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Nos quedamos dormidos juntos en mi cama, cuando despierto a la mañana siguiente, Shawn duerme a mi lado. Observo extasiada su rostro sereno y me pregunto qué estará soñando, se ve hermoso, como un ángel, un ángel que está fuera de mi alcance y del que tendré que olvidarme aunque no quiera.

Me levanto de la cama y llamo a mi padre para contarle lo ocurrido con los Allard y ponerlo sobre aviso, pues principalmente, quieren matarlo a él.

—Vamos a ponernos en camino hacia allá, hija mía —dice— en unas horas estaremos allá.

—Está bien, papá —le digo, aunque no quiero que vengan, no puedo decirle nada o sospechará que no supe manejar la situación.
—Te veo más tarde, hija.

Cuelga y yo corro de regreso a la habitación donde Shawn sigue estando profundamente dormido, me siento junto a él y con todo el pesar del mundo, lo sacudo ligeramente hasta que abre sus hermosos ojos cafés y me mira algo sorprendido.

—¿Qué ocurre? —pregunta.

—Mi padre viene para acá, vamos a desayunar algo rápido antes de que aparezca porque tengo que atarte en la habitación para que no sospeche —explico lo más rápido que me es posible, aunque todavía tenemos un par de horas de ventaja antes de que lleguen.

Se levanta rápidamente y vamos a la cocina a preparar algo de desayunar.

—¿Qué crees que haría tu padre si nos encontrara como ahora? —pregunta mientras baja unas tazas de la alacena.

—Se pondria muy furioso y así es capaz de cualquier cosa —respondo.

—¿Te golpearía?

—Tal vez, aunque solo lo ha hecho una vez en la vida, y se aseguró de que fuera inolvidable.

Mientras sirvo el café, recuerdo esa vez en la que mi hermano y yo bebimos tres botellas de whisky que eran suyas, cuando nos encontró estábamos totalmente borrachos, pero de igual manera nos golpeó lo más fuerte que pudo. No considero que sea un mal padre, ni siquiera porque fue él quien nos metió en este negocio tan peligroso, lo quiero y lo respeto de igual manera.

Nos sentamos a desayunar en silencio, mientras observo a Shawn, pienso en que debe estar preguntándose qué hará mi padre cuando llegue. Espero que no venga a hacerle daño, aunque imagino que su familia ya habrá pagado.

Cuando terminamos, Shawn recoje las tazas y las lava mientras yo miro la hora, deben estar cerca ya, aunque no creo que lleguen tan pronto. Nos dirigimos a la habitación de mi hermano, y ponemos todo en orden para que no se note que Shawn se ha quedado aquí todos estos días. Le entrego su ropa para que se cambie, pues la que tiene es de Chad. Rápidamente, dejamos todo sin indicio alguno de que estuvo fuera de la habitación donde lo dejaron.

Escucho a lo lejos el sonido de un auto y me pongo nerviosa, me asomo y veo venir a lo lejos uno de los autos de mi padre. Tomo a Shawn de la mano y lo llevo corriendo a la habitación donde debería estar. Lo ato a la silla lo más rápido que me es posible.

—Espero que todo salga bien y se vayan pronto —digo.

Él asiente y yo corro fuera, cerrando la puerta con llave. Cuando salgo, mi padre y mi hermano están apenas bajando del auto con varias bolsas de compra, las dejan sobre el mesón de la cocina y me abrazan.

—Qué alegría verte —dice Chad.

—¿Dónde está el cantante? pregunta mi padre.

—Donde lo dejaste el día que lo trajimos —respondo.

—Vamos a verlo entonces.

Los nervios se apoderan de mí, pero lo disimulo lo mejor que me es posible. Lo sigo hacia la habitación, abro la puerta y ellos entran primero que yo. Al verlos, Shawn no dice nada, simplemente se queda mirando a mi padre muy serio.

—Tu familia y tu mánager se están tardando demasiado en pagar —dice—pidieron unos días más, yo les dije que esperaría, pero si cuando se cumpla el plazo no han pagado, sabrán que yo no estaba jugando y que debieron tomarme muy en serio.

Me preocupa demasiado lo que dice mi padre, pues si no pagan rápido, puede ordenarme que me deshaga de Shawn, y eso no sería capaz de hacerlo. Lo observo mientras se acerca y le da un fuerte golpe con el puño cerrado. Me tenso de inmediato, pero trato de que no se note mi reacción. Chad me mira como si supiera que algo me pasa con Shawn. Mi padre lo sigue golpeando, varias veces en el rostro, casi quiero decirle que no lo haga, pero no puedo, no puedo hacer eso, si intervengo, seguramente hará lo mismo conmigo. Lo desata de la silla, pero deja sus manos atadas y lo golpea de nuevo, lanzándolo al piso. Allí, le da muchas patadas, no quiero seguir viendo cómo lo usa de saco de boxeo, hace que me duelan las costillas y todo el cuerpo. Por favor, que se detenga, digo para mis adentros. Como si el universo entero me escuchara, el celular de mi padre suena y hace que se detenga para responder a la llamada. Intercambia unas palabras con quien sea que lo esté llamando, pero yo no lo escucho, no puedo apartar mis ojos de Shawn que está en el suelo, inmóvil y seguramente, sufriendo un gran dolor. Tiene los ojos cerrados, cuando los abre, se encuentran con los míos y veo el dolor y el miedo en ellos.

—Debemos irnos —dice mi padre, y un alivio inmenso me invade— hay problemas con un cargamento.

Sale de la habitación, Chad y yo lo seguimos, dejo la puerta cerrada y salimos de la cabaña, donde dejaron el auto en el que venían.

—Si necesitas algo, no dudes en llamarme —dice mi padre, yo me limito a asentir, él se acerca para abrazarme, luego, Chad también me abraza.

—Adiós, hermanita —dice Chad.

—Adiós, Chad —me despido, le doy un beso en la mejilla y los observo mientras suben el en auto y arrancan.

Me quedo en el mismo lugar, hasta que estoy segura de que ya están muy lejos. Entro corriendo lo más rápido que puedo a buscar a Shawn. Sigue en el suelo, me arrodillo a su lado y tomo su mano.

—Lo siento —digo, mientras siento un nudo formarse en mi garganta— Lo siento muchísimo.

Él le da un ligero apretón a mi mano y me regala una sonrisa, no puedo creer que sea tan bueno, y yo no me merezco ni siquiera su desprecio. Lo ayudo a levantarse, pasa su brazo sobre mi hombro y yo envuelvo mi brazo alrededor de su cintura. Caminamos hacia la habitación de mi hermano, lo dejo sentado en la cama y corro a buscar el botiquín.

Cuando regreso, lo miro con atención y siento rabia contra mi padre. No había razón para que lo golpeara de esa manera, su bello rostro está muy golpeado y sangrando. Tomo un pedazo de algodón y lo mojo en el alcohol, le va a doler, pero necesito desinfectar esas heridas. Me siento junto a él y comienzo a pasar el algodón con cuidado sobre el labio roto, luego bajo la nariz. Él guarda silencio, demostrando gran fortaleza, hasta que termino. Voy a la nevera y traigo unos cubos de hielo para ponerle en los moretones que tiene en las mejillas y la mandíbula. Recuerdo que mi padre le dio muchas patadas, espero que no le haya roto nada.

—Quítate la camiseta —le digo.

En seguida lo hace, dejándome ver varios moretones que tiene sobre las costillas y en la espalda. Le pongo hielo con mucho cuidado, esperando que eso reduzca la inflamación. Luego, busco un analgésico en el botiquín y se lo doy con un vaso de agua, lo bebe rápidamente, en verdad espero que sienta alivio.

—¿Crees que no regresarán ya? —dice por fin con voz muy débil.

—No creo, al menos por hoy no, tal vez en unos días —respondo.

—Necesito una ducha.

Asiento y busco una toalla en el armario, se la entrego junto a una camiseta y un pantalón de mi hermano. Me da las gracias y entra en el baño. Me siento en la cama y trato de reprimir los enormes deseos de llorar que tengo, me cubro la cara con las manos y pienso en que, todo esto es mi culpa y nada más que mi culpa. Si tan solo no se me hubiera ocurrido la idea de secuestrar a Shawn, él estaría en un lugar seguro, sano y salvo, no nos hubiéramos conocido, pero todo sería mil veces mejor.

Largo rato después, sale del baño con la ropa de mi hermano puesta, se ve mucho mejor, se sienta junto a mí y toma mi mano.

—No te sientas mal —dice— no fue nada grave, además, no es tu culpa.

—Sí es mi culpa, todo esto fue mi idea —respondo movida por el arrepentimiento.

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora