se cerró con fuerza y por un instante su ira tomó acción haciendo añicos el cristal contra una de las paredes.

En ese momento justo el reloj de la estancia cobró vida marcando la media noche, suspiró con fuerza cuando oyó los pasos acercándose a la puerta para después escuchar los moderados toques pidiendo permiso para entrar, solo gruñó a la puerta sin respuesta clara, por supuesto esto no evitó que la mujer ingresara en el salón.

—Nuevamente con ese hábito— frunció la nariz la mujer —mírate, luces despreciable—

—Hace años nunca te hubieras atrevido a decir esas palabras en mi presencia— soltó con humor destapando una botella, se le veía cansado.

—Hace años me importaban las cosas—

—Unas más que otras— susurró mirando como la mujer tomaba un nuevo vaso de uno de los estantes.

Se acercó a donde él se encontraba y llenó el vaso hasta arriba ofreciéndoselo.

—¡Por el infierno!— brindo a la nada mientras la mujer hacia un gesto de disgusto.

—Tu no sabes lo que es eso—

—Créeme que si y lo seguiré conociendo cuando muera—

—¿Ah si?—

—Por supuesto mi querida compañera, cada día en esta tierra es un tormento—

—Lo dice el vivo que puede hacer lo que se le plazca— rodó los ojos.

—Ella se encargo de que no fuera posible—

—Sigue siendo mejor que vagar en este lugar por la eternidad—

—Lo discutiremos cuando llegue mi momento— soltó dando un largo sorbo a su vaso mientras miraba cada silueta en la habitación —oh Bertier, me esperaba que hicieras presencia pero al menos hubieras avisado— una nueva sombra se hizo presente, caminando entre sus dos conocidos el hombre se apoyó en una de las paredes.

—Tenía cosas que ver y su conversación parecía importante así que no quise interrumpir—

—Nada tan importante como lo que tengas que decir ¿cierto?— inquirió el hombre siendo contestado por una sonrisa satisfecha de Bertier.

—Sabes todo lo que pasa en este lugar, pronto te darás cuenta...— y sin más sus dos acompañantes desaparecieron por la puerta mientras él se hundía en el fondo de su vaso.

[...]

Los rayos del sol ingresaban por entre las cortinas de la gran habitación, dos botellas reposaban vacías a un lado del suelo junto con cristales, restos de lo que antes fue un precioso y costoso vaso. Un hombre demacrado con los años vistiendo un traje elegante reposaba en una gran silla, su traje luciendo desaliñado aunque no parecía importarle en este momento, su noche había sido larga y era consciente de la poca mejoría que tendría en los próximos días.

Un escalofrío le había recorrido cuando despertó en el mismo espacio de la noche anterior, su cabeza dolía con su acostumbrada resaca y su garganta ardía de tanto alcohol. Sabiéndose ser un hombre de alta clase con firme reputación, se levantó sin problema arreglando su traje recobrando la elegancia propia que lo distinguía. Sin mínimo rastro de la clase de noche que había pasado se preparaba para salir y cumplir con sus deberes cuando su mirada se posó en algo que no estaba esa noche, en una de las esquinas de la habitación, en una pequeña mesa de acero, reposaba un jarrón blanco con un ramo de flores que bien conocía...rosas azules recién cosechadas como las que llevaba esa noche de años atrás...aquella que había sido su entrada al infierno...

***
¿Alguna idea de quienes son estos tres personajes en la conversación?

I.M -ZODIACO-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora