Capítulo 38

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Manuela

Estábamos tirados en mi cama, Mateo tuvo un día complicado, lo supe cuando termine de trabajar, salí del local y estaba parado en la puerta esperándome con una cara terrible, solo me dijo que no pregunté y lo abracé; y eso hice, lo abracé fuerte deseando poder terminar con cualquiera sea la cosa que lo estaba haciendo sufrir.

En ese abrazo sentí como esa armadura que él mismo se ponía se quebraba y dejaba a la vista un Mateo vulnerable y débil.

Lo escuche llorar y por primera vez en mucho tiempo sufrí, por otra persona que no fuera yo y sentí lo horrible que era ver a alguien que vos queres mucho estar mal por algo.

Cuando logro soltarme después de un rato, no hablamos, no lo necesitábamos; lo agarre de la mano lo llevé al auto, nos subimos y vinimos a mi casa y acá estamos tirados, con su cabeza en mi pecho, yo haciéndole mimos, sin preguntar.

Si había algo que me gustaba de la relación que logramos construir, era esto, estar mutuamente para el otro sin necesidad de hablar ni explicar nada, solo estar ahí y que el otro lo sepa.

No tengo la mínima idea de que le paso, me moría de ganas de preguntarle, pero si algo aprendí de la vida y especialmente de Mateo, es que va a hablar cuando él quiera, cuando se sienta preparado.

Mi chico frío, como yo le decía, era un osito de peluche. Era de esas personas que quiera aparentar para el mundo que era frío, cerrado y mal humorado era todo lo contrario; toda persona que tenía el privilegio de conocer a Mateo se daba cuenta que simplemente era una persona que sufrió mucho e intentaba mostrar una fachada que no era realmente el, solo había que ver cómo era con su hermano y te dabas cuenta quien era el verdadero Mateo.

Habíamos hablado poco y nada del tema que más le causaba dolor, su mamá. Yo entendía que era algo que lo lastimaba mucho, como a mi me lastimaba mi pasado. Pero a pesar de alguna vez haber hablado de eso, no sabía mucho sobre el tema.

- ¿Ya te sentís un poquito mejor? - le pregunté sin dejar de hacerle mimitos en el pelo, los que sabía que le encantaba.

- Si, gracias. Pero no quiero hablar - dijo suspirando y me partía el corazón que todavía no pudiera abrirse conmigo.

- Tranquilo, no necesito que digas nada, yo estoy cómoda, estoy bien y quiero que vos estés igual que yo - trate de tranquilizarlo, aunque me muriera de ganas que me contara todo, no era buena idea presionar.

- Estoy bien, solo te necesito a vos y estar así - le levante la cabeza, le deje un beso en los labios y volvimos a estar igual que antes.

Estuvimos un buen rato, no sé cuánto hasta que sentí que su respiración era muy tranquila, ahí supe que se había quedado dormido.

Muchas veces me dijo que mi casa era uno de los pocos lugares en los que sentía paz, se sentía cómodo y eso a mi me hacía muy bien, porque Mateo en este tiempo se convirtió en una persona importante para mi, y su bienestar y comodidad eran algo de mi sumo interés.

En algún momento íbamos a llegar a un momento de confianza absoluta donde ambos pudiéramos hablar de nuestros fantasmas, pero mientras tanto intentábamos hacernos bien sin hacer muchas preguntas, éramos felices de ese modo.

Poco a poco me fui quedando dormida yo también, después de una situación en la que se, que cuando él confíe en mi y me cuente, también me va a generar tristeza.

Tus ojos guiándome ~ Trueno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora