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No supo en qué momento de la noche logró dormirse, pero cuando despertó en su cama, Ana descubrió que todavía estaba usando el haori de Kazehana. Se desperezó con tranquilidad, escuchando cómo le sonaban los huesos de la espalda y cadera. Notó que, extrañamente, no parecía sentirse cansada, a pesar de haber dormido muy poco la noche anterior. Se levantó y fue hacia la ventana, donde abrió sólo una rendija para espiar afuera, sorprendiéndose al encontrar que todas las decoraciones del festival desaparecieron. Los locales estaban abiertos y la gente caminaba de un lado a otro como siempre, como si toda la magia y el encanto que trajo la noche anterior se hubiese desvanecido.

«Qué lástima», pensó ella. Se alejó de la ventana y fue hacia donde estaban sus cosas para comenzar a vestirse, cuando escuchó que tocaban la puerta.

—¿Señorita Ana? ¿Está despierta? —se escuchó la voz de Kyo a través de los paneles.

—Si. Puedes entrar si quieres, Kyo.

La puerta se abrió, revelando al joven demonio, quien luego de cerrar las puertas tras de sí, miró a la joven de arriba abajo antes de mirarla a los ojos

—¿Durmió bien?

—Sí —respondió Ana con cautela. El brillo travieso en los ojos del joven demonio no le daba un buen presentimiento—. ¿Por qué?

Kyo señaló la tela que todavía traía puesta. El haori de Kazehana.

—Es la primera vez que veo al señor Akuma prestando algo de su ropa a una humana; y es más extraño aún que permitiera que dicha humana lo usara como almohada.

La reacción de Ana no se hizo esperar, el color de su piel se volvió roja como un tomate. Abrió y cerró la boca varias veces, sin saber qué decir. ¿Que ella se había quedado dormida sobre Kazehana? ¿Cómo era posible no recordara eso? Y si en verdad se quedó dormida, eso significaba que...

«¡Él me cargó hasta mi cama!»

Ana se puso más roja aún, si eso era posible. Ya no se podía distinguir dónde terminaba su rostro y dónde comenzaba su cabello.

—No debería avergonzarse, señorita Ana. Sé que el señor Akuma es considerado muy atractivo, sin importar que sean humanas o yōkai, las mujeres no dejan de acercarse a él –le dijo en un tono burlón. Era completamente raro ver a Kyo actuar de esa manera, y si estuviesen hablando de cualquier otra cosa, ella lo habría dejado pasar, pero su dignidad estaba en juego.

—¡¿Q-quién dijo que encuentro atractivo a ese tipo?! –exclamó, enojada y avergonzada.

—Su pacífico rostro al estar durmiendo cómodamente sobre su hombro –respondió Kyo, soltando una sonrisa.

—¡Esa es mi cara de siempre, idiota! ¡Tendría que estar loca para llegar a siquiera sentirme atraída por un demonio tan molesto como él!

—Es bueno saberlo –la voz de Kazehana sonó detrás de ella y Ana dio un respingo.

«¿Cuándo llegó él ahí?»

La joven se congeló en el lugar, los pelos de su nuca se levantaron al sentir el cálido aliento del demonio. Lentamente fue girando la cabeza hasta encontrarse cara a cara con Kazehana, cuya mirada impasible no delataba nada.

Abrió la boca sin saber qué decir. Por supuesto que tenía que elegir ese momento para aparecer. Mierda, y justo cuando por fin había solucionado las cosas entre ellos. Necesitaba disculparse con él por lo que acababa de decir y rápido.

—No se preocupe, yo tampoco siento atracción hacia su persona –aseguró el demonio con su típico tono de indiferencia. Lo cual era una buena señal, ¿verdad? Si estuviera realmente enojado, le habría hablado con frialdad o algo de enojo—. Ya estamos retrasados, así que debemos irnos pronto.

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