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Observo los árboles que rodean la pequeña cabaña y me siento sola, espero que no sea mucho el tiempo que voy a pasar aquí. Para este momento, ya deben haber notado que el cantante desapareció, por cierto, también debe haber ya despertado. Entro a la casa y cruzo la sala, luego, camino por el pasillo hasta la última puerta, la abro y me encuentro con que era cierto, ya despertó. Tiene los rizos castaños desordenados y al notar mi presencia, se queda muy quieto. Me acerco a él y le quito con cuidado la pañoleta de la boca, me mira entre sorprendido y asustado. 

—¿Quién eres y qué quieres? —pregunta— ¿Dónde estoy? 

—Mi familia necesitaba dinero y tú eres la fuente más cercana —respondo fingiendo desinterés, ahora que abrió la boca, no puedo dejar de pensar en que su voz es un sonido maravilloso. 

—¿Qué van a hacer conmigo? 

—¿Quién te ha dicho que puedes montar un interrogatorio aquí? Haces demasiadas preguntas. 

—Perdón, pero necesito hablar con alguien y solo estás tú aquí, voy a volverme loco si no lo hago. 

—Está bien, creo que podríamos enloquecer los dos y eso no sería bueno. 

Me giro en dirección a una caja que hay en un rincón y se da cuenta de dónde llevo el arma, pues hace una exclamación de sorpresa. 

—¿Vas a matarme? —pregunta. 

—No, a menos que quieras que lo haga —respondo verificando que la caja está vacía. 

—¿Puedo preguntar tu nombre? 

—No debería decírtelo, eso puede causarme muchos problemas, pero está bien, soy Esther, Esther Hunter. 

—Ya debes saber que yo soy Shawn Mendes. 

—Sí, las noticias hablaban mucho de ti. 

—Van a hablar aún más cuando vean que no estoy en mi habitación y que no iré al concierto de esta noche. 

—Mírale el lado bueno, esto te va a hacer aún más famoso. 

—Preferiría ser menos famoso pero estar libre. 

Lo miro con mucha atención y me doy cuenta de que, tal vez no debería estar entablando una conversación con él, pero siempre he sido una persona extrovertida, que le gusta hablar e interactuar con los demás, estar aquí en medio de la nada puede hacerme daño, él es la única persona cerca, así que, no creo que haya nada de malo en hablarle. 

—No te preocupes, tu mánager y tu familia pagarán lo que sea para que te dejemos libre —digo sin poder evitar sentir cargo de conciencia por primera vez en mi vida— no creo que tengas que pasar mucho tiempo aquí.

Mi padre siempre había repetido una frase famosa del filósofo Maquiavelo: «El fin justifica los medios», con ella explicaba que no importaba que me valiera de cualquier cosa, con tal de lograr lo que me proponía, pero ahora mismo, pienso en que interrumpir la vida de este chico para traerlo aquí y conseguir dinero, ha sido una de las peores cosas que se me han ocurrido en la vida. Pero no hay nada que hacer, ya está aquí, no hay marcha atrás, solo esperar a que paguen pronto para liberarlo y olvidarme de que hice esto. 

—¿No estamos en la cuidad? —pregunta, seguramente lo piensa porque se escucha el canto de los pájaros y ningún otro ruido más. 

—No, estamos lejos —respondo— te va a quedar algo difícil escapar. 

Él solo asiente, me dirijo a la puerta y salgo de la habitación. Seguramente, tendré que hacerme cargo de él yo sola, mi padre no confía ya en ninguno de sus hombres, pues gracias a ellos y su descuido, o seguramente su traición, nos robaron la mercancía. Sería muy peligroso que alguien más supiera que somos nosotros quienes tenemos al cantante. Me dirijo a la cocina y busco en la nevera, que sorprendentemente está llena, algo para almorzar. No cocino muy seguido, pero creo que aquí tendré que hacerlo. Decido preparar pollo con vegetales, busco mi celular y pongo algo de música. 

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora