7

125 18 7
                                    

Acabamos de regresar de una de nuestras caminatas por el bosque, entramos en la cabaña y nos sentamos juntos en el sofá de la sala. 

—¿Te gusta este lugar? —me pregunta mientras su mano busca la mía. 

—Mucho, si pudiera me quedaría aquí por el resto de mi vida —respondo. 

—¿Por qué no? 

—Por qué una vez que te liberemos, también yo tendré que regresar a mi vida normal. 

—¿Tu vida normal tiene que ver con vender drogas o algo así?

—En cierta forma, aunque implica otras cosas de las que no quiero hablar. 

—¿Te incomoda?

—Es que no me siento orgullosa de ser esto, escucha, Shawn, tú elegiste ser cantante, pero yo, yo no pude elegir ser algo distinto, simplemente, tuve que hacerlo. 

—Lo siento mucho. 

—No hay nada que pueda hacer ya. 

—Si pudieras elegir, ¿Qué habrías hecho?

—Habría ido a la universidad, a estudiar arquitectura. 

—¿Por qué no?

—Por que estoy metida hasta el cuello en este negocio, y por que no puedo decirle a mi padre que no quiero esto, una vez que entras, no hay salida. 

Siento un pesar inmenso cada vez que pienso en esa vida que no podré tener, en esos sueños que no podré cumplir, jamás haré lo que la gente normal hace, no voy a casarme y mucho menos a tener hijos, pero esta es la vida que tuve que vivir. De repente, escucho el sonido de un auto que se acerca y me sobresalto. De inmediato me pongo en pie, imaginando que se trata de mi padre y mi hermano, estoy por decirle a Shawn que debo atarlo en esa habitación mientras se van, si es que no vienen a matarlo. Los nervios se apoderan de mí, me asomo y me encuentro con una camioneta negra que no pertenece a mi familia. ¿Qué demonios hacen los Allard aquí? Le pongo llave a la puerta, tratando de evitar que entren antes de que pueda defenderme. 

—Ven conmigo —le digo a Shawn, él asiente y me sigue hasta mi habitación— mis enemigos están aquí —digo mientras levanto el colchón para sacar varias armas, pues solo con la que yo llevo no bastará— pero yo no permitiré que nos maten. 

Dejo las armas sobre la mesa de noche y busco una bolsa llena de municiones, las cargo lo más rápido que me es posible, por suerte ya tengo práctica en esto. Respiro profundo, sintiendo ya la adrenalina correr por mis venas. 

—¿Confías en mí? —pregunta Shawn mirándome a los ojos. 

—Sí —digo sin dudarlo mucho, aunque no debería hacerlo. 

—Dame un arma. 

Cuando le entrego la pistola, me siento como si le estuviera entregando mi vida, pues si quiere, puede dispararme aquí y matarme. 

—Está cargada, ten mucho cuidado. 

—Jamás pensé que fuera a tener una de estas en mis manos. 

Observa la pistola con atención y salimos de allí caminando despacio. Escucho los golpes en la puerta principal y una voz conocida: Alexey Allard. Shawn me sigue hasta la puerta trasera, salimos de allí con mucho cuidado y rodeamos la cabaña. Desde donde estamos, me asomo un poco y los veo, Alexey está con su padre: Anthony, golpeando con fuerza la puerta y llamando a mi padre. 

—Sabemos que estás ahí Dimitri —grita Anthony. 

Respiro profundo, me pego aún más a la pared, estiro el brazo y disparo varias veces. 

—Maldita sea —grita Alexey— ese desgraciado no está solo, nos están cayendo a balazos. 

Disparo varias veces más hasta que se acaban las balas de esa pistola. La dejo caer al suelo y tomo la otra con la mano derecha, sigo disparando, pero no me atrevo a asomarme. Poco después, escucho el sonido del motor del auto, espero hasta que dejo de escucharlo y me asomo con mucho cuidado, descubriendo que se fueron. Miro a Shawn a mi lado, está pálido y sé que tiene miedo, dejo caer el arma que se ha quedado ya sin balas y lo abrazo. Sé que es la primera vez que presencia algo así, yo lo he visto desde que era una niña, pero para él es algo nuevo y es normal que esté asustado. Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y trato de transmitirle calma. 

—¿Estás bien? —pregunto. 

—Sí, ¿se fueron? —dice él, está temblando muy ligeramente, pero lo puedo notar.

—Tal parece, espero que no estén planeando regresar acompañados de sus hombres. 

Me aparto sin querer realmente hacerlo, recojo las armas que están en el suelo y entramos de nuevo a la casa, con mucho cuidado, pues no estoy segura de que realmente se hayan ido. Cuando comprobamos que no están adentro, entro a mi habitación y oculto las armas en su lugar bajo el colchón. Sé que Shawn no debería saber en dónde están, todo esto puede jugar en mi contra, pero ahora mismo no me importa. Me siento en la cama y él se sienta a mi lado. Decido acostarme y me imita, busca mi mano y entrelaza sus dedos con los míos. 

—¿Quiénes eran? —pregunta, ahora parece mucho más calmado. 

—Enemigos de mi familia —respondo mirando el techo de madera. 

—Venían por tu padre, ¿no?

—Venían por mi padre, mi hermano y por mí, aunque no sé por qué pensaban que estaríamos todos aquí, pero en fin. No siempre fueron enemigos, creo que no hay nada peor que un enemigo que antes fue tu amigo. 

—Sé que eres reservada con tus cosas y lo entiendo, pero quiero que sepas que no hablaré con nadie nada de lo que me cuentes, no diré tu nombre, ni nada de lo que sé. 

Respiro profundo y pienso en que, si ya me atreví a poner un arma cargada en sus manos, creo que no importa si le cuento todo de mí. 

—Ellos eran socios de mi padre, trabajaban juntos y se llevaban bien —comienzo a relatar perdida en los recuerdos del pasado— Alexey Allard es mayor que yo un año, crecimos siendo amigos e incluso salimos un par de veces cuando estaba en la escuela. Hace unos tres años, durante una fiesta, me invitó a bailar y comenzó a tocarme de manera indebida y sin mi consentimiento, a pesar de que le dije que me dejara, no quiso. Me alejé y lo observé mientras servía un trago con la clara intención de drogarme, cuando me lo ofreció, tomé el arma de mi padre y le disparé, la bala atravesó su mano y hubo un tiroteo terrible. Desde entonces enemistamos, ellos hicieron negocio por su parte y han hecho varias cosas contra mi familia, como lo de hoy. 

—Tu mundo, es un mundo peligroso —comenta, lo que hace que gire mi cabeza para mirarlo y me encuentre con sus ojos cafés— temo por ti, seriamente. 

Levanta su mano, y me acaricia la mejilla muy suavemente con el dorso de su mano, lo que hace que sienta un cosquilleo insospechado y completamente nuevo en el estómago. Creo que esto se me está saliendo de las manos, no sé qué hacer para dominar mis sentimientos. 

Síndrome de Estocolmo || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora