Inspiró aire por la nariz.
Uno...
Apretó sus labios con fuerza, cerrándolos casi por completo.
Dos...
Tomó con vehemencia las ruedas de su silla, haciendo unas maniobras lo más rápido posible para quedar de espaldas.
Tres...
Intentó calmar su respiración, que se había disparado cuando inhaló con fuerza al despertar de su pequeño momento de trance.
Cuatro...
Observó por el reflejo de la venta la estúpida sonrisa de esa rubia.
Cinco...
Apretó sus manos contra las ruedas, se encogió en su lugar, queriendo calmar todo lo que su nueva visita había generado al solo reconocerla con su maldita presencia frente a ella.
Seis...
Cerró los ojos, dándose cuenta de que estaba temblando.
Siete...
No sentía dolor, estaba completamente adormecida, era extraño, porque ahora solo quería volver a desmayarse y aparentar que nada de eso había ocurrido, que Adora nunca entro por esa puerta, que Adora nunca la recordó, que Adora ni siquiera existe, porque Catra no sabía de su existencia hasta que chocaron en esa cafetería, hasta que Entrapta la contrató para vigilarla como un perro o un desgraciado prisionero.
Ocho. Nueve. Diez...
Se controló, pero no gracias a su conteo progresivo, que hacía cuando perdió las riendas de su propia mente - casi nunca le pasaba-. Parpadeó tan rápido que todo se desdibujó frente a su mirada.
Once...
Mierda, ¿Cómo hacía ella para ponerla así?
Doce...
Hace años que no siente ese algo en su corazón.
Trece...
No era lastima, desinterés.
Catorce...
Tampoco lo era el recelo, o el odio...
Perdió la cuenta.
No, sí era odio, o eso es lo que quiere creer, porque no sabe lo que siente en realidad.
Se cansó de contar.
Dirigió su mirada al ventanal, el reflejo de Adora seguía ahí, de pie, tras suyo, ahora sin una sonrisa y con una mueca de preocupación.
"¿Te sientes bien?"
Ah, sí era odio.
Pasó sus manos sobre su cabello, cerrando con delicadeza sus párpados y tentando a su suerte al darse la vuelta. Sintió su estómago revolverse cuando Adora se acercó a ella, colocando una mano en su hombro. Catra la apartó, abofeteando su mano y mirándola, fingiendo apatía o algo parecido a ello. No podía perder su autocontrol remunerado por un simple sentimiento que antes tenía, y sabía cómo lidiar con eso. "Ajá", dijo, y algo en su pecho saltó cuando la vio sonreír de nuevo. Mierda, cuánto lo odiaba.
"Ufff, pensé que te perdería", sonó muy personal, ¿por qué se siente bien? "Entrapta me mataría si algo te sucede en mi guardia." Mató el sentimiento, y Catra se lo agradece muy en el fondo de su conciencia.
Sus ojos detallaron cada facción que antes no había notado por su pequeño debate mental.
Ojos azules, curiosos.
Cabello dorado, hermoso.
Piel blanca, con pequeñas imperfecciones que la adolescencia dejó atrás.
Una chaqueta mal acomodada, seguro por el apuro que tenía.
Una polera..."Estás... estás en pijamas." Concretó, había visto (gracias a la cercanía que tenían) que detrás de esa chamarra militar estaba una polera con dibujos infantiles, algo tiernos y tontos: Unicornios multicolores.
Quiso reírse, mas su código de inexpresión se lo impedía, y es que, ya estaba tan acostumbrada a guardar sus sentimientos dulces tras una máscara agria hecha completamente de desidia, empero, todo se fue al carajo cuando vio que Adora se tiñó de rojo y rosado (seguro por su vergüenza); y ese fue el clímax para que estallara en una carcajada. Sus cuerdas vocales dolían, porque hace tantos años que no reía así, con todas las ganas, tan real que ni su maldito control sobre sí misma pudieron ocultar esa imperfección emocional.
Adora tenía ese efecto en ella, y ni siquiera habían pasado un par de minutos desde que se vieron.
Su estómago dolía, no había parado de reír desde que vio a la rubia ruborizada. El dolor era placentero, algo que no experimentaba desde hace mucho atrás, y era tan hermoso que se dobló en su lugar, apretando la zona del abdomen, sin dejar de reír.
Sentía lágrimas, pero no eran por el dolor o la tristeza, eran de neta alegre risueña, y lo odiaba, odiaba que Adora la pueda cambiar de una forma brusca y sin siquiera haber cruzado más de unas cuantas oraciones compuestas,
Uno...
Cuando al fin dejó de reír, vio que frente a ella seguía de pie Adora, girando su rostro a otro lado, con la mirada apenada y algo... oh, Catra conocía muy bien ese sentimiento de ser insignificante.
Dos...
Empezó buscando las palabras adecuadas para decir, no quería hacerla sentir mal, y de pronto, nada. No tenía palabras. como siempre, y lo odiaba por primera vez, odiaba su falta de expresión. Se sentía culpable, un sentimiento que golpeó, pateando su corazón y su subconsciente.
Volteó todo sus sentimientos negativos e intentó pensar como Scorpia, imaginándola consolar personas cuando eran niñas, con esas dulces palabras que ahora eran borrosas, justo cuando más las necesitaba.
Esperó hasta que el momento dejara de ser incómodo, pero mientras más esperaba, todo el ambiente resultaba más y más pesado.
Repasó con sus manos su brazo, que aún tenía heridas frescas de su último ataque que la dejó en el hospital. Adora no hacía nada, y en consecuencia, Catra tampoco.
Descargó su poca ira en su palma, pellizcando poco a poco su piel. Algo dentro de ella dolía, no era físico, sino emocional ¿por qué? ¿por qué justo ahora? Maldijo el poco sentimentalismo que aún contenía dentro de ella. Al parecer ni Hordak ni Shadow Weaver podían matarla completamente en el alma.
Adoptó una postura seria, esperando hasta que Adora quisiera volver a sonreír, porque sentía que si ella sonría por las dos, tal vez se sentiría mejor, y que aquella molestia en su pecho dejaría de ser palpable.
Desafortunada su suerte, cuando Adora se dio cuenta de que se estaba autolesionando.
Tomó su mano de un jalón, Catra levantó la vista viendo la determinación escondiendo preocupación reflejada en esos ojos azules.
Escuchó sin interés sus palabras que - según ella- era para su bien, sin saber que ella lo provocó, Adora provocó algo nuevo en Catra y el dolor era su única salida de ese sentimiento tan asfixiante.
Odió cada palabra que decía. Odió cada gesto de indignación y tristeza que su rostro expresaba con intensidad, pero sobre todo, odió cuando al final la abrazó, diciéndole que estaba asustada por su actual estado, y que no la dejaría por simple dinero, que ahora estaba comprometida con ella, con cuidarla para que eso no vuelva a pasar.
Deseó alejarse, pero sentía un pequeño bienestar ahí. Lo odiaba.
Impulsó todas sus ganas, por sobre sus deseos, de querer dejar ese lugar, si tan solo pudiera caminar, ahora correría lejos de Adora, intentando huir del calor en su pecho. Algo estaba cambiando en ella, y no le gustaba para nada. Optó por lo más estúpido, empujándola lejos de ella, con tanta fuerza que no la midió en su momento, haciendo que Adora caiga de espaldas, y ahora se sentía peor por esa sobre-reacción innecesaria, pero era lo mejor. Y cuando vio sus ojos celestes, supo que ella también sentía lo mismo: Odio; y era mejor para las dos estar así. Catra la ignoró hasta que Adora se fue, cerrando con fuerza la puerta de su habitación, y suspiró de alivio, porque tan pronto como se fue, dejó de sentir ese extraño sentimiento en su corazón, y eso la tranquilizaba.
Odiaba lo desconocido y los cambios, Adora era parte de ambos. Odiaba a Adora, de verdad la odiaba.
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Soy Feliz Contigo [AU Catradora]
RomansaCatra no encontraba un sentido para seguir despertando todos los días. Quién diría que encontraría ese sentido en la persona más molesta que haya visto. Una silla de ruedas, un café y una rubia torpe fueron los elementos para que esa historia comien...