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Después de decirle eso, de confesarle que todo esto es mi culpa, salí corriendo de la habitación y me encerré en la mía. Si aprovecha este tiempo para escapar, está bien, yo responderé ante mi padre. Pasé el resto del día ahí, hasta que, cerca a la media noche, por fin salgo a buscar algo de comer. Cuando enciendo la luz, me encuentro con Shawn, sentado sobre el mesón. Al verme, baja de allí y se acerca a mí.

—¿Podemos hablar? —dice con voz calmada.

Yo solo asiento, me dirijo a la nevera, sirvo un vaso de leche, y recuerdo que no he organizado las compras que trajo mi padre, mañana lo haré. Nos sentamos juntos sobre el mesón y espero a que Shawn me diga lo que tiene que decirme. Imagino que discutirá conmigo porque arruiné sus planes, si me odia, me lo merezco de sobra.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunta, en su voz no hay reproche ni odio, es tan amable como siempre.

—Los Allard nos robaron un cargamento de tres toneladas —explico mirando al suelo—eso representaba una gran pérdida de dinero, mi padre estaba desesperado y en ese momento pasaban en las noticias tu llegada al país. Se me ocurrió la idea de secuestrarte para pedir dinero y así recuperar al menos una parte de lo que habíamos perdido, necesitaba salvar a mi familia y por desgracia, solo eso se me ocurrió. Lo planeé todo muy bien, entramos a tu hotel y te trajimos aquí sin que nos descubrieran. Quiero que sepas que, aunque no me creas, lo siento, me arrepiento de haberte hecho esto, debí haber buscado otra forma, finalmente tú eres una persona inocente que no tiene nada que ver con nosotros y nuestra vida, espero que algún día me perdones por haberte hecho tanto mal. No te mereces algo así, no es justo.

Cuando termino, bebo la leche rápidamente, tratando de disolver el nudo de mi garganta, nunca me he permitido llorar frente a nadie, y esta vez no puede ser la excepción. Shawn busca mi mano y entrelaza sus dedos con los míos.

—Tranquila —dice— no hay nada qué perdonar. Entiendo que tuviste tus razones, de igual manera, yo no voy a reprocharte nada, tú me has tratado bien durante este tiempo, me he sentido como si estuviera de vacaciones, además, te conocí y eso me alegra.

—Pero, mi padre vino y casi te mata a golpes.

—Eso no importa, el dolor pasará, además, hay que reconocer que ideaste un plan perfecto, eres una mujer muy inteligente.

—No sabes cuánto me alivia saber al menos que no me odias aunque me lo merezca.

—No te preocupes por eso, además, sé que mi familia debe estar consiguiendo el dinero para pagar lo que está pidiendo tu padre, voy a disfrutar de tu compañía mientras llega el momento de que todo regrese a la normalidad.

Giro un poco para mirarlo y le sonrío, él me devuelve el gesto y baja del mesón. Se dirige a donde están las bolsas de la compra y saca una caja de bombones de chocolate con avellanas, mis favoritos. Al verlos sonrío, bajo del mesón y me acerco.

—Me encantan esos chocolates —digo.

—Disculpa que haya revisado las bolsas —dice— también había unos muffins, te dejé uno.

Lo veo sonreír y sonrío de nuevo, busca la caja con el único muffin que dejó, y me la entrega.

—Diablos, Mendes —digo— venían diez en la caja y te comiste nueve.

—Lo siento, es que me encantan.

Pone cara de arrepentimiento, lo que me hace reír, saco el muffin y le doy un mordisco, está delicioso, eso me hace entender porqué se los comió casi todos.

—¿Quieres? —pregunto observando su expresión.

Se lo acerco y él le da un mordisco. Luego, nos dedicamos a terminar la caja de chocolates hasta que no queda ninguno.

—Lo de los chocolates fue idea de mi hermano —digo observando la caja vacía— él siempre que puede me regala una caja de esos porque sabe que me gustan mucho.

—Tú y tu hermano se llevan muy bien, por lo que parece.

—Sí, no siempre logramos estar de acuerdo, pero nos queremos.

—¿Cómo se llama?

—Chad.

—Interesante nombre.

—Mi padre dice que mi madre lo escogió, así se llamaba su padre.

—¿Y ella?

—Nos dejó cuando éramos niños, desde entonces, nadie ha sabido nada de ella.

—Lo siento.

—No pasa nada, ni siquiera la recuerdo.

Miro el reloj de la pared y veo que son casi las dos de la madrugada, pero no tengo sueño, creo que organizaré las compras de una vez.

—¿Tienes sueño? —pregunto.

—No —responde él.

Me acerco a las bolsas y comienzo a sacar todo lo que hay en ellas. Shawn me ayuda a organizar todo, me pregunta dónde pone cada cosa y yo le indico.

Cuando terminamos casi amanece, nos sentamos en el sofá, pongo mi cabeza sobre el hombro de Shawn y él toma mi mano.

—¿Vienen aquí muy a menudo? —pregunta.

—No, solo cuando mi padre siente que la policía está por atraparlo, este es un lugar alejado, aquí será difícil que lo encuentren.

—Sus enemigos ya saben dónde es.

—Sí, aunque me pregunto cómo lo supieron.

—Parece que las personas como ustedes tienen sus formas de enterarse de todo.

—Es verdad, hay informantes, me imagino que ya muchas personas saben que este lugar existe y es nuestro.

Me pregunto si mi padre regresará en estos días, espero que no, la idea de que vuelva a golpear a Shawn asíy que de nuevo no podré hacer absolutamentenada, no me gusta para nada. Se ve un poco mejor, pero las marcas de los golpes tardarán unos días en desaparecer. Saber que al menos no me odia, me hace sentirme un poco menos culpable, a pesar de que le confesé que todo esto fue mi idea, puede estar aquí sentado junto a mí tomando mi mano, como si nada y eso dice mucho sobre la buena persona que es. Me da un beso en la cabeza y pienso en que en verdad, me hará falta cuando tengamos que separarnos. Mientras ese dia llega, quiero aprovechar el tiempo que podemos compartir juntos, una vez se vaya, todo debe volver a la normalidad.

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora