La infelicidad era el pan de cada día para Catra, incluso las noches eran una tortura dolorosa, física y mentalmente hablando.
Esa noche no fue una excepción a su regla de dolor físico, a pesar de que no sentía las piernas, sentía un dolor en su columna vertebral, ese dolor era un constante recordatorio de que su vida era una completa mierda, y lo seguiría siendo hasta el día en que deje de respirar.
A media noche, cuando todos dormían en Etheria, Catra se quedaba en su cama agonizando de dolor, revolcándose de un lado a otro, -simplemente- esperando a que sea hora para tomar esos analgésicos que alivian su dolor corporal, y adormecen su mente lo suficiente como para que pueda dormir sin las voces de sus fantasmas pasados.
Eran las una de la mañana. Catra seguía gruñendo de dolor, quería arrancarse la espalda y su piel ardiente por el palpitante dolor y la molestia que sentía en la parte baja y en la cadera. No sentía nada, pero a veces, en esas noches en vela, podía jurar que sus piernas dolían como el infierno en vida.
Escuchó pasos rápidos acercarse, sabía que era Scorpia, pues Entrapta estaba de turno nocturno en la empresa de La Horda, aparte de que aquella albina era la única capaz de preocuparse por el terrible desazón que tenía todos los días a esa hora.
No abrió sus ojos, solo escuchó como una silla se arrastraba hasta un lado de su cama, y como alguien se sentaba en ella. Escuchaba los suspiros de tristeza y pena que Scorpia hacía sin intención alguna de dañar el orgullo de su amiga. El reloj era tortuosamente lento, tenía que tomar las pastillas de Codeína a las tres de la mañana según su horario médico y parecía que el tiempo quisiera torturarla lo más que podía, pues cada segundo pasaba como si fuera un minuto, y cada minuto como si fuera una hora.
Scorpia se quedaba callada, simplemente contemplando la incómoda agonía de Catra en esa cama destendida y desarreglada por los múltiples intentos de apagar el dolor; estaba acostumbrada a ser el apoyo de su amiga, siempre lo fué, pero sabía que -en esas ocasiones- cuando Catra se sentía adolorida y débil, era mejor no decir nada y esperar a que el reloj marcara las 3:45 de la madrugada, para poder darle aquellas drogas para que su dolor sea llevadero.
Llegó la hora.
La alarma del reloj inteligente de Scorpia indicaba que podía darle las pastillas a su amiga moribunda. Tomó el frasco anaranjado mientras escuchaba los gritos de Catra. El dolor había aumentado de intensidad. Se puso nerviosa y no contó cuantas pastillas había sacada, de hecho, Catra le había arrebatado el tarro de pastillas y ella misma se drogó, agarró el vaso de agua que Scorpia le ofrecía y lo bebió con desesperación, como si ingerir más rápido las pastillas fuera a hacer efecto inmediatamente, por obvias razones eso no funcionó, así que Scorpia decidió irse para no seguir escuchando los lamentos y los gritos de su amiga en carne propia. Odiaba verla sufrir, y tenía las esperanzas de que Catra se hubiera dado una sobredosis con las pastillas, pues su vida ya no era vida.
Su simple existencia era una agonía dolorosamente lenta, tan lenta que parecía estar hecha exclusivamente para torturarla, y eso, eso no era vida.
Al menos Scorpia y Catra estaban de acuerdo con algo, pero la única diferencia es que Scorpia era egoísta, quería -suplicaba- que su mejor amiga volviera a ser la misma. No quería perderla, o llorar en su tumba en un cementerio deprimente; prefería hablar de su día en su trabajo mientras Catra solo observa su ventana, indiferente a la "conversación", pero Scorpia sabía que la escuchaba; en cambio, si su amiga estuviera en una tumba, enterrada bajo tierra, sin estar consciente o viva, ella no podría escuchar sus anécdotas, y eso no le gustaba a Scorpia, y lo supo cuando, antes de acostarse en su cama, reflexionó sobre lo que había ocurrido con las pastillas, y ahora se arrepentía de haber dejado que Catra tomara el control de la situación, cuando era ella la responsable de que eso no sucediera.
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Soy Feliz Contigo [AU Catradora]
DragosteCatra no encontraba un sentido para seguir despertando todos los días. Quién diría que encontraría ese sentido en la persona más molesta que haya visto. Una silla de ruedas, un café y una rubia torpe fueron los elementos para que esa historia comien...