2|Ala oeste

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Narra Virgo

«¿CÓMO QUE NO HAY ASCENSOR?»

Después de subir la maldita montaña por dos horas Leo y yo nos encontrábamos frente a una puta, digo...admirable secretaria de castidad discutible que nos informaba de nuestra muerte.

—Lo siento chicas pero los ascensores se encuentran descompuestos en este momento— nuevamente la sonrisa hipócrita, podía ver el desinterés en sus ojos, al menos deberían contratar mejores actrices desempleadas.

«NOOOOOOOOO LLEVENME YA»

—Y...¿en qué piso dice que esta nuestra habitación?— preguntó Leo con su sonrisa hipócrita y un leve tic en el ojo.

—Quinto en el ala oeste— soltó tranquilamente observando la pantalla en el escritorio «claro, como ella no es la que tiene que subir»

—Mmm...ya veo, ¿quizás... digo yo, podríamos llegar a un acuerdo para...no sé...el primer piso?— y ahí golpee mi cabeza con mi mano mientras Leo arrastraba un billete de cinco en el escritorio de la tipa, «¿qué acaso no la veía?» Claro que estúpidamente le sacaba más de cinco al director...claro que mi amiga era pero bien tacaña y esta no valía ni dos.

—Déjalo, terminemos con esto para alcanzar la cena...— interrumpí el peligroso soborno tomando las llaves en la mesa.

—Este...disculpen pero el comedor cierra a las seis y pues...son las seis y media— habló nuevamente mirando su fino reloj con una sonrisa provocando mis ganas de arrancarle las extensiones.

—Debe estar bromeando— habló Leo conteniéndose lo más posible, eran pocas las veces que había recibido tan mal trato,  la otra simplemente negó desviando su mirada aburrida al computador.

—Que disfruten su estancia—

—Púdrete— contesté ya cansada recibiendo un golpe y la reprimenda de mi amiga.

—Compórtate— volteando los ojos, sin muchas opciones la seguí por un largoooooo camino al ala de las habitaciones.

Conocí a Leo apenas cumplí los siete años, año que llegué al pueblo. Me hice su amiga después de incontables discusiones y haber iniciado una guerra de comida tras una pelea estúpida que ya ni recuerdo. Desde entonces, tras escapar de la sala de castigos, nos volvimos compañeras de fechorías, la persona a la que llamaría si necesitaba desaparecer tranquilamente un cadáver. A pesar de un choque constante de personalidad y opiniones, ambas conseguimos un entendimiento mutuo del demonio «algo de gran utilidad en nuestros planes cabe destacar», compartíamos nuevos gustos y "éramos mejores personas", el par de estúpidas mejores amigas que disfrutamos hoy en día, y vaya que cometemos estupideces, por una razón estamos aquí, por una razón el instituto tuvo que cerrar y he de decir que cobraron grandes sumas de dinero por los daños...

—Bien creo que este es el oeste— comenté observando las edificaciones que me rodeaban.

—Eh..si...¿Vir?—

—Mmm...—

—¿Sabes qué torre es?—

—Tenía la esperanza de que tu si, estúpido de mi parte—

—Mierda...—

—Sep...—

I.M -ZODIACO-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora