capítulo treinta y dos - COMA

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Los Ángeles, California 1988.

Cuatro semanas en estado de coma


-O sea que... ¿Eso no es señal de que despertará?- pregunté al doctor algo desilusionada.

-Lamentablemente no es un signo de que despertará. Ellos mismos pueden tener estímulos de forma repentina, pueden realizar algún movimiento con la mano o hasta abrir los ojos, pero, no significa que hayan despertado. Pero como le vengo diciendo todos los días, el señor McKagan puede despertar hoy, dentro de una semana, mes o incluso años. Solamente que cuanto más tiempo pase más difícil será su recuperación.

-Si lo sé...- hice una mueca.

-Envíele energías positivas.

-Créeme que lo hago, todos los días las veinticuatro horas, puedo asegurarselo.

-Me parece muy bien.- sonrió - Bien, iré a ver a otros pacientes, ya sabes que pase lo que pase debes avisarme, ¿De acuerdo?- asentí y éste salió de la habitación.

Me acerqué a la ventana y observé la vista de la ciudad. Un día nublado, lluvioso y frío.

-Si estuviéramos ambos en casa seguro estaríamos tomando un café mientras miramos alguna de nuestras películas preferidas.- me senté a su lado.

Observé bien su cabello, está mucho más largo y su color natural se comienza a notar debido a las raíces. Sonreí al recordar la vez que teñí su cabello a ese típico color rubio que siempre usa. Quien diría que ambos íbamos a terminar tan enamorados, quien diría que luego terminariamos de esta forma. Apoyé mi rostro sobre la camilla y tomé una de sus manos para rodear mi cuello. Extraño tanto sus abrazos, sus besos, oír su risa. Que injusta es la vida a veces.

Si Dios realmente existe, ¿Porque permite que este tipo de situaciones ocurran?

Duff está conmigo pero a la vez no. Lo ves allí, recostado en la camilla casi siempre en la misma posición, todo intubado y con hematomas por inyecciones que le colocan a diario. Está en un sueño profundo, quién sabe cuando despertará, o si lo hará realmente.
Sequé las lágrimas que caían por mis mejillas y levanté la vista al oír el sonido de la puerta.

-Hola Summer.- saludó Slash, seguido de Steven, Izzy e Axl.

-Hola chicos.- los abracé a todos. Pude observar como Slash e Izzy traían una guitarra colgada en su espalda.

-Veo que has decorado un poco esta horrible habitación.- dijo Axl observando unas plantas que yo misma había traído.

-Si, el color blanco es muy insípido.- suspiré con tristeza.

-No estés así linda, por favor.- Axl posó una de sus manos en mi mejilla, mientras que con su pulgar limpiaba una lágrima.

-Me es imposible.- traté de calmar mi respiración.

-Duff no querría que estuvieras así.- dijo Steven triste mientras me daba un fuerte abrazo - ¿Has almorzado?- negué - Te invito a comer, ¿Quieres?

-No lo se Steven, tampoco tengo hambre.

-Yo pregunto...- habló Izzy - ¿Hace cuanto no vas a tu casa?

-No lo sé... días quizás.- contesté sin siquiera pensarlo unos segundos.

-Summer, te vas a volver loca aquí.

-Izzy tiene razón.

-¿Pero que más quieren que haga? Estoy deprimida, por lo menos estando aquí con el no me siento tan así. Si voy a casa posiblemente me mate.- tiré mi cabello con frustración.

𝑪𝒐𝒏𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐 | Duff McKagan [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora