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Pasan varios días en los que no logro estar del todo bien, intento seguir con mi vida, como si nada hubiera pasado, pero me cuesta demasiado a pesar de los grandes esfuerzos que hago. Chad hace lo que puede por distraerme y yo se lo agradezco. Hoy es viernes y ha insistido durante todo el día para que vayamos de fiesta, no me llama la atención entrar en ningún bar y emborracharme hasta perder el conocimiento, pero creo que le haré caso por esta vez. Tal vez eso me ayude, o eso espero. Terminamos los trabajos del día y llegamos a casa al atardecer, me cambio de ropa y nos vamos acompañados de Will y Frank, que son muy amigos de Chad desde que comenzaron a trabajar con mi padre. Conducimos hacia la zona de la ciudad donde están la mayor parte de los bares y discotecas. Hay muchas personas y también mucho ruido, espero que valga la pena haber venido. Observo el anillo de Shawn en mi dedo, es lo único de él que me queda y no me lo he quitado desde que me lo dio. A menudo, me pregunto dónde estará, si estará bien y si se sentirá feliz, mejor de lo que me siento yo todo el tiempo. Chad deja el auto en el estacionamiento del lugar al que vamos a entrar. Es bastante grande, con muchas luces de neón y está lleno de muchas personas que bailan al ritmo de la música electrónica. Nos sentamos en una mesa, ellos piden whisky y yo pido un coctel, mientras nos traen las bebidas, hablamos acerca de mi padre. 

—Está actuando muy extraño últimamente —comenta Will: es un moreno alto, con cabello corto y castaño y unos ojos muy oscuros, es un poco mayor que mi hermano y ha trabajado con mi padre desde hace casi diez años. 

—Sí —interviene Frank: él es solo un año mayor que yo, tiene el cabello castaño, liso y corto, desordenado la mayoría del tiempo, unos llamativos ojos cafés y es atractivo a su manera, de todos los hombres de mi padre, es el que más me agrada y con quien me llevo mejor— está muy raro, sale solo, no informa nada e incluso ayer salió casi a media noche. 

—¿Qué se traerá entre manos? —pregunta Chad. 

—Lo que yo pienso —opino— es que, debe estar viendo cómo acabar con Alexey Allard. 

—Pero no creerá que solo lo va a lograr —dice Frank. 

—A él se le ocurren toda clase de ideas locas —dice Chad— me parece muy probable que eso sea lo que ha estado haciendo. 

Una chica llega con nuestras bebidas, tomo la copa y bebo un par de sorbos cortos, el coctel sabe a yerbabuena y está bastante rico. Chad ve a una chica en la mesa de al lado y se levanta. 

—Con permiso, muchachos, vamos a lanzarnos a la conquista —dice y nos hace reír con su ocurrencia. 

—Yo voy a hacer lo mismo —informa Will y ambos se van, dejándome a solas con Frank. 

—Parece que ahora solo somos tú y yo —dice Frank observándolos irse. 

—Así es. 

—¿Quieres bailar? 

—Está bien. 

Extiende su mano hacia mí, yo la tomo y nos dirigimos al centro del lugar, donde hay varias personas bailando. Comenzamos a movernos al ritmo de la música, pero ni él ni yo sabemos bailar muy bien. 

—Si fuéramos a un concurso de baile, nos descalificarían de inmediato —comento. 

—Tienes razón —admite él— mejor sigamos dedicándonos a otras cosas. 

—Creo que no hay más remedio. 

Me sonríe, mostrando unos dientes blanquísimos y perfectamente ordenados. Cuando termina la canción, regresamos a la mesa y seguimos bebiendo. Poco después, Chad y Will regresan y se sientan donde estaban. Pedimos una botella de vodka y después otra, y las bebemos entre conversaciones animadas, creo que haber venido fue una muy buena idea. Son casi las dos de la madrugada cuando salimos, después de acabar con cinco botellas de vodka. La cabeza me da vueltas y siento mi cuerpo mucho más liviano, tengo puestas unas botas de tacón y creo que en cualquier momento, voy a caerme. Pagamos y salimos, Frank me toma del brazo y se lo agradezco, caminamos hacia el auto y nos reímos de cualquier estupidez. 

Cuando llegamos a casa es tarde, abrimos la puerta y nos encontramos a mi padre sentado en el sofá de la sala, esperándonos. 

—Necesito hablar con Esther —dice, y se levanta de donde está sentado— te espero en el estudio. 

Chad me mira y yo a él, me pregunto qué estará pasando, me siento nerviosa, pues no imagino qué será lo que va a decirme. Frank todavía sostiene mi brazo, me suelta despacio y me mira preocupado. 

—Nos vemos en la mañana —digo. 

Frank asiente y se acerca con la intención de darme un beso en la mejilla, sin pensarlo, me muevo un poco y nuestros labios se tocan. Me aparto de inmediato, murmuro una disculpa y corro al estudio, sintiéndome terrible por casi besarlo, aunque no hay razón para eso. 

—Cierra la puerta —ordena mi padre y yo le obedezco. 

Camino hacia una de las sillas que está frente al escritorio y me siento, su mirada seria me pone nerviosa, necesito que hable ya y me diga qué demonios quiere. 

—Fuiste tú quien ayudó a escapar al cantante cuando iba a matarlo, ¿verdad? —dice, y un escalofrío recorre todo mi cuerpo—  lo sé todo, incluso que hace unos días arriesgaste tu vida por rescatarlo de las manos de Alexey Allard. Simplemente quiero oírlo de tu boca —su tono es muy serio, suena decepcionado, y pone los codos sobre el escritorio, mirándome acusadoramente. 

No sé si es a causa de la gran cantidad de alcohol que hay en mi cuerpo, pero pienso que no tiene sentido mentirle, respiro profundo, decidida a decirle toda la verdad. 

—No lo niego, ni siquiera sé cómo demonios te enteraste, pero es verdad. Él no merecía que lo mataras, es una persona inocente. 

—¿Por qué demonios lo hiciste? —grita y se levanta de la silla. 

—Porque me enamoré de él. 

—¿Qué demonios estás diciendo?

—La verdad, me enamoré de él, por eso fui incapaz de matarlo cuando me dijiste que lo hiciera, tampoco podía permitir que lo hicieras tú. 

—Traicionaste a nuestra familia. 

—Eso no es verdad —mi tono de voz sube demasiado y me levanto de la silla también para mirarlo a los ojos— enamorarme de él no es un crimen, si quieres castigarme por eso, pues hazlo. Pero no me arrepiento de haberle salvado la vida, lo haría mil veces más si fuera necesario. 

Mis palabras lo sacan de sus casillas, levanta su mano y me da una fuerte cachetada que me deja la mejilla ardiendo. Miro al suelo con los ojos llenos de lágrimas, pero no voy a llorar frente a él, jamás lo he hecho y esta no va ser la primera vez. Siento un dolor agudo y quemante en el brazo, me está golpeando con un látigo de cuero, la piel se rompe en donde me golpeó y unas gotas de sangre salen de la herida. Me golpea varias veces más en la espalda, el dolor es insoportable, así que me oculto detrás del escritorio. Intenta golpearme de nuevo, pero abro el primer cajón y saco de allí un arma, la levanto y le apunto con ella. 

 —En tu vida me vuelvas a golpear —le grito— tú podrás ser mi padre, pero no merezco que me castigues de esta manera. 

—Claro que sí —responde en el mismo tono— te atreviste a desobedecerme, yo confiaba plenamente en ti, me decepcionaste, estaba seguro de que tú y Chad podrían continuar con el negocio, tu traición no tiene perdón. 

—Tú nos arruinaste la vida a ambos metiéndonos en esto, sabes que es mucho más probable que terminemos muertos más temprano que tarde. Nos quitaste el futuro y eso es lo que realmente no tiene perdón. 

Parece que mis palabras lo hubieran golpeado en lo más profundo, se deja caer abatido en la silla, yo dejo el arma donde estaba y salgo del estudio, sintiendo todavía ese dolor insoportable. 

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora